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Ya mencione en artículos anteriores que la política argentina en materia ferroviaria, especialmente desde el menemismo a la fecha, tendría que figurar en el “Manual de pelotudeces argentinas” (que me perdone Arturo Jauretche). Dejemos el “amiguismo” y la conveniencia política en cargos claves, como tener a Moyano en el directorio del Belgrano Cargas o a Recalde por ser de La Cámpora como presidente de Aerolíneas Argentinas. Ninguno tenía antecedentes ni preparación para esos cargos. Basta ver cómo andan ambas empresas. Los subsidios, que son una herramienta económica de excepción y transitoria, y debían destinarse a los sectores más desprotegidos de la sociedad, se transformaron en un “festival de reparto” para los bolsillos de los grupos concesionarios de la energía y el transporte, que culminaron en déficit energético. Vamos camino a importar 12.000 millones de dólares en gas y combustibles líquidos teniéndolos en el subsuelo argentino. Tenemos también el desastre evitable del 22 de febrero en Estación Once. Exigimos que esto no quede impune.
Volviendo a los trenes, nuestra estructura geográfica y productiva, y más aún si la meta es alcanzar 150 millones de toneladas de granos, nos exige invertir en el transporte terrestre más barato, eficiente y seguro que es el ferrocarril. Un tren de carga consume menos que 3 camiones y sustituye a más de 30, según la topografía y la relación tonelaje/volumen.
En el mapa adjunto resalta la necesidad para el NOA y toda la región andina, las ventajas en costo de flete, tiempo y combustible de salir directamente al Pacífico, invirtiendo en ferrocarriles y rutas estratégicas. El tremendo desarrollo de Argentina en la segunda mitad del sigo XIX y los primeros 30 años del sigo XX a tasas de crecimiento “a la argentina”, similares y precursoras de las actuales “chinas”, nos llevó a ser la octava potencia económica del mundo y la primera, por lejos, de Latinoamérica. Esto fue posible cuando disponíamos de 55.000 km de vías férreas. Ahora solo quedan en uso 8.500 km. No nos olvidemos que la patria se liberó a “lomo de caballo” y se desarrolló a “lomo de ferrocarril”.
El lapidario informe de la Auditoría General de la Nación en relación con las causas que llevaron al accidente de Once, la falta de inversión y mantenimiento en los servicios concesionados, la pobreza de los argumentos de ministros y secretarios de Transporte, más el “mutis por el foro” de la Presidenta, que reaparece para tratar de desviar la atención sobre lo que realmente pasa, nos aflige sobremanera ya que demuestran que no están en condiciones de conducir un país. No se olviden que el 54% de los votos que legítimamente sacaron en las pasadas elecciones no es una fotografía inamovible sino que es parte de una realidad que cambia. La energía, el transporte y la corrupción deben ser abordados, corregidos y debe darse castigo civil y penal a los responsables. Cuanta razón tenía Ortega y Gasset cuando hace 60 años nos recomendó: “Argentinos, a las cosas”.