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80 años de Hiroshima y Nagasaki: cómo fue el "infierno" tras las bombas atómicas

"Nada ha cambiado", expresó una de las sobrevivientes de la masacre que dejó más de 200 mil víctimas fatales.  
Miércoles, 06 de agosto de 2025 08:52
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"Han pasado 80 años, pero nada ha cambiado". Así es como Masako Wada, sobreviviente de la bomba de Nagasaki, se refiere a los ataques nucleares que Estados Unidos lanzó sobre Japón el 6 y 9 de agosto de 1945.

"No se ha aprendido nada de nuestra experiencia y hoy tenemos un riesgo mayor que en el pasado", le dice a BBC Mundo Wada, secretaria general adjunta de Nihon Hidankyo, la organización de sobrevivientes de las bombas atómicas que ganó el Premio Nobel de Paz en 2024. Toshio Tanaka tenía 6 años cuando cayó la bomba de Hiroshima y comparte ese temor. Dice que conflictos como el de Rusia y Ucrania o en Medio Oriente, que mantienen latente la amenaza nuclear, la hacen sentir "profundamente preocupada".

"Este camino nos puede llevar a una tercera guerra mundial y provocar el fin de la Tierra", dice Tanaka en entrevista con BBC Mundo, días antes del 80 aniversario de los ataques.

Las razones que llevaron a EE.UU. a lanzar las bombas

Algunos analistas consideran que fue una manera de poner un fin definitivo a la guerra y salvar vidas. Otros, en cambio, sostienen que fue una decisión inmoral e innecesaria que mató a miles de inocentes.

Las consecuencias de las bombas, en todo caso, aún resuenan hoy, cuando en el mundo hay cerca de 12.300 ojivas nucleares, según La Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por sus siglas en inglés).

En 1945 EE.UU. llevaba cuatro años en guerra con Japón, tras los ataques a la base de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941. Ese día, las fuerzas japonesas atacaron por sorpresa la base naval estadounidense en el archipiélago de Hawai, lo que causó que EE.UU. le declarara la guerra a Japón y se involucrara en la Segunda Guerra Mundial.

Con la escalada del conflicto, EE.UU. decidió usar las bombas atómicas contra Japón. El 26 de julio de 1945 el presidente de EE.UU., Harry Truman, lanzó un ultimátum contra los japoneses.

Les exigía una "rendición incondicional". De lo contrario, les esperaba "una destrucción rápida y absoluta". El mensaje de Truman no mencionaba el uso de bombas nucleares.

Sin embargo, estos artefactos eran parte del arsenal que EE.UU. tenía listo como parte de su estrategia para zanjar el conflicto. "Tan pronto supieron que la bomba nuclear funcionaría, se asumió que la usarían", explica a BBC Mundo Michael Gordin, historiador especializado en ciencias físicas en la Universidad de Princeton y coeditor del libro "La era de Hiroshima".

El primer blanco elegido fue Hiroshima. La ciudad no había sido bombardeada antes, y varios expertos apuntan que probablemente la ciudad era un buen lugar para notar los efectos de la bomba. Además, era la sede de una base militar.

El Enola Gay, un bombardero B-29 pilotado por el coronel Paul Tibbets, sobrevolaba Hiroshima a unos 9,5 km de altura cuando liberó la bomba Little Boy, que explotó en el aire, a unos 600 metros del suelo.

"A las 8:14 era un día soleado, a las 8:15 era un infierno", describió en un documental del canal Discovery Kathleen Sullivan, directora de Hibakusha Stories, una organización que recopila testimonios de sobrevivientes de las bombas.

"Iba camino a la escuela y alguien gritó "¡un bombardero enemigo!", recuerda Toshio Tanaka en entrevista con BBC Mundo. “Miré al cielo y vi un resplandor tremendo, era como un millón de luces, todo se puso blanco”.

El mecanismo interno de Little Boy funcionaba como una pistola: disparaba una pieza de uranio 235 contra otra del mismo material.

Al chocar, los núcleos de los átomos que las componían se fraccionaron en un proceso llamado fisión. Esa fisión de los núcleos genera una reacción en cadena en la que se libera energía y desata la explosión.

Little Boy llevaba una carga de 64 kilos de uranio 235, de los que se calcula que solo se fisionó cerca del 1,4%. Aun así, la explosión tuvo la fuerza equivalente a 15.000 toneladas de TNT.

Como referencia, tan solo un kilo de TNT puede ser suficiente para destruir un automóvil. La explosión generó una ola de calor de más de 4.000 °C en un radio de aproximadamente 4,5 km.

"Vi una gran multitud de gente agonizando. Hombres, mujeres y niños estaban casi desnudos con la ropa quemada. Caminaban en silencio, con los brazos extendidos, la piel quemada les colgaba de las puntas de los dedos", recuerda Tanaka. "Parecían fantasmas o zombis."

Se cree que entre 50.000 y 100.000 personas murieron el día de la explosión.

Dos tercios de los edificios de la ciudad, unos 60.000, quedaron reducidos a escombros.

Japón no se rindió

Tres días después, EE.UU. lanzó una segunda bomba nuclear. Nagasaki no estaba en la lista de objetivos prioritarios.

Su topografía accidentada y la cercanía de un campo de prisioneros de guerra aliados, la convertían en un blanco secundario. Entre los objetivos principales estaba Kokura, una ciudad con zonas industriales y urbanas en terrenos relativamente planos. El día del ataque, sin embargo, Kokura estaba cubierta de bruma, según el reporte de los pilotos.

La tripulación tenía órdenes de elegir visualmente el objetivo que maximizara el alcance explosivo de la bomba. Fue así que se desviaron a Nagasaki. El bombardero Bockscar, un B-29 pilotado por el mayor Charles Sweeney, dejó caer la bomba Fat Man, que explotó a 500 metros sobre el suelo.

La bomba Fat Man estaba hecha de plutonio 239. Era un material más fácil de conseguir y más eficiente, pero requería un mecanismo más complejo para utilizarlo.

El plutonio 239 no era puro. Esto podría causar una reacción en cadena prematura, con lo cual se perdería gran parte del potencial de la bomba. Se usó un mecanismo de implosión, para activar la bomba antes de que ocurriera esa fisión espontánea.

Fat Man tenía una carga de 6 kilos de plutonio, pero se calcula que solo logró fisionarse 1 kilo. Fue suficiente para liberar una energía equivalente a 21.000 toneladas de TNT.

"El lugar se convirtió en un mar de fuego. Era el infierno. Cuerpos quemados, voces pidiendo ayuda desde edificios derrumbados, personas a quienes se les caían las entrañas…", recordaba en 2020 Sumiteru Taniguchi, sobreviviente de Nagasaki, en un evento conmemorativo durante el 70 aniversario del ataque.

La explosión fue más fuerte que la de Hiroshima, pero el terreno montañoso de Nagasaki, ubicada entre dos valles, limitó el área de destrucción.

En Nagasaki la bomba destruyó un área de 7,7 km2. Cerca del 40% de la ciudad quedó en ruinas. "Había cientos de personas sufriendo en agonía, sin poder recibir ninguna atención médica", recordaba Terumi Tanaka, sobreviviente de Nagasaki y codirector de Nihon Hidankyo, durante la ceremonia del Nobel en 2024. "Tengo la firme convicción de que, incluso en la guerra, no debió permitirse que se produjeran semejantes asesinatos y mutilaciones".

No existen cifras definitivas de cuántas personas murieron a causa de los bombardeos, ya sea por la explosión inmediata o en los meses siguientes debido a las heridas y los efectos de la radiación. Los cálculos más conservadores estiman que para diciembre de 1945 unas 110.000 personas habían muerto en ambas ciudades.

Otros estudios afirman que la cifra total de víctimas, a finales de ese año, pudo ser más de 210.000.

2 de septiembre de 1945:  Tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki, Japón presentó su rendición

"Hemos decidido allanar el camino para una gran paz para todas las generaciones venideras, soportando lo insoportable y sufriendo lo insufrible", dijo el emperador japonés Hirohito, dirigiéndose a sus ciudadanos.

La rendición oficial se firmó el 2 de septiembre, a bordo del USS Missouri en la Bahía de Tokio. Se ponía fin así a la Segunda Guerra Mundial.

En una fracción de segundo tras la explosión de una bomba atómica, se liberan rayos gamma, neutrones y rayos X que salen disparados a una distancia de 3 km. En la bomba de Hiroshima, por ejemplo, resultaron letales para el 92% de las personas que estaban en un radio de 600 metros del punto cero.

Los sobrevivientes de las explosiones, conocidos como hibakusha, sufrieron las devastadoras consecuencias del intenso calor y de la radiación. De manera inmediata, sufrieron quemaduras que les arrancaron la piel.

Con el tiempo, algunas personas desarrollaron cataratas y tumores malignos. En los 5 años posteriores a los ataques, entre los habitantes de Hiroshima y Nagasaki aumentaron drásticamente los casos de leucemia.

Diez años después de los bombardeos, muchos sobrevivientes desarrollaron cáncer de tiroides, de seno y de pulmón a una tasa superior a la normal.

Además, la salud mental de los hibakusha también se vio afectada por haber presenciado un acto tan atroz, haber perdido a seres queridos y por el miedo a desarrollar enfermedades por causa de la radiación.
 

Fuente: BBC Mundo

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