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Julio Chávez: ?Me gusta hacer del riesgo una escuela de aprendizaje?

Viernes, 14 de junio de 2013 20:26
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“La cabra” es la obra más prestigiosa y la más premiada del verano 2013 en Mar del Plata.

A las 22 subirá al escenario del Teatro del Huerto con esta obra, calificada como extraordinaria e inquietante.

Julio Chávez habla como los maestros. Profundo, reflexivo, pausado, transmite, envuelve con su saber. Va y vuelve por su inagotable experiencia artística, se mete en las sensaciones, los resultados que acuñó en escenarios, sets de televisión o tomas para el cine. Es un artista mayor. Un hombre privilegiado por el don de la actuación, pero también director y docente. Y, cuando puede, pintor.

Chávez llegará este mediodía a Salta, donde a las 22 subirá al escenario del Teatro del Huerto con la obra de Edward Albee, “La Cabra”, extraordinaria, inquietante y conmovedora, según el afiche de promoción.

Anclada en temas universales como el amor, los celos, los sueños, el tiempo y los valores, entre otros, la obra cuenta la historia de Charlie (Julio Chávez), quien acaba de ganar el premio Pritzker, y su vida aparentemente armoniosa, junto a su esposa Julia (Viviana Saccone) y a su hijo Willy (Santiago García Rosa). Sin embargo, Charlie por primera vez oculta un amor, y eso lo perturba. Un amor único y particular que solo podrá confesarlo a su mejor amigo Axel (Vando Villamil), quien frente a esa verdad asume la responsabilidad de contárselo a Julia. La naturaleza de ese amor los enfrentará a todos a algo inesperado: una crisis en sus vidas como nunca imaginaron.

“La cabra” es la obra más prestigiosa y la más premiada del verano 2013 en Mar del Plata.

Una propuesta que sale de lo común, alejada de las variables ordinarias del teatro, compleja y provocativa, como la planteó el autor.

Sobre esta creación -que comparte en el protagónico con Viviana Saccone, entre otros actores-, sobre su trayectoria y sobre su presente, Chávez conversó por teléfono largamente con El Tribuno.

¿Qué es “La cabra” ?

Este es un material que se puede comer, y se deja comer, de diferentes maneras, porque entre otras cosas en el interior de la obra hay una gran pregunta para el que la ve, que tiene que ver con el punto de vista del espectador. O sea, la obra le pregunta a espectador: “¿Y vos qué pensás acerca de ésto?”. Esa pregunta tiene que ser un espacio para que cada cual lo responda como quiera. “La cabra” se deja ver de esa manera, de la manera que el espectador quiere, puede verla. En cualquier caso, el espectador encuentra un divertimento. Nuestra experiencia con la obra es que el espectador reacciona de maneras insólitas, por ejemplo, a veces uno se enoja porque el que está al lado no tiene derecho a reaccionar como reacciona frente al problema planteado.

Entonces, se puede presentar como una comedia.

La vamos a presentar como quiere Albee, como una obra para que el espectador se ría. Pero como Albee es tan complejo y tan provocativo, habría que ver si realmente es así.

¿Cuál es su rol en la comedia?

Soy Charly, el protagonista masculino; Viviana Saccone hace la protagonista femenina. Mi personaje, en el mejor momento de su vida, se topa con este objeto llamado cabra, se enamora de ella y luego confiesa esa situación a su grupo familiar. La obra cuenta las reacciones de los familiares, las del propio Charly. Albee propone tres títulos en la obra: “La cabra”, abajo, con letras más pequeñas pone “¿Quién es Silvia?” y abajo, mucho más pequeño aún, y entre paréntesis, pone “Boceto de una tragedia”. La obra tiene tres actos y te diría que cada uno de ellos corresponde a cada uno de los tres títulos. Al comienzo, sin lugar a dudas, es una comedia; en el segundo acto es una comedia que termina y uno dice: “Qué sabor extraño que tiene esto”, y un tercer acto donde claramente la comedia va a otro lugar. Este es un material que cuando yo lo fui construyendo como director empecé a advertir que Albee hace como un collage de estilos y de estructuras, con partes muy particulares y contradictorias. Es un material por cómo está estructurado y cómo Albee lo va contando que va de la comedia a la tragedia.

¿Cómo se siente en este doble rol de actor-director?

Cuando Adrián (Suar) y Nacho (Laviaguerre), los productores, me invitaron a hacer la obra, les pregunté quién sería el director. “La idea es que la dirijas vos”, me dijeron. Nunca pensé que alguna vez podría actuar y dirigir, pero como siempre me pasa, me aventuro a hacer cosas y la verdad es que hago del riesgo una escuela de aprendizaje. Me fue profundamente enriquecedor cubrir los dos roles. Tuve la dicha de rodearme de un equipo extraordinario, desde el productor, actores, técnicos, que hicieron que mi doble rol se sintiera protegido. Aprendí mucho y sigo aprendiendo mucho con ese oficio que nunca se da por completo, porque no es solamente montar la obra, sino también subir al escenario, estar atento a todos los detalles para que el desarrollo sea como a mí me parece que debe ser.

Un constante aprendizaje

Es verdad. Mirá, en este momento de la vida yo estoy mucho más enamorado del problema que de la solución.

¿Cómo desarrolla y transmite esta síntesis que no tiene nada de sencillo a sus alumnos, en su rol de maestro?

En principio, trato de hacer un ejercicio de pensamiento para que las personitas se entrenen y hagan su ejercicio de formación. Siempre les aclaro que conmigo no van a hacer “el teatro” sino “una experiencia en el teatro”, y una experiencia con una persona que sin lugar a dudas es solo una mirada en el interior del teatro. Yo les comunico este deseo mío para que aprendan a involucrarse en el problema. Un maestro, para mí, es aquel que te fortalece para que aprendas a nadar y no el que solo te da la balsa. Me gusta la palabra problema, una obra es un problema, cuando te encontrás con un material es un problema. El material mismo te está preguntando “¿cómo me vas a contar?”. Una vez que lo leés estás impregnado de un presentimiento y ese presentimiento es un problema cuando quiere adquirir forma. Entonces, cuando leés algo es todo hermoso, el problema comienza cuando eso tiene que salir al exterior, tiene que transformarse en expresión. Pero fijate que para mí, la expresión también es un problema. Me gusta ese matrimonio que hay que intentar entre el presentimiento y la expresión.

¿Cualquier persona puede ser actor, o hay que nacer con una madera especial?

Yo me siento dotado en un sentido y no dotado en otro, y he tenido que trabajar mucho para que aquellas tierras que me dio Dios pueda trabajar sobre ellas, porque me ha tocado tener un temperamento y una naturaleza de difícil gobierno. Y eso es algo que yo agradezco profundamente a esta ocupación, porque me ayudó y me obligó a aprender a gobernarme.

¿Qué siente cuando lo llaman maestro?

Debo decirte que no me siento un maestro. Es que tengo internamente un ideal de maestro y un afecto tan grande hacia la palabra maestro, que si dejo que se me llame maestro es como si yo ocupase el altar interno que tengo, y no quiero ocupar ese lugar. Quiero que lo ocupe otro y yo ser un feligrés y no un objeto puesto en un altar. Eso me debilita a mí en mi afán de aprendizaje. La palabra maestro me lleva a un lugar vacío pero lleno de afecto y de anhelo. Yo no creo ser una persona para ocupar ese lugar, y cuando me dicen maestro lo dejo pasar, pero internamente una vocecita me recuerda que “maestro yo no soy”.

¿A quien considera maestro, entonces?

Yo he tenido a Augusto Fernández, Agustín Alezzo, maestras de pintura... no sé, maestros enormes... Discépolo, Shakespeare, Lorca, Van Gogh... incontables. Ellos me enseñan a través de su obra lo que es un proceso creativo, una mirada, un punto de vista, una lucha y un afán por expresar, esos hallazgos y peleas en la lucha de la expresión.

Además de esta gira con “La cabra” usted está grabando la tira “Farsantes”, que irá por El Trece. ¿Cómo vive esa experiencia de trabajar en televisión?

Estoy muy involucrado en este proyecto, que es muy ambicioso. Es una tira diaria, de lunes a jueves, que irá en el espacio que ocupaba Marcelo Tinelli. Hay que terminarla, esperar que esté en el aire, ver cómo reacciona la gente... Por ahora trabajo, con mucha exigencia, pero no me quejo porque trabajo de esto que me gusta y que me constituye y me alimenta. Estoy profundamente agradecido.

¿El Julio Chávez de este tiempo es el que quería ser cuando comenzó?

No es lo que quise ser, pero es lo que estoy pudiendo ser. Tengo una relación muy amorosa con mi ideal, con lo que quiero ser y lo que estoy pudiendo. Y esto se lo agradezco a la vida que me dio la posibilidad de hacer esta experiencia.

¿Y qué hubiera querido ser?

Mirá no hablo de lo que hubiera querido, sino que todavía estoy viendo lo que quiero ser, porque no es un proyecto acabado el deseo de otra cosa. Mirá, es como cuando Mefistófeles le dice a Fausto: “¿Pero vos pretendés comer en la mesa con el Señor?”, a lo que Fausto contesta: “Por supuesto que sí”, tras lo cual Mefistófeles le dice: “Pero eso no te es dado como ser humano”. Yo te diría que quiero comer “en la mesa con el Señor”.

Además de la actuación y la dirección, a usted se lo reconoce como artista plástico. ¿Todavía tiene tiempo para pintar?

Luego de casi cuatro años casi paralizado con las artes plásticas, el año pasado tuve un gran despegue que me volvió a conectar con el trabajo, y estoy muy entusiasmado porque en el 2014 voy a hacer una exposición de los trabajos de mis últimos 20 años. Además, también en 2014 voy a hacer una obra sobre el pintor norteamericano Mark Rothko y un espectáculo sobre una parte de su vida, y me voy a dar el gran gusto de pintar en escena.

¿Podría hacer un orden de prioridades de las artes que desarrolla en su vida?

No un orden fijo de prioridades. Te diría que se van rotando, van teniendo distintos lugares en función de los proyectos, de las demandas. Pero, si me dedico al teatro, la pintura está presente de alguna manera y ligará algún aprendizaje. Cada vez que dejo una de las actividades y la retomo, vuelvo enriquecido por otra con aprendizajes que no solo le competen a la pintura, al teatro o a la ficción, sino que tiene que ver con mi oficio de hacedor. Entonces a cada una que dejo por un tiempo les digo: no se preocupen que volveré con un regalito.
 

 

 

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