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Una vez más el kirchnerismo se mostró excesivamente apurado e incapaz de darle un poco de serenidad a un debate que marcará el accionar de la justicia por los próximos 50 años. En un suspiro, ya están los dictámenes firmados y la semana próxima los proyectos se transformarán en ley. Así de simple, como quien no quiere la cosa.
Y la oposición, con su faltazo generalizado, volvió a demostrar un nivel de pasividad que asombra ante los ojos de la sociedad.
¿No era más redituable políticamente aprovechar la presencia de Alak y Alvarez para interpelarlos públicamente sobre las supuestas falencias del proyecto? ¿No hubiese sido más lógico utilizar los cámaras de televisión que estaban presentes para incomodar a los funcionarios y darle más repercusión a sus denuncias? Por supuesto que sí, pero la oposición -con la excepción de la salteña Sonia Escudero- prefirió no asistir al debate y regalarle un fácil trámite al oficialismo en el Congreso. Lo que hizo la oposición no fue más que una muestra de unidad en medio de la dispersión del espectro anti-K, pero estuvo lejos de ser la adecuada.