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La monumental obra de Julio González lleva por título: “La involución hispanoamericana, de provincias de las Españas a territorios tributarios”- El caso argentino 1711-2010. La involución del país es hoy lacerante y se verifica en innumerables indicios. Nuestro país y nuestro pueblo no logran resolver la decadencia y la disolución.
Nada de esto es obra de un fenómeno natural ni producto del destino. Existe una decisión ejecutada minuciosa y programáticamente.
La feudalización y la balcanización económica de la Argentina y el sostenido y progresivo ataque contra los argentinos (drogas, inseguridad, asesinatos, abortos, suicidios, eutanasia, nuevo Código Civil) son capítulos de ese programa.
No se trata de una hipótesis abstracta y futura. No es una “sensación” de menor o mayor perceptibilidad. En función de los concretos intereses materiales y vitales del país constatamos que en la Argentina no hay, desde hace décadas, un gobierno “para” los argentinos.
No hay un poder político argentino. No hay un derecho para los argentinos. No hay una Justicia independiente que pueda ser reconocida como tal. No hay desendeudamiento, como se proclama, pero por imperio de la “ley del acreedor” de nuestra deuda nos transformamos en un “territorio” receptivo de las decisiones exógenas, que abarcan todo el abanico de la actividad humana.
La decisión presidencial de abandono de la Fragata en un puerto que sospechosamente reemplazó al de Nigeria es la constatación que la “Libertad” ya fue perdida una y mil veces.
En este último capítulo a manos del Barclay's Bank, que por obra y gracia de Amado Boudou -como se recordará, además de vicepresidente, músico fracasado, motoquero y responsable del escándalo Ciccone, también fue ministro de Economía- por resolución 267/09 fue designado como management del pago de nuestra deuda externa y que hoy tiene la sede principal de sus oficinas ¿casualmente? en Ghana.
El desmantelamiento de todas las Fuerzas Armadas nacional, en su faz material, psicológica y espiritual, iniciada por los propios integrantes del “Proceso”, ha sido incrementada hasta el paroxismo por los sucesivos gobiernos, incluido el actual. En está crucial mundialización político- militar se nos impuso la estructura de un país atrozmente injusto, económicamente esclavo y políticamente desquiciado.
Por ello, al suprimir las fuerzas nacionales se garantiza la absoluta carencia de soberanía, o sea la capacidad jurídica de contratación y negociación en la comunidad internacional, dentro de la que ya perdimos nuestra existencia.
Cada generación que es constructora de la historia debe tributar su cuota de lucha, patriotismo y también martirio. Mi generación, que fue la generación de 1973, como la que nos siguió, que fue la generación de la guerra de Malvinas de 1982, aportaron sus existencias para edificar un tramo muy importante de la historia de mañana, de la historia de victoria y futuro, que es la que explica y justifica nuestras vidas en el horizonte de un universo concebido para el amor y no para el temor. Ni siquiera “un poquito”, como sugiere la Presidenta, porque el temor nos inhibe de superar una resignación suicida.