inicia sesión o regístrate.
Desde antiguo el hombre se preguntó por el origen y la naturaleza de esas grandes moles ante las cuales él empalidecía por su tamaño. Para algunos pueblos las montañas eran dioses en sí mismas. Para otros en ellas moraban los dioses y requerían de adoración, ofrendas y sacrificios: animales o humanos. Para la concepción judeocristiana, Dios las había creado en el principio de los tiempos de acuerdo a como lo narra el génesis. Esta visión fijista permaneció por varios milenios en el imaginario colectivo ya que arranca desde las raíces del viejo testamento en Mesopotamia. Los griegos, especialmente Parménides y Heráclito, tenían una concepción movilista y pensaban en la impermanencia y en el fluir de las cosas. En ese sentido, el paisaje, el relieve y las montañas, eran parte de ese "fluido" en el espacio-tiempo. Pensemos que hasta la mitad del siglo XX dominaban todavía las posiciones fijistas. Pero también la teoría de Wegener de la deriva de los continentes contaba con muy abundantes pruebas fácticas a su favor. Una de ellas era el innegable parecido entre las costas de África y América del Sur que encajan como las piezas de un rompecabezas. Mapas marinos de 1500 ya muestran esa notable cartografía. Asimismo una gran cantidad de fósiles probaban la presencia de iguales plantas y reptiles separados miles de kilómetros por el océano profundo y que sin embargo habían formado parte de un mismo ecosistema de aguas someras. O el caso de las sierras australes de Buenos Aires que se continúan perfectamente en las montañas del Cabo en Sudáfrica. Esto lo había estudiado desde Argentina el sabio alemán Juan Keidel y desde Sudáfrica Alexander Du Toit. A pesar de la solidez argumental de la Deriva Continental, ésta fue rechazada de plano en un congreso internacional en los Estados Unidos que dio por cerrado el tema. Famosos geólogos y geofísicos allí reunidos concluyeron que era "físicamente imposible" que los continentes pudieran desplazarse. El influyente geotectónico ruso Vladimir Belousov, aún con ideas propias, opinaba en igual sentido a través de su teoría de la "oceanización". El fijismo tenía también sus raíces científicas planteadas en las explicaciones de Nicolás Steno y de René Descartes en el siglo XVII. Para ellos las montañas eran el resultado de grandes bloques de corteza que se hundían, mientras que los bloques laterales se quebraban e inclinaban hacia ese vacío quedando como filos montañosos, los que luego eran erosionados por las aguas o los hielos hasta alcanzar sus formas actuales. En los siglos XVIII y XIX comenzaron a primar las ideas de que en realidad las montañas eran el resultado del arrugamiento de la fina costra superficial planetaria, al igual que se arruga la piel de una manzana que se deseca. Esta idea, conceptualmente bella, partía de la base (equivocada) de que el planeta Tierra había sido una bola caliente y que al enfriarse se había arrugado como la piel de un anciano. Grandes geólogos como Stille en Alemania, Auboin en Francia, Marshall Kay en Estados Unidos (y Ángel Borrello en Argentina), crearon o adoptaron la teoría de los Geosinclinales para explicar el nacimiento y evolución de las cadenas montañosas. El principio era simple y parecía contener todos los elementos básicos de la orogenia (de oros = montañas y genos, génesis). Partía de la base que en la corteza, ya sea en el interior o en el borde de los continentes, se formaban grandes cuencas, surcos o depresiones que se iban rellenando paulatinamente de sedimentos marinos y lavas oceánicas en las primeras etapas, y de rocas sedimentarias y volcánicas continentales hacia el final del ciclo de desarrollo. Los sedimentos se iban hundiendo a gran profundidad donde eran presionados por las capas superiores donde comenzaban a transformarse (metamorfizarse) e incluso hasta llegar a fundirse. Dada la forma o mecánica de la cuenca, el estrechamiento en profundidad producía un arrugamiento de las capas superiores que generaba el levantamiento montañoso. Los cuerpos profundos fundidos formaban magmas que se enfriaban como grandes cuerpos graníticos (batolitos) en los núcleos o raíces de las montañas. Parte de esos magmas podían eventualmente llegar a la superficie y generar volcanismo. Luego de algunos millones de años de erosión las montañas podían quedar denudadas mostrando esos viejos núcleos de granitos y otras rocas fundidas y metamorfoseadas. Existen decenas de cadenas montañosas en el mundo de las cuales quedan solamente esos viejos núcleos que afloran como mudos testigos de grandes orogenias del pasado. La segunda mitad del siglo XX y especialmente a partir de la década de 1970, significaron la tumba del fijismo de los continentes y de la teoría de los geosinclinales. El estudio de los fondos oceánicos demostró que estaban constituidos exclusivamente de rocas volcánicas basálticas, que esas rocas se estaban formando actualmente en las dorsales meso-océanicas, que a partir de ellas se movían en direcciones opuestas y que se repetían simétricamente en la polaridad de su magnetismo como las rayas de una cebra. Los fondos oceánicos eran así las "cintas transportadoras" de los continentes. También que ese piso oceánico de rocas pesadas ferromagnesianas se hundía por debajo de los continentes con velocidades y con ángulos diferentes según las regiones. Tanto los océanos como los continentes representaban placas tectónicas y su interpretación hizo nacer el nuevo paradigma de la "Tectónica de Placas". De acuerdo con ello, la subducción de los océanos por debajo de los continentes, generaban sistemas montañosos tal el caso de la cadena andina. Un magnífico ejemplo son los Andes Centrales donde la placa oceánica de Nazca se hunde por debajo de la placa continental sudamericana con un ángulo de 30´ y con velocidades del orden de 7 a 8 cm por año. Dicho ángulo permite que la corteza de funda al alcanzar los 1200´ C, dando lugar a un potente arco volcánico que nos separa de Chile. La corteza caliente resulta fácil de deformar y de allí entonces el arrugamiento que da lugar a la Puna, Cordillera Oriental y Sierras Subandinas. En cambio donde la placa se hunde con 5´ de inclinación, subhorizontal, se forman zonas de corteza fría que se rompen en bloques rígidos como ocurre en el segmento de las Sierras Pampeanas. Por su parte el choque de continentes genera complejos montañosos como la cadena del Himalaya, producto de la colisión de la India con Asia. La subducción de dos placas oceánicas da lugar a arcos de islas como en el caso de las Sandwich del Sur. Gracias al paradigma de la tectónica de placas podemos explicarnos hoy el origen de la mayoría de los viejos y de los nuevos sistemas montañosos.
.
.