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?Nos patotearon en plena avenida solo para robarnos?

Miércoles, 18 de abril de 2012 17:46
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Una nutrida concurrencia despidió los restos mortales de Horacio Carrizo (41), padre de siete hijos, ultimado a puñaladas en una parada de ómnibus sobre avenida Hipólito Yrigoyen al 1900, la madrugada del domingo, a manos de una patota. Tanto amigos como familiares repudiaron de manera vehemente el comunicado oficial de la Policía de la Provincia, en el que de manera explícita asegura que tanto víctimas como victimarios habían participado de una ingesta alcohólica y que producto de ésta se habría originado el conato de violencia que terminó con la vida de Carrizo y las graves lesiones recibidas por su sobrino, Daniel Viveros, a quien le perforaron un pulmón.

Al cruce de la versión oficial, el sobreviviente aseguró a El Tribuno que “ese informe ofende a la verdad”, y aseguró que tanto él como su tío habían estado horas antes en una bailanta, de la que se retiraron para ir a buscar a su tío Raúl, que habita una vivienda de villa El Sol, a quien no encontraron, por lo que se dirigieron hacia avenida Yrigoyen para abordar un colectivo que los llevase hacia la terminal. El joven, aún entubado en su pulmón derecho por un drenaje evidente, relató sin ambages su desventura: “Estábamos ya sobre la avenida cuando desde una calle lateral aparecieron dos jóvenes, quienes comenzaron a golpearme y a tratar de arrebatarme el celular. Mientras mi tío intentaba pacificarlos, apareció un grupo de entre diez y doce personas, entre ellas dos mujeres, quienes comenzaron a golpearme. Mi tío, entonces, me gritó: "­Corré!'”, dijo llorando. Luego, continuó: “Yo alcancé el puente peatonal pero detrás mío venían al menos cinco tipos que me derribaron de una puñalada en la espalda. Cuando caí comenzaron a golpearme, mientras uno me quitaba las zapatillas y otro me robaba mi celular. Fue una carnicería”, dijo casi quebrado por el recuerdo. Pero, se recompuso y siguió: “Me vi teñido en sangre; quise caminar y me sentí terriblemente cansado. Me desplomé, me arrastré por la tierra no sé cuántos metros y parece que me desmayé. No sabía qué había pasado con mi tío, pero me enteré rato después cuando en la guardia del hospital lo vi pasar en camilla, ensangrentado y sin vida, un cuadro horrible”. “No entiendo qué quiere esconder la Policía, nunca estuve con mis agresores ni bebí con ellos; gracias a mi tío estoy vivo y puedo relatar esta verdad que habla del peligro que encierra transitar en horas de la madrugada por algunos puntos de la ciudad”, finalizó.

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