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El país más poblado del mundo camina hacia su sucesión, aunque no se esperan cambios de fondo en el régimen gobernante. Con Pekín tomado por 1,4 millones de policías y vigilantes voluntarios, el Partido Comunista Chino (PCCh) inició hace tres días un congreso crucial, en el que se producirá la llegada de una nueva generación de líderes al gobierno. El actual vicepresidente chino, Xi Jinping, será designado secretario general del partido, y en marzo de 2013, durante la sesión anual de la Asamblea Nacional, ascenderá a presidente en sustitución de Hu Jintao. En ese momento, además, se prevé que Li Keqiang, actual viceprimer ministro, suceda a Wen Jiabao como primer ministro. El XVIII Congreso del PCCh decidirá también la composición del Comité Central (200 miembros), que a su vez elegirá al Politburó (25 miembros) y el Comité Permanente del Politburó, ahora de nueve personas, pero que podría quedar reducido a 7.
Solo dos dirigentes seguirán
Xi, de 59 años, y Li, de 57, forman parte del actual Comité Permanente y son los únicos que continuarán. Los otros siete integrantes se retirarán para dejar paso a una generación de dirigentes más jóvenes. La composición completa del Comité Permanente no se conocerá hasta el final del cónclave, que se producirá esta semana.
En la sesión de apertura, ante los 2.270 delegados del partido reunidos en el Gran Palacio del Pueblo, Hu Jintao, lanzó un alegato contra la corrupción, uno de los males principales. Advirtió que si el Partido no lucha contra la corrupción afrontará “su caída y la del Estado”. Durante hora y media, el jefe de Estado y secretario general enumeró los problemas que afronta el país, desde el desequilibrio económico entre las ciudades y el campo hasta cuestiones ambientales.
Pero hizo hincapié en la lucha contra la corrupción: “Tenemos que mantener en todo momento una postura muy severa en el castigo a la corrupción”. Por eso anunció que se castigará “sin clemencia a cualquier persona involucrada, sea cual fuere su poder o su cargo”.
Desafíos económicos y políticos
El abanico de desafíos es amplio: las desigualdades sociales, corrupción, problemas ambientales, la creciente protesta social, las ascendentes peticiones de reforma política, las tensiones con los países vecinos y la ralentización de la economía.
Académicos y analistas consideran que el modelo actual está agotado, debido a su excesiva dependencia de las exportaciones y la inversión, y prevén que el partido emprenda reformas económicas.
Los partidarios de los cambios están presionando a Xi Jinping para que elimine los privilegios de las compañías estatales, modifique el sistema fiscal que anima a las autoridades locales a financiarse con expropiaciones de suelo, facilite la instalación de emigrantes rurales en las ciudades y limite el poder de un Estado que, según afirman, amenaza con estrangular el crecimiento.
Los delegados serán más cautos a la hora de responder a las cada vez mayores demandas de reforma política. Nadie espera un paso hacia una democratización de tipo occidental, pero el PCCh podría introducir medidas experimentales para ampliar la denominada democracia interna del partido.
En realidad, los nombramientos de los altos dirigentes Äcon un Xi Jinping y un Li Keqiang que ocuparán el poder durante 10 añosÄ llegan hechos. Han sido decididos de antemano por los líderes en activo y jubilados, en un proceso secretista, marcado por duras negociaciones entre facciones.