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HUGO KRASNOBRODA[email protected]
Pese a ser un juez que no mantiene para nada una mala relación con el Gobierno, Ariel Lijo demostró en pocos días que no tomó posesión de la causa contra el vicepresidente para ponerla en un freezer como muchos pensaban. Si bien es cierto que separó al fiscal Rívolo, que avanzó fuerte con el caso Ciccone, también lo es que designó a Di Lello para que investigue a Boudou, ni más ni menos que el fiscal que lo imputó esta semana por enriquecimiento ilícito.
De hecho, la validación del allanamiento en el departamento de Puerto Madero del que es propietario el exministro de Economía sorprendió a varios. Es que en esa requisitoria, cuestionada por la defensa del vice, se recogieron pruebas importantes que vincularían a Boudou con Alejandro Vandenbroele, su supuesto testaferro y el director de la nueva Ciccone. Probablemente Lijo avance a paso un poco más lento que el que llevaba Rafecas, eso es verdad. Sin embargo, las primeras medidas del magistrado dan una señal de que no paralizará la causa, el verdadero y único objetivo de un Boudou cada vez más desprestigiado.