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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Un atajo que puede sumar dólares pero resta confianza

Miércoles, 08 de mayo de 2013 23:12

Que el Gobierno quiera atraer los capitales que están fuera del sistema para volcarlos a la economía doméstica no es algo malo ni mucho menos, lo controvertido es el mecanismo que eligió para hacerlo. No hubo anuncios destinados a mejorar la confianza en la economía ni definiciones concretas sobre qué medidas se tomarán para evitar que el peso se siga depreciando. Tampoco se habló de cómo bajar la inflación ni de qué plazos se barajan para que termine el cepo cambiario.

El Gobierno, a solo seis meses de las elecciones, optó por lo más rápido: un perdón a todos los evasores, muchos de ellos con fondos que pueden ser fuente de delitos penales, en medio de la lucha que el mundo está llevando adelante en contra del lavado de dinero. La señal, tanto hacia afuera como hacia adentro, suma muchas más dudas que certezas. La foto de todo el equipo económico unido al momento de hacer el anuncio dejó al descubierto, como pocas veces antes, la ausencia absoluta de un ministro de Economía influyente en la Argentina.

Eso no es algo exclusivo del Gobierno de Cristina, ya que tras la salida de Roberto Lavagna ningún otro funcionario que ocupó ese cargo tuvo peso específico propio. La novedad fue que Cristina buscó alejar fantasmas de ruptura entre esos personajes, distanciados entre sí por las estrategias para contener el dólar paralelo, pero terminó quitándole aún más poder a todos. Esto afectó principalmente a Hernán Lorenzino, quien viene vapuleado por su nula toma de decisiones y por su bochornoso “me quiero ir” ante una periodista griega.

Cristina sabe mejor que nadie que la medida que lanzó anteayer es sumamente antipopular ante los ojos de la opinión pública, y mucho más si se tiene en cuenta que la AFIP le niega a cualquier persona comprar un dólar al valor oficial. Por eso, no sorprendió a nadie que no haya sido ella la encargada de hacer el anuncio: Cristina solo da a conocer medidas de alto impacto político para la sociedad, como todo líder político. Esta vez el trabajo sucio quedó en manos de cinco funcionarios distintos, todos ellos con una imagen positiva que no termina de despegar en ninguna encuesta que se consulte.

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Que el Gobierno quiera atraer los capitales que están fuera del sistema para volcarlos a la economía doméstica no es algo malo ni mucho menos, lo controvertido es el mecanismo que eligió para hacerlo. No hubo anuncios destinados a mejorar la confianza en la economía ni definiciones concretas sobre qué medidas se tomarán para evitar que el peso se siga depreciando. Tampoco se habló de cómo bajar la inflación ni de qué plazos se barajan para que termine el cepo cambiario.

El Gobierno, a solo seis meses de las elecciones, optó por lo más rápido: un perdón a todos los evasores, muchos de ellos con fondos que pueden ser fuente de delitos penales, en medio de la lucha que el mundo está llevando adelante en contra del lavado de dinero. La señal, tanto hacia afuera como hacia adentro, suma muchas más dudas que certezas. La foto de todo el equipo económico unido al momento de hacer el anuncio dejó al descubierto, como pocas veces antes, la ausencia absoluta de un ministro de Economía influyente en la Argentina.

Eso no es algo exclusivo del Gobierno de Cristina, ya que tras la salida de Roberto Lavagna ningún otro funcionario que ocupó ese cargo tuvo peso específico propio. La novedad fue que Cristina buscó alejar fantasmas de ruptura entre esos personajes, distanciados entre sí por las estrategias para contener el dólar paralelo, pero terminó quitándole aún más poder a todos. Esto afectó principalmente a Hernán Lorenzino, quien viene vapuleado por su nula toma de decisiones y por su bochornoso “me quiero ir” ante una periodista griega.

Cristina sabe mejor que nadie que la medida que lanzó anteayer es sumamente antipopular ante los ojos de la opinión pública, y mucho más si se tiene en cuenta que la AFIP le niega a cualquier persona comprar un dólar al valor oficial. Por eso, no sorprendió a nadie que no haya sido ella la encargada de hacer el anuncio: Cristina solo da a conocer medidas de alto impacto político para la sociedad, como todo líder político. Esta vez el trabajo sucio quedó en manos de cinco funcionarios distintos, todos ellos con una imagen positiva que no termina de despegar en ninguna encuesta que se consulte.

Es evidente que la Casa Rosada está reconociendo implícitamente que las cuentas no cierran como antes. Esa admisión, en contraposición de lo que muchos creen, está lejos de ser una señal de debilidad: admitir los problemas es la única manera de buscarles una solución, por más que claramente no sea esta.

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