PUBLICIDAD

¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
24°
17 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La inflación y los funcionarios holgazanes

Jueves, 08 de agosto de 2013 02:10
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La vida y obra de Johann Wolfgang von Goethe (1749 - 1832) es difícil de caracterizar. Podría decirse que fue un poeta como también un científico, y las 2 cosas serían ciertas. Fue novelista y político. Este alemán nacido en Fráncfort, recibió una formación personalizada de su padre, para quién nada era más importante que educar a los hijos. Goethe estudió derecho, letras, medicina, oftalmología y geología. Pero lo más extraordinario fue su talento para usar y combinar tantos conocimientos.

En su agitada vida nunca faltaron mujeres. Amó y fue amado. “Una mujer y un vaso de vino curan todo mal”, escribió alguna vez. A los 22 años se enamoró perdidamente de la prometida de un amigo, pero su intento chocó con un muro inviolable: la fidelidad. Por ese “amor imposible” escribió novelas estremecedoras y ya resignado dejó una frase para la reflexión: “La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble para igualarse a otra más grande que ella”.

En 1775 ingresó al mundo de la política como consejero del Duque Carlos-Augusto, en la Corte de Weimar. La Revolución francesa de 1789 impactó de lleno en sus ideas. Este movimiento “popular” empezó invocando la paz y la libertad, pero cuando sus gestores llegaron al poder hicieron todo lo contrario: violencia, autoritarismo y corrupción. Impactado por la contradicción, Goethe escribió a los revolucionarios: “El mejor gobierno es el que nos enseña a gobernarnos a nosotros mismos”.

Distinguía entre el hombre holgazán y el hacedor. Cuando ese hombre se convierte en “gobernante”, si es holgazán “reina” y si es hacedor “gobierna”. En su filosofía política “aprender a reinar es fácil, a gobernar, difícil”. Llevado por esta premisa pasó años enteros escribiendo Fausto, tal vez su obra más reconocida. Trata de una tragedia que trasunta sutilmente entre Dios y el demonio. Así lo cuenta Kaiser: “En el primer acto, el tesorero del rey se queja amargamente de que el reino está quebrado: "­las arcas están vacías!", exclama. La escena es observada por Mefistófeles, el demonio, quien para pasar desapercibido se ha disfrazado del bufón de la corte. Luego de ser interpelado por el rey, Mefistófeles procede a elaborar su tentación: "¿Dónde en este mundo no falta algo?, pero aquí falta el dinero!".

El rey, un holgazán poco adicto al trabajo y a las ideas, cae fácilmente en la trampa y replica desafiando a Mefistófeles: “Si lo que falta es dinero porqué no lo creas y resuelves mis problemas”. Entonces Mefistófeles propone su “diabólico” plan: “si eres el Rey eres dueño de todo lo que existe bajo la tierra, incluido el oro, pues entonces basta con que emitas certificados de papel con tu firma para pagar tus deudas, comprar la voluntad de tus súbditos y llenar tus arcas. Un papel así en lugar de oro y perlas continúa Mefistófeles desafiante - es cómodo y a diferencia de los metales preciosos, puede reproducirse infinitamente”. En ese momento el escenario queda casi a oscuras, el rey holgazán se levanta a estrechar la mano del demonio encarnado en el bufón y, a través de la pluma y la imaginación de Goethe, el espectador asiste al fin del oro como eje del sistema monetario.

La escena descrita de Fausto expresa mucho más de lo que parece. La emisión de dinero representa la comodidad, la mediocridad y la corrupción del gobernante, pues permite conseguir rápidamente el éxito sin mayor esfuerzo, sin austeridad y, esencialmente, sin honestidad. Como bien expresan los críticos de Fausto “representa el fin de la ética que identifica el esfuerzo, la honestidad y la austeridad como fuente del éxito, desplazada por una anti ética derivada del reemplazo del dinero creado por Dios -ese metal eterno e incorruptible que es el oro- por el papel, forma corrupta de dinero que promete la gratificación inmediata”.

En la siguiente escena el rey se dispone a imprimir dinero para hacerse de los bienes que producen los súbditos y financiar gastos sociales por vía inflacionaria. Cuando los gobernantes son holgazanes pero honestos, la inflación generada por la emisión monetaria provoca expansión del crédito y del endeudamiento (crisis financiera) y transferencia de riqueza de los mas pobres a los mas ricos. Pero cuando los gobernantes son además de holgazanes, deshonestos (corrupción), la transferencia de riquezas se produce desde todas las clases sociales (ricos y pobres) hacia una nueva elite conformada por funcionarios públicos.

La historia de la inflación en el mundo no es menor, y podría también con ella escribirse una tragedia. Por ejemplo, la imparable hiperinflación ocurrida de la República de Weimar, luego que se suplantara el patrón oro por el papel, fue determinante para el triunfo del régimen socialista nazi (con las consecuencias que conocemos).

En definitiva, Fausto nos enseña 3 cosas: que los holgazanes no “gobiernan” sino “reinan”, que quiénes reinan están dispuestos a cualquier pacto con tal de no “gobernar” y que la inflación no es un fenómeno económico derivado de variables financieras, sino un fenómeno político derivado de la holgazanería de los reyes.

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD