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El techo de la reforma china es político

Sabado, 10 de noviembre de 2012 21:09
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Convertida en la segunda economía del mundo, cuando todo parecía sonreírle en su imparable ascenso hacia la cima global, la combinación de la crisis financiera internacional, las dificultades en la gestión del cambio de modelo de desarrollo y la agudización de las tensiones políticas y sociales internas, configuran un panorama ciertamente complejo.

En su década al frente del PCCh, Hu Jintao imprimió nuevas tendencias. Consciente de que el exitoso modelo que había conducido a China por la senda de un elevado crecimiento tenía los días contados, su giro enfatizó la búsqueda de la armonía en lo social, un desarrollo con mayor valor añadido, una mayor presencia internacional y hasta coqueteó con una pretendida oxigenación política. No obstante, en ninguno de dichos rubros ha podido consolidar nuevas tendencias y, por el contrario, buena parte de los viejos problemas parecen acentuarse. Por eso no falta quien le acuse de ser el artífice de una “década perdida”.

Las tradicionales obsesiones del PCCh no han sufrido alteraciones: crecimiento, estabilidad, soberanía, hegemonía política. Ni las sufrirán.

El peso del Estado Partido

A pesar de las muchas innovaciones introducidas en las tres últimas décadas, el predominio del sector público y la fuerte capacidad intervencionista del Estado, otrora considerados garantes frente a posibles derrapes, hoy representan obstáculos a remover. Los sectores estratégicos, definidos por Hu Jintao como segmentos reservados al control del Estado Partido, deben ceder paso a un nuevo equilibrio a favor de una mayor presencia del sector privado.

Hay quien pone el acento en peligros diferentes, como el autoritarismo del sistema político, originado en un contexto sin relación con la sociedad actual y con visibles grietas que advierten de su inviabilidad.

La estabilidad no solo depende ya de la capacidad para mantener elevados niveles de crecimiento, actualizando siempre el intercambio de prosperidad por sumisión; también del diseño de un marco político capaz de integrar y gestionar los innumerables cambios sociales de las últimas décadas y que tienen su epicentro en la configuración de una clase media urbana, acomodada y artífice de un dinamismo que encuentra en las redes sociales mecanismos de intervención de compleja represión.

El debate político

El debate sobre la reforma política ha estado presente en la agenda de Hu Jintao en el último lustro a través de propuestas con potencial. Los planteos sugeridos tienen en común la necesidad de mover las piezas para conjurar un doble temor: una inestabilidad al alza como consecuencia del agravamiento de fenómenos como las desigualdades y la corrupción y el sugerido por la superación de los límites que le garantizan una hegemonía que se resiste a discutir.

Confrontado al reto del colapso, es dable esperar del Congreso avances, pero muy cautos. Los cambios en la jerarquía deben reflejar esa apuesta por el mínimo común denominador. La balanza se inclinará del lado de un consenso que evite la fractura y garantice la posición hegemónica del Partido, aunque cada día se ve más vulnerable, bien por sus dificultades para disimular carencias éticas o desmentir la obsolescencia de su proyecto, como por la acción espontánea y convergente de los nuevos actores que dan vida a una China paralela, efervescente y dinámica.

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