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Enfermos
¡Buen día! Aunque hay también enfermos imaginarios, nadie elige la enfermedad. Ella viene, entra sin pedir permiso y muchas veces se instala por largo tiempo. En "Recetas para ser feliz", alguien escribió el Decálogo del buen enfermo, que ahora pongo en sus manos: 1) Ante todo, hacerse colocar junto a la cama un gran cartel con esta leyenda: "No me hable de enfermedades". 2) Despreocuparse del mañana y del pasado mañana 3) Pensar que sólo Dios es imprescindible; de nosotros fácilmente se puede prescindir. No sería raro que sin nosotros salieran mejor las cosas. 4) Convencernos, autosugestionarnos que el médico que nos atiende es el más capacitado. 5) Recordar que dentro de nosotros está el peor enemigo: la imaginación. Vigilarla de cerca, no permitirle ninguna representación pesimista. 6) Meditar el proverbio árabe: si tiene remedio por qué hacerse mala sangre. Si no tiene remedio... ¿por qué hacerse mala sangre? 7) Buscar no sólo la salud del cuerpo sino también la salud del alma. Para ello hacer amistad con un médico del espíritu, con un sacerdote; y seguir el tratamiento que él indique. 8) Mantener firme la amistad con Dios, saludándolo diariamente con las oraciones de la mañana y de la noche; confesando y comulgando. 9) Llevar la cruz de la enfermedad como Jesús de Nazareth llevó su cruz. Con resignación y mérito, en silencio. 10) Repetir con frecuencia: 'Padre nuestro que estás en el cielo... hágase tu voluntad'. Pensar que un padre siempre quiere a su hijo".