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Para el concejal Arturo Borelli resulta difícil manejarse como cabeza de la primera minoría de un cuerpo colegiado. Es que empezaron a transitar el tramo más difícil, que es el de cumplir las promesas. Es ahí cuando la ilusión se desvanece y el político suele empezar a perder votos. Los salteños no eligieron a Borelli para que protagonice patoteadas como las de ayer. A Tolaba y a Echazú, tampoco.
Hay signos de soberbia. Tanto Borelli como el líder del PO, Claudio Del Pla, invocan la “voluntad popular” para reclamar la presidencia del Concejo Deliberante. Es un síntoma de la cultura populista dominante. En las elecciones lograron el 30 por ciento de los votos de Salta capital. Un 70 por ciento de los ciudadanos no los acompaña. El electorado no eligió las autoridades del Concejo, por lo cual estas deberán ser proclamadas a través de un acuerdo.
La “voluntad popular” es el argumento clásico de quienes reniegan de la democracia representativa. Sin mucho esfuerzo, se llega a la exaltación del líder iluminado.
Por perfil y por práctica, el PO es opositor. Ahora le toca aprender a convivir, a dialogar y a tolerar, so pena de que se esfume definitivamente el encanto.