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En la ciudad, los barrios del sur fueron los que más sufrieron los efectos del viento, donde a la quema de pastizales se sumaron los incendios de casas y vehículo.
En Santa Ana I, en el límite con la localidad de Cerrillos, al menos tres viviendas se incineraron casi completamente.
Ese día, alrededor de las 15, una casa de adobe comenzó a prenderse fuego. Afortunadamente no había nadie en el interior pero el casero, al que los vecinos conocen como “don Flores”, se alertó de esta situación y comenzó, por sus propios medios, a intentar sofocar el fuego.
Los bomberos no llegaban nunca, así que decenas de vecinos se volcaron a la tarea de apagar este incontrolable incendio.
Pero se había cortado el agua, cosa que empeoró aún más este triste panorama.
La desesperación era tal que muchos de los que estaban allí se propusieron derribar una de las paredes a pedradas, para poder apagar más fácilmente la bocanada de fuego que salía por la ventana.
No pudieron lograrlo, pero sí controlaron las llamas, al menos en parte. Cerca de una hora más tarde recién llegaron los bomberos y terminaron de apagar el fuego.
Las pérdidas en la casa ya habían sido casi totales.
Esta es una de las tantas historias del martes. La de una familia que, de un día para el otro, se quedó sin un lugar para vivir.
Camión incinerado
Operarios de una empresa privada encargada de colocar fibra óptica bebían un refrigerio, cuando repentinamente el viento trajo cenizas que provocaron un feroz incendio que calcinó completamente el camión en el que se transportaban. Esto ocurrió también en Santa Ana I.