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El ataque de los “motochorros” no tiene freno en la capital salteña. Manotazo para agarrar un bolso, cartera, un celular o lo que puedan arrancar. La situación se repite de todos los días.
Pese a que el Ministerio de Seguridad había anunciado una reducción de los delitos urbanos, entre ellos los que se cometen en dos ruedas, las denuncias policiales demuestran lo contrario.
En 2010 dos motochorros cometían, a diario, fechorías contra la propiedad, mientras que en 2011 el promedio fue tres. A mediados de mayo el promedio por jornada para el 2012 arrojó cuatro delitos a través de esta modalidad. Conclusión: la tasa se duplicó en la capital salteña.
En marzo, el ministro de Seguridad, Eduardo Sylvester, salió a contrarrestar las críticas por la inseguridad y afirmó que los delitos que se cometen en el ejido urbano habían decaído un 17% en comparación con el mismo período del año pasado. Por otra parte, el Centro de Análisis y Difusión de Datos (CRADD) ve que las corridas de los motochorros crece a gran velocidad. Hay que tener en cuenta que las estadísticas se confeccionan en base a las denuncias. Y es “vox populi” que muchas víctimas ya no van a los destacamentos ni para hacer una exposición.
Los “operativos arrebato” sobre dos ruedas no solo se concentran en el congestionado centro de la ciudad. Los barrios, villas y los asentamientos periféricos también lo padecen como moneda corriente.
La primera semana del mes dos distribuidores de cervezas fueron embestidos por tres motochorros en barrio Solidaridad. Era pleno mediodía. Uno de los delincuentes sacó un revólver calibre 22, gatilló y la bala no salió. Así se llevaron cerca de $1.000.
Según el CRADD, hasta el 15 de mayo, apenas el 2,5 % de las acciones de los motociclistas ladrones fue considerado robo calificado.
En la mayoría de las avanzadas los motochorros apelan a la violencia. Ancianos, niños y hasta embarazadas terminan tirados en la calle o en las veredas.
El 89% de los ataques fueron robos, mientras que el 3%, hurtos, es decir, sin emplear la fuerza.