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?La institución que oprime a las mujeres es la familia?

Lunes, 21 de enero de 2013 22:58
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“La violencia de género sigue siendo la cara oculta de una sociedad que esconde odio y desprecio por la mujer ”.

La cultura patriarcal es parte de la formación de la mentalidad de gran parte de los pueblos, de forma que la violencia contra las mujeres es, en realidad, el síntoma y no la enfermedad. En la construcción histórica de las subjetividades, el género mujer quedó entrampado en otra clase de pacto, el pacto entre varones que las tomó como botín, como capital productor de proles. La institución que subordina y oprime a las mujeres es la familia. La relevancia de la misma se debe a que aún recrea las condiciones de dominio social, si bien con menos fuerza que en otros momentos históricos.

La violencia de género sigue siendo la cara oculta de una sociedad que esconde una matriz de odio y desprecio por la mujer. Sin embargo, todos los días se suma una nueva voz en contra de quienes apoyan un orden conservador y sexista. Así las cosas, los avances obtenidos en declaraciones y convenciones internacionales constituyen la síntesis de una larga batalla cultural reconocida en ámbitos globales como Naciones Unidas.

Nuestro país cuenta con una Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres. Sin embargo, sabemos que una ley o la reforma de un artículo resultan poco trascendentes cuando no son acompañadas por la sociedad en su conjunto, que debe combatir la violencia de género con más educación. El desinterés o la ineficacia en impartir justicia y condenar a los violentos responde a una lógica perversa que tuvo su epicentro en el infame caso de trata de Marita Verón.

Por otro lado, el acceso a la justicia para mujeres víctimas de violencia en las Américas, no protege de manera suficiente la dignidad y la privacidad de las víctimas dentro del proceso de investigación. Las víctimas llegan a ser revictimizadas por una falta de sensibilidad ante su situación de víctimas, su sexo y la gravedad de los hechos alegados. La doble victimización de las mujeres que inician acciones por delitos sexuales es evidente desde el momento inicial de interposición de la denuncia ante las autoridades, las cuales se tramitan, sin las condiciones físicas necesarias para asegurar la privacidad y seguridad de la denunciante. Todo lo que refuerza la vulnerabilidad a la que ya está expuesta la denunciante.

Para realizar la denuncia la víctima ha tenido que superar circunstancias, muchas veces inimaginables para una tercera ajena y extraña a su dolor y es muy importante que reciba la atención y orientación calificada, paciente, directa y respetuosa, valorar la credibilidad de la denuncia.

En varios países existe un patrón de impunidad sistemática en el procesamiento judicial y en las actuaciones en torno a casos de violencia contra las mujeres debido al hecho de que la gran mayoría de estos casos carece de una investigación, sanción y reparación efectiva. La impunidad de estas violaciones de derechos perpetúa la aceptación social del fenómeno de la violencia contra las mujeres, el sentimiento y la sensación de inseguridad en las mujeres, así como una persistente desconfianza de éstas en el sistema de administración de la justicia.

En la realidad de nuestro país, se evidencia que el avance normativo viene siendo mayor que los cambios generados en los patrones socioculturales de género en las familias. En efecto, estos patrones convertidos en creencias, mitos y prejuicios, continúan influyendo en la construcción de la identidad masculina y femenina, estableciendo papeles diferenciados y estatus desiguales en ambos géneros, como obstáculos para la relación democrática dentro de las familias, limitando el adelanto de las mujeres en todas las etapas de su vida.

La influencia de patrones socioculturales discriminatorios puede dar como resultado una descalificación de la credibilidad de la víctima durante el proceso penal en casos de violencia y una asunción tácita de responsabilidad de ella por los hechos, ya sea por su forma de vestir, por su ocupación laboral, conducta sexual, relación o parentesco con el agresor, lo cual se traduce en inacción, ante denuncias de hechos violentos. Esta influencia también puede afectar la investigación de los casos y la valoración de la prueba subsiguiente, que puede verse marcada por nociones estereotipadas sobre cuál debe ser el comportamiento de las mujeres en sus relaciones interpersonales.

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