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En la mañana del jueves circulaba por avenida Bicentenario de la Batalla de Salta. Iba por el carril izquierdo sobrepasando a un colectivo de la empresa Ale Hermanos, interno 582, patente LKX 842, el cual era conducido por el sujeto de la foto. Intempestivamente, el chofer decidió cambiar de carril y me encerró obligándome a frenar. Por la maniobra fui embestido desde atrás por otro vehículo que aprovechó una distracción para huir.
Tras el impacto el colectivero intentó escapar de la escena sin siquiera preocuparse por si había causado algún herido con su agresiva e irresponsable maniobra.
Indignado, lo alcancé en su siguiente parada para tomar los datos de la unidad y denunciarlo. El sujeto, en vez de reconocer su error y pedir disculpas por su accionar irresponsable solo me contestó que él no me había chocado. Aunque si yo no frenaba sí lo habría hecho.
Uno consigue entender este tipo de actitudes tan desaprensivas de estos tipos que, porque andan en un vehículo de gran porte, se llevan por delante el mundo. Si en vez de una persona que le pidió explicaciones civilizadamente, como hice yo, le tocaba alguien lo agredía físicamente, el chofer estaría hoy llorando en los medios y la UTA amenazando con paros. Es hora de que las empresas de colectivos hagan estudios psicológicos a la gente que tienen trabajando porque algunos son verdaderos animales que generan situaciones como la que, eventualmente, me tocó vivir a mí pero que a diario tienen como rehenes-víctimas a los pasajeros que dependen de ese “servicio” para trasladarse por la ciudad.
Darío Pérez
Ciudad