¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
11°
17 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Cambio politico en China

Viernes, 16 de noviembre de 2012 20:22
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Lo peor que le podría suceder a Estados Unidos sería una terremoto económico en China, lo mismo a la inversa.

La culminación del XVIII Congreso del Partido Comunista China, que ungió al actual vicepresidente XI Jinping como sucesor de Hu Jintau en la jefatura de Estado, coincidió con la difusión del informe de la Organización de Cooperación para el Desarrollo (OCDE), selecto club que nuclea a los 34 países altamente desarrollados, que consignó que antes del fin de la presente década China desplazará a Estados Unidos como primera potencia económica mundial.

Xi Jinping será entonces el presidente de la primera potencia económica mundial. En consecuencia, el sucesor de Barack Obama en la Casa Blanca será el presidente de la segunda potencia económica mundial. Un cambio de estas características no se registra desde principios del siglo XX, cuando Estados Unidos sustituyó a Gran Bretaña en la cima del poder global.

Históricamente, este cambio es todavía mucho más hondo y significativo. La transferencia de liderazgo desde Gran Bretaña a Estados Unidos tuvo lugar entre dos países culturalmente entrelazados, mientras que el ascenso de China implica un deslizamiento mucho más profundo, desde Occidente hacia Oriente, desde el Atlántico hacia el Pacífico y desde la raza blanca hacia la raza amarilla.

La conciencia generalizada acerca de que, partir de ahora, lo que suceda en China tendrá una inmediata repercusión mundial hizo que los medios periodísticos internacionales hayan prestado a este congreso partidario una atención nunca brindada a los anteriores, aunque la mayoría de las interpretaciones difundidas adolezcan de los clásicos vicios de comprensión de los expertos occidentales, quienes pretenden utilizar categorías de análisis que no se corresponden con las singularidades de la política china.

Trasvasamiento generacional

Una nueva generación se hace cargo del poder. El cambio en los mandos es muy profundo. Sólo dos de los anteriores nueve miembros del Politburó, que es la máxima instancia de conducción del partido y el Estado, permanecerán en sus cargos: Xi Jinping y Li Kequiang, próximo primer ministro.

En el lenguaje partidario, asoma la “Quinta Generación”. Cada una de las generaciones anteriores tuvo una personalidad emblemática. En la primera fue Mao Tse Tung (el “Gran Timonel”), en la segunda Deng Xiaoping (artífice de las reformas), en la tercera Jiang Zemin y en la cuarta el saliente Hu Jintau. Xi Jinping dará su nombre a esta nueva generación, que ahora se hace cargo del timón.

La historia y la personalidad del nuevo líder chino constituyen en si mismas un mensaje político. Su origen familiar selló su formación. Es uno de los “príncipes rojos”, hijo de un “héroe revolucionario”, estrecho colaborador de Mao, que cayó en desgracia durante la “Revolución Cultural” y fue rehabilitado por Deng, para erigirse en uno de los principales promotores de la política de apertura.

La experiencia de gobierno de Xi Jinping está también asociada al desarrollo económico chino de los últimos treinta años. Tiene un profundo conocimiento de Estados Unidos, país que visitó en innumerables oportunidades, acrecentado por una hija que estudia en la Universidad de Harvard.

Con una personalidad mucho más extrovertida que sus antecesores y una esposa que es una de las cantantes más famosas de China, Xi Jinping parecería preparado para convertirse en un equivalente de Barack Obama: un líder de una superpotencia con una alta exposición en los medios de comunicación social y capaz de suscitar las simpatías de la opinión pública internacional.

Reforma y apertura

La nueva dirigencia recibió el mandato de avanzar en el proceso de reformas y económicas y apertura política, con el énfasis puesto en la búsqueda de un desarrollo integral que permita atenuar las gigantescas disparidades sociales y regionales que agobian al coloso asiático y constituyen una constante fuente de tensiones internas y protestas populares.

En un hecho inédito, la propia agencia estatal de noticias Xinhua, controlada directamente por el Partido Comunista, editorializó sobre que “mucha gente se ha disgustado o quedado perpleja por los males sociales del país, tales como los alimentos de mala calidad, la enorme disparidad de la riqueza, los males medioambientales y la corrupción”.

Cada congreso partidario impulsa la sanción de enmiendas constitucionales vinculadas con las tareas propias de cada etapa, que son propuestas por la dirección saliente. Entre las nuevas enmiendas aprobadas por este XVIII Congreso, aparecen destacadas la reforma y la apertura como “el camino hacia una China más fuerte” y la “característica sobresaliente” del nuevo período.

Aunque amortiguado por los exquisitos modos orientales, el debate interno en las filas partidarias es más profundo que lo que se supone. Los medios universitarios y algunas publicaciones teóricas, que son los únicos vehículos apropiados que permiten el seguimiento de esa discusión, revelan su intensidad.

Xi Ming, un profesor de la poderosa Escuela de Cuadros del Comité Central del Partido Comunista, admitió que “las reformas en China no son perfectas y algunas personas sienten nostalgia y hasta desean detenerlas”, pero recalcó que “en este momento, rechazar las reformas sólo conducirá a China a un callejón sin salida”.

Zheng Changzhong, de la Universidad de Fudan, dijo que “los nuevos líderes del Partido deben comprender las diversas peticiones del pueblo chino, hacer una lista de prioridades y hacer avanzar las reformas en el momento apropiada y con la intensidad apropiada”. Advirtió que “si el partido aspira a mantener su gobierno a lo largo del camino socialista, siempre debe tener en cuenta la opción estratégica de la reforma para bien del pueblo”.

Lo que viene

Obama y Xi Jinping serán las caras visibles de la transición entre un G-2 que está constituido actualmente por “Estados Unidos más China” por un G-2 que será “China más Estados Unidos”. Ambas partes se preparan para protagonizar una fase histórica que, más allá de las obvias diferencias de intereses y de regímenes políticos, no estará signada por la confrontación, sino por una alianza estratégica entre dos superpotencias que pretenden establecer de común acuerdo una nueva plataforma de gobernabilidad mundial.

Hay un significativo común denominador entre el presente pasaje desde el liderazgo mundial norteamericano hacia el ascenso de China y el anterior tránsito desde la hegemonía británica al predominio estadounidense de hace un siglo. Desde fines del siglo XIX, las inversiones de las empresas británicas empezaron a concentrarse en el pujante mercado norteamericano y financiaron su desarrollo. Desde hace treinta años, las inversiones las empresas transnacionales también estadounidenses se convirtieron en las principales impulsoras del milagro chino.

Estados Unidos y China son en los hechos una unidad económica. Lo peor que le podría suceder a Estados Unidos sería una terremoto económico en China y, a la inversa lo peor, que podría acaecerle a China sería un colapso en la economía norteamericana. Es un caso de cooperación en defensa propia.

.

.

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD