Los astros, por ahora, parecen alinearse a favor del presidente Javier Milei. Haber frenado la inflación le ofrece un rédito importante, ya que ratifica la fe de sus creyentes y retiene la confianza de quienes no terminan de despejar las dudas acerca de un proyecto político absolutamente contradictorio con las tradiciones argentinas en materia política; entre ellas, el entusiasmo libertario con los Estados Unidos, especialmente con Donald Trump y con los sueños de liderar a la corriente internacional identificada con un nuevo conservadorismo hiperpresidencialista, fervorosamente capitalista.
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Los astros, por ahora, parecen alinearse a favor del presidente Javier Milei. Haber frenado la inflación le ofrece un rédito importante, ya que ratifica la fe de sus creyentes y retiene la confianza de quienes no terminan de despejar las dudas acerca de un proyecto político absolutamente contradictorio con las tradiciones argentinas en materia política; entre ellas, el entusiasmo libertario con los Estados Unidos, especialmente con Donald Trump y con los sueños de liderar a la corriente internacional identificada con un nuevo conservadorismo hiperpresidencialista, fervorosamente capitalista.
Los naufragios bolivarianos en Venezuela, Cuba y Nicaragua son la expresión de un relato anacrónico y fracasado, lo que convierte al kirchnerismo en una resonancia del pasado. La memoria inmediata le sigue dando aire a Milei.
Pero no es solo eso: la CGT, el principal ariete del peronismo fuera del poder se está dividiendo, tal como sucedió cada vez que un peronista llegó a la presidencia. La ruptura de Pablo Moyano, no solo con la conducción cegetista, sino hasta con su padre, Hugo, parece sacar de carrera al sindicalismo más duro. Pero la paz sindical, habitualmente, no es debilitamiento sino resuello.
El gobierno ha mostrado hasta ahora más pericia de la esperada para disuadir y negociar con los dirigentes gremiales, la mayoría de los cuales lleva décadas en el poder. Y por eso, son maestros en el arte de manejar los tiempos.
Y la velocidad con que se destrabó provisoriamente en agudo conflicto con los aeronáuticos es también muestra de que los dogmas y las diatribas del presidente son más bien para consumo interno de sus seguidores de las redes sociales.
Lo cierto es que, por ahora, las calles están bajo control. Y llega diciembre, un mes privilegiado por el activismo (a veces extrapartidario y impulsado por las minorías radicalizadas de izquierda) para protagonizar movilizaciones y reclamos a los que se sumaría, en este caso, un kirchnerismo sin proyecto y que no termina de hacer píe.
Pero nunca hay que cantar victoria, aunque parezca que el cambio es irreversible. Hay demasiada pobreza, una degradación laboral de dimensiones letales y mucho camino para recorrer como para dormirse en los laureles. Y si bien es probable que el país no vaya a dar marcha atrás, hay que tener cuidado para evitar que termine avanzando en cualquier dirección.
Milei parece haber aprendido a hilvanar acuerdos, pero debería estar muy atento a la fragmentación interna. La tentación de crear una "Santa Inquisición" libertaria, que confunda su vínculo con la vicepresidenta Victoria Villarruel y la castigue como "zurda" es una jugada de alto riesgo. Esa tendencia sancionatoria, extendida hacia los aliados, o el lenguaje provocativo contra toda la oposición puede convertirse, en las elecciones legislativas, en una "vuelta de campana" para el optimismo de estos días.
Asignaturas urgentes
El gobierno sigue necesitando acuerdos urgentes. No está en condiciones de apostar al azar. En primer lugar, llegar a 2025 sin un nuevo presupuesto no sería un indicio de cambio, sino más bien una lamentable continuidad. Una nueva prórroga al presupuesto vigente, que es el de 2023, podría resultar cómodo para aumentar el manejo discrecional de los recursos por parte del presidente y del ministro de Economía, pero ese no es más que un antiguo vicio en nuestra democracia. Un país no puede crecer en un estado de emergencia perpetua.
Además, el presupuesto es imprescindible para mostrar en el mercado exterior que las políticas de ajuste se encaminarán hacia una economía equilibrada y en desarrollo. De ese modo, con un crecimiento sostenido y estable, a los datos macroeconómicos se sumará un elemento institucional para que la empatía y los halagos se conviertan en confianza y seguridad jurídica. El Fondo Monetario, del cual Milei espera un refuerzo financiero, fue explícito al respecto. Y los inversores de Wall Street también.
La economía está mejor y la oposición, por ahora, juega a favor del proyecto libertario, pero para que el crédito sea seguro, sería aconsejable que el activismo ultra mileista deje de vociferar invocando ser el "brazo armado" que quiere terminar con "los zurdos", que serían todos los que analizan critican o disienten con el oficialismo, sumado claro, a la oposición kirchnerista o de izquierda.
Un escenario con pendones romanos y oratoria similar al fascismo ´(con la presencia de apenas 200 personas en las plateas) no son el fondo de pantalla ideal para un público exterior que hace mucho tiempo descree del mesianismo argentino. Y si el proyecto oficialista se empantana (nadie en el mundo está seguro de lo que ocurrirá en el planeta con Donald Trump en la casa blanca), por ahora, Cristina Kirchner, con doble condena por la causa Vialidad, es la única que intenta liderar a la oposición para que "los chicos de la revolución" desplacen a "las fuerzas del cielo".