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Votar es un deber cívico, un derecho y un compromiso

Domingo, 11 de agosto de 2013 01:15
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Muchos salteños se preguntan cuál es el sentido de votar en las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO) que se realizarán en la jornada cívica de hoy. Las dudas se presentan cuando se considera que la mayoría de las boletas que se encontrarán en el cuarto oscuro estarán nuevamente dentro de dos meses y medio, en la elección definitiva de senadores y diputados nacionales.

En todos los países del mundo, cada partido organiza las elecciones primarias con calendario propio y de esos comicios solo sigue en carrera un ganador por partido. En la Argentina no existe esa competencia eliminatoria, por lo que las PASO, en los hechos, solo sirven como encuesta. Una encuesta onerosa que duplica los costos electorales. De hecho, el ministerio del Interior asignó 1.100 millones para los gastos que demandan las elecciones de hoy y las de octubre.

De todas maneras, los comicios de hoy dan la posibilidad de un pronunciamiento ciudadano que, por cierto, también en los hechos, pondrá en marcha el proceso de renovación del Congreso, en octubre, y también la elección de presidente, gobernadores e intendentes en 2015.

Por esa razón, más allá de las dudas y las reservas que merezca, votar en estas PASO es también un deber cívico, un derecho instituido por la Ley Electoral y, sobre todo, un compromiso.

La democracia es un sistema político dinámico, que distribuye el poder por medio del voto popular, que elige representantes y que solo es genuino cuando incluye la opinión y la participación de las diversas minorías en la decisión. Cuando el poder ejecutivo sostiene que la “voluntad popular” es la de la primera minoría y coloca al resto en el “campo del enemigo”, la democracia se transforma en autocracia, más parecida a la monarquía absoluta y a la tiranía que al pluralismo.

En octubre se cumplirán treinta años de aquellas históricas elecciones que pusieron fin a siete décadas de golpismo. Todos recordamos el triunfo de Raúl Alfonsín, pero es bueno también tener presente que el voto mayoritario y la opinión pública en general se inspiraban en la recuperación de la Constitución, el orden legal, las libertades personales y los derechos humanos.

Se buscaba un gobierno que garantizara la calidad de vida de cada familia, la educación pública, la seguridad personal y la libertad de expresión, luego de una década de autoritarismo, violencia y terror.

Hoy votamos en libertad, hay libertad de expresión y muchas son las personas que sienten haber logrado cierto equilibrio entre sus aspiraciones y sus posibilidades. No obstante, se vive un clima de crispación que no permite una discusión seria acerca del futuro del país, que nos involucra a todos y que no puede depender de una persona o un grupo, sino del vigor de la ley y las instituciones.

Es imprescindible que la dirigencia política asuma la responsabilidad propia de los estadistas, tal como ocurrió a partir de 1853, cuando se puso fin a un falaz enfrentamiento entre unitarios y federales y se pensó en un país moderno, con salud pública, educación, estrategia poblacional, transporte y comunicaciones y, sobre todo, un orden jurídico acorde a las necesidades colectivas. Eso no ocurre hoy y, en cambio, se discute sobre aquellas históricas decisiones con criterios anacrónicos.

La única forma de avanzar en esos desafíos, con visión de futuro, consiste en participar consciente y responsablemente de estas y de todas las elecciones que brinda la democracia en construcción en la que vivimos. La satisfacción o el descontento con los gobernantes o con los dirigentes deben manifestarse en las urnas, con una concurrencia ciudadana que busque proyectos de país y de provincia y no solo el fastidio por la inseguridad, el desempleo y la crisis educativa.

Votar es participar en la construcción del futuro. Votar es mucho más que un derecho: es una forma de comprometerse con el legado para las próximas generaciones; más simplemente, con la seguridad, el trabajo, la educación, la salud y la esperanza de nuestros hijos y nuestros nietos. Esta consigna es válida para todos, para quienes están obligados a votar, pero también para los jóvenes de 16 años o los mayores de 70 que lo hacen por decisión personal.

La vida política actual, extremadamente mediática y sin espacios de discusión y de militancia, impone restricciones a la democracia, pero en el cuarto oscuro, cada uno de nosotros, con libertad absoluta, expresará lo que quiere y en quiénes confía. Y esa decisión, sin dudas, influirá en la construcción del futuro de todos.

 

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