Arrancó el Mundial y en Brasil no todo es fútbol. Aunque es un tema muy delicado, voy a piratear un artículo y arriesgaré mi pellejo una vez más. Leí en internet que en este certamen apuestan fuerte las prostitutas de Vila Mimosa, la “zona roja” de Río de Janeiro. Allí, cerca del Maracaná, hay pantallas gigantes para ver los partidos, asado y fiesta total, en una vila donde trabajan cerca de 4.000 garotas, muchas de la cuales recibieron clases de inglés y castellano. En las últimas semanas dicen que se vio un aumento de chicas, especialmente en la turística Copacabana, repleta de bares y “boates”. Muchas mujeres son de Río, otras vienen desde localidades suburbanas, incluso desde ciudades más lejanas. En una nota, venida de Niteroi, Daniela, de 37 años, dice que no quiere ni siquiera pensar en ninguna posibilidad que le arruine su negocio. Invirtió mucho en prepararse para el Mundial y no veía la hora de que la pelota empiece a rodar. “Pagué 3.000 reales (1.300 dólares) por esto”, afirmó agarrándose los enormes pechos que sobresalían en el ajustado vestido. “Ahora necesito algún jugador que esté dispuesto a pagar suficiente para disfrutar a lo grande”, dijo y, con una guiñada de ojos, agregó que incluso está dispuesta a compartirlos con los “enemigos” argentinos. ¿Churo, no?
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Arrancó el Mundial y en Brasil no todo es fútbol. Aunque es un tema muy delicado, voy a piratear un artículo y arriesgaré mi pellejo una vez más. Leí en internet que en este certamen apuestan fuerte las prostitutas de Vila Mimosa, la “zona roja” de Río de Janeiro. Allí, cerca del Maracaná, hay pantallas gigantes para ver los partidos, asado y fiesta total, en una vila donde trabajan cerca de 4.000 garotas, muchas de la cuales recibieron clases de inglés y castellano. En las últimas semanas dicen que se vio un aumento de chicas, especialmente en la turística Copacabana, repleta de bares y “boates”. Muchas mujeres son de Río, otras vienen desde localidades suburbanas, incluso desde ciudades más lejanas. En una nota, venida de Niteroi, Daniela, de 37 años, dice que no quiere ni siquiera pensar en ninguna posibilidad que le arruine su negocio. Invirtió mucho en prepararse para el Mundial y no veía la hora de que la pelota empiece a rodar. “Pagué 3.000 reales (1.300 dólares) por esto”, afirmó agarrándose los enormes pechos que sobresalían en el ajustado vestido. “Ahora necesito algún jugador que esté dispuesto a pagar suficiente para disfrutar a lo grande”, dijo y, con una guiñada de ojos, agregó que incluso está dispuesta a compartirlos con los “enemigos” argentinos. ¿Churo, no?