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Hemos leído que el joven y atildado gobernador de la provincia, Juan Manuel Urtubey, y el Intendente Municipal de nuestra capital, Miguel Ángel Isa, acompañados por funcionarios de menor rango, estuvieron en los pagos de Woody Allen.
¿Fueron en procura de financiación para las muchas obras que se proyectan y que Salta tanto necesita? No, para nada. La intención que los llevó fue otra menos prosaica. En la urbe de los rascacielos, se habrían reunido con el talentoso y afamado arquitecto tucumano César Pelli, autor del diseño de las altísimas Torres Petronas en la capital de Malasia. ¿Cuál fue el propósito de esa reunión?
El jefe de Gabinete municipal, Roque Mascarello, dio la repuesta: “La intención es tener un ícono que identifique a Salta en el mundo”, dijo. Y fue explícito al sugerir que lo que se buscaba era algo así como el Obelisco en Buenos Aires, o la torre Eiffel en París. César Pelli sería quien los guiaría.
En este punto notamos una equivocación. Lo que las mencionadas autoridades estarían o están tratando de encontrar, por lo que expresa Mascarello, no es un “ícono”, sino un “símbolo”, que son dos cosas distintas.
“Ícono” es el nombre con que se designa a cualquier imagen, pintada o de relieve, reverenciada en las iglesias orientales, unidas o cismáticas, pero especialmente las pinturas de temas religiosos ejecutadas siguiendo la técnica bizantina, según nos ilustra el Diccionario Enciclopédico Sopena.
Por su parte, símbolo es la representación perceptible de una idea, con rasgos asociados por una convención aceptada ¿Se entiende, o no?
Pero no seamos tan criticones. La iniciativa en sí es acertada, partiendo del hecho que no se piensa sin imágenes. Así, por ejemplo, si alguien se representa mentalmente al obelisco porteño, estará pensando en la Ciudad Autónoma.
Ahora la pregunta es: ¿qué imagen representada mentalmente nos haría pensar en nuestra ciudad? La Salta actual posee muchos y variados símbolos. Veamos algunos: Tendríamos a disposición el cerro San Bernardo. También la plaza 9 de Julio y las peatonales invadidas por perros vagabundos y palomas; las viviendas de las Lomas de Medeiros; el caótico tránsito urbano; las calles desaseadas, dicho con fineza; el destruido parque San Martín. Y otros más, que eximirían a nuestras autoridades de ir a buscar inspiración en Nueva York.
Pero si se quiere algo tradicional y folklórico, se podría erigir un monumento al Opa, personaje propio de estos lares, como lo aseguró el poeta Nicolás López Isasmendi: “Salta, poético vergel, / por su clima tropical, / ha sido siempre especial / en dar opas a granel.”
Se suponía que habían desaparecido, borrados por el tranvía y por el agua corriente, hasta que otro poeta, Julio Díaz Villalba, nos sacó del error avisándonos “que los opas que se han ido / no son todos los que son.”
Y no hay por qué ofenderse ni escandalizarse por nuestra propuesta de erigir un monumento al Opa como símbolo de nuestra ciudad. Qué! ¿Acaso Copenhague no tiene su Sirenita?