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Un país disciplinado es aquel en que sus habitantes son cohesionados por las mismas normas. Estas sociedades se llaman estructuradas y suelen ser cerradas. Ese perfil cultural y humano es el más parecido a la foto actual de la sociedad china.
La gran industria del mundo y el proveedor universal de bienes de todo tipo, exportador líder y activo agente en el mercado de capitales del planeta, tiene zonas de inmovilismo cultural.
Su legendaria muralla que sirvió para la defensa de los ataques de pueblos invasores, sigue vigente, pero ahora en forma de distintas prohibiciones que impactan directamente en la vida cotidiana de los chinos. No todo está permitido en esta sociedad hiperindustrial, de competitividad laboral y académica envidiables en todo el mundo.
Las universidades más prestigiosas se afanan para hacer convenios de cooperación con las casas de altas estudios de China. Pero atrás de ese auge cultural, científico y cognitivo hay familias y personas que están adaptándose al Estado en un esfuerzo plástico de personalidad y carácter. Vivir en China es marcar una diferencia con el dispendio de libertad con que se trabaja y se consume en Occidente.
Desde la antigedad, los chinos han creído que los seres divinos, a lo largo de varias dinastías transmitieron la rica cultura de China a los seres humanos. En particular, las tres principales religiones del confucianismo, el budismo y el taoísmo han estado en el corazón de este patrimonio. Ellos inspiraron la espiritualidad y la fe, mientras enseñaron valores como la benevolencia, la justicia, la etiqueta, y la sabiduría
Cuando los chinos creían de esa manera, lo hacían en nombre de seres superiores.
Ahora, solo acatan a una entidad fuerte e indestructible en su autoridad, es el Estado.
Desde las instituciones y servicios más próximos al Estado como la escuela, las comunicaciones digitales, las universidades, etcétera, China avanzó en la cohesión social y cultural. Para ello se basa en que la libertad individual puede -por razones de Estado- sacrificarse llegando en el imaginario político de la conducción china al llamado pensamiento único, el que le da identidad a su industria, a sus inversiones en el mundo y a su crecimiento expansivo de empresas exportadoras y bancos transnacionales.
Conviven las prohibiciones más absurdas con las planificaciones económicas más racionales. Una mezcla de Buda y enseñanzas del Tao Te Ching con sabiduría de Confucio, espiritualidad y fe con producto bruto y carrera científica y economía de mercado fuertemente orientada al consumo internacional pero abierta al mundo del comercio exportador.
China tiene una estructura social jerárquica y formal. Por ejemplo, en la familia, se espera que los niños respeten a los mayores, comenzando por el miembro de mayor edad en la familia.
El Estado chino prohibe y, hasta ahora, sostiene una cultura de cierta resignación ciudadana y familiar, jerarquizó al máximo a su Estado.
Cinco pecados chinos
La censura en internet en China
hizo que el Estado bloquee a
Facebook, Twitter y YouTube.
La pena de muerte aún no se
derogó. China tiene por año 778
ejecuciones.
La política del hijo único es rígida
y se tiene control de la natalidad
para evitar la superpoblación.
El Estado decretó reencarnar al
Buda en otra persona y menos en el Dalai Lama.
Está prohibido filmar o pasar
películas sobre viajes en el tiempo,
por ser una frivolidad histórica.