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Ayer finalizó una reunión del Consejo de Rectores de Universidades Privadas, actividad que se hizo por primera vez en Salta. El encuentro se extendió por dos días en el campus de la Universidad Católica de Salta (Ucasal).
Néstor Pan, presidente de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau), dialogó con El Tribuno acerca de los desafíos de las universidades en la actualidad.
¿A los 18 años los chicos están preparados para ingresar a la universidad?
Es una pregunta maravillosa y compleja. Algunos sí y otros no. En general hay un retraso en todo. Hace 30 años el joven promedio se casaba a los 25 años. Diez años después, cerca de los 30. Diez años después, a los 35, y muchos dejan sus hogares cerca de los 40. La adolescencia se ha extendido bastante.
En general los chicos de los sectores medios, por lo menos, son bastante encerrados y no tienen los instrumentos suficientes para elegir una carrera. Eso es un efecto cultural. Muchas veces los hijos, al contrario de lo que era en nuestra época, votan y siguen las carreras que siguieron sus padres.
Solo el que cultivó pasiones, ya sean propias o heredadas, y las tiene muy afianzadas a los 18 años, de ahí en más puede seguir una carrera.
La gran mayoría no está preparada a los 18 años para tomar la decisión de qué van a hacer con una carrera de la que a veces se gradúan a los 30 años.
¿Cómo es hoy la participación de mujeres en las universidades?
En general, es por carreras. No ha cambiado la matriz. En Ciencias de la Educación, por ejemplo, hay más mujeres y en las ingenierías, más hombres.
Hay más mujeres que hombres en el sistema universitario, desde hace tiempo. El problema es para qué se forman unos y otros. La mujer suele tener un papel bastante subalterno después de profesionalizada y el hombre, jerarquías más altas en el mundo empresario.
Es un efecto cultural de la sociedad, que cambia lentamente pero no se modifican las conductas de un día para el otro. Yo creo que la situación de poder la sigue ejerciendo el hombre, en general, dentro de la política y de las empresas.
Es algo que se revierte con los hechos. Hay mujeres que se desarrollan muy bien y ganan sus espacios pero, en general, salen con desventaja. Lo que pasa es que hay una igualdad falsa. La igualdad implica una desventaja para la mujer.
¿Qué porcentaje de universidades son públicas o privadas en la Argentina?
Tenemos 131 universidades, de las cuales la mayoría son privadas. Sin embargo, el 79% de la matrícula es pública. Es contrario a lo que sucede en Latinoamérica, excepto Ecuador, donde el 80% de la matrícula es privada y el resto es pública.
En la Argentina hay una institución universitaria cada 300 mil habitantes. La media en Latinoamérica es 1 cada 160 mil, con ejemplos extremos como México, con 1 cada 50 mil, y Brasil, con 1 cada 80 mil.
Estamos muy por debajo porque la Coneau ha aprobado solo el 15% de todos los expedientes que se presentaron para crear instituciones privadas.
Faltan muchas universidades...
Faltan universidades pero no están los recursos humanos. Uno se da cuenta de que faltan cuando ve las áreas de vacancia, donde las universidades públicas y privadas tienen muchas sedes, subsedes y extensiones aúlicas.
No podemos lanzarnos a crear universidades si no tenemos la confiabilidad de sostenerlas con los recursos humanos. Argentina crece de una manera muy prolija.
Soy un ferviente admirador del estado de la educación superior. Las debilidades son la baja graduación y la alta tasa de deserción en primer año.
¿Esto se debe a problemas de la escuela secundaria, de la universidad o subjetivos?
Los tres. Hay un problema en las periferias, donde los chicos que terminan el secundario no tienen la competencia cultural suficiente para sostenerse en la universidad pública, por los altos niveles de exigencia, por un lado, y los bajos niveles de aprendizaje, por el otro. Cuando uno tiene una pasión, una carrera la sigue igual. Lo que pasa es que, aún con pasión, le es muy difícil seguir esa carrera por la distancia en la competencia cultural que existe.
Si uno toma una universidad privada de rango alto, medio o medio-bajo, los niveles de deserción son muy parecidos, en general. En el caso de los chicos que vienen de una escuela bilingüe a una universidad privada y se van en el primer año, descartamos problemas de formación y, supuestamente, el ámbito cultural de la casa. Ahí pasan otras cosas.
Hoy todo ocurre rápido y sostener una carrera es un asunto de mediano y largo plazo. Cuando uno empieza una carrera y da las dos primeras materias, mira las que le faltan y piensa: ¿se justifica esto?
En una sociedad que no tenía cambios tan abruptos, uno tenía la paciencia para finalizar esa carrera. Hoy, en los marcos de angustia que genera ese vacío social, los chicos buscan otros rumbos.
Muchos terminan de cursar y rendir finales pero no llegan a presentar sus tesis. ¿Cree que esta debería dejar de ser obligatoria?
La tesis no es impuesta por el sistema, sino por cada institución. La tesis tiene el objetivo de que el alumno vierta todos los conocimientos que tiene en un ejemplo evaluable.
Hacer una tesis, cuando no es una tesina, es un trabajo que puede llevar dos años. Eso me parece que retrasa el grado sin necesidad, porque este trabajo integrador es, más bien, para un doctorado o una maestría.
Hay muchos profesionales universitarios que no encuentran un trabajo acorde a lo que estudiaron o que consiguen empleos mal pagos...
Se trata de múltiples efectos. Hay que ver de qué carreras se trata. Hay algunas para las que se consigue trabajo rápido y otras para las que es muy difícil hacerlo porque están saturadas en el mercado.
El sistema universitario argentino tiene una dificultad muy grande. Entre pregrado y grado se ofrecen 4.200 carreras. Sin embargo, el 75% de los estudiantes está inscripto en solo 11 carreras. Las que tienen mayor necesidad son las ingenierías, con casi tantos estudiantes como Psicología. En vez de desalentar, hay que alentar algunas profesiones.
¿Se proyecta equilibrar este desbalance con alguna medida estatal?
Nunca una política estatal porque esto es complejo. Ningún alumno que tenga el deseo instituido deja de graduarse. Si sigue una carrera que no se corresponde con su deseo, no va a terminarla porque no le interesa.
El mercado hoy tiene ciertas exigencias y nuestra sociedad está muy volcada a las áreas disciplinares del conflicto: entre Psicología y Derecho tenemos el 18% de los matriculados.
Son más de 350 mil estudiantes. Nadie va sin un conflicto a un psicólogo o a un abogado. En cambio, si uno busca construir algo, va a un arquitecto o a un ingeniero.
La carrera de Medicina pasaría a depender de la Universidad Nacional de Salta (UNSa) en 2019. ¿Le parece positivo esto? ¿Por qué?
Sí, en esta zona se necesitan médicos y, sobre todo, enfermeros. Estamos evaluando Enfermería porque necesitamos licenciados con alta capacitación.
En Salta hay muchas carreras que están solo en la Universidad Católica de Salta y otras solo en la UNSa. ¿Esto a qué puede deberse?
Desconozco. Es un tema que me excede. Como hay autonomía universitaria, las instituciones pueden tener la oferta que quieran, mientras sean de interés público y aprobadas por Coneau.
En Salta capital las universidades están en zona norte, mientras la mayor parte de la población vive en zona sur...
Esa es una cuestión de programa político que debe ver la UNSa. Me parece que no le corresponde a la Ucasal, excepto que haya un convenio para eso.
Una se ajusta a los problemas del mercado y la otra, a una necesidad estratégica.
Las universidades en Salta apenas superan los 54 y los 45 años. ¿Cómo influyen estas instituciones en las sociedades?
Sin una universidad, no hay programa de crecimiento. Sin la formación de recursos humanos, capacitados y con experticia, no hay crecimiento.
Sin universidades uno se puede llenar de preguntas y no tener respuestas. Con universidades, al menos se está más cerca de conseguirlas.
Si hay proyectos específicos y se necesitan recursos humanos competentes, que están dentro del sistema universitario local, será mucho más fácil llegar a programas de desarrollo comunales y locales.
El problema que existe en el sistema universitario es cuando la universidad está alejada de la comunidad.
El vínculo con la comunidad no debe ser un enunciado, sino un efecto cotidiano de repensar la sociedad, los municipios y la provincia desde el sistema universitario como cuadro, sobre todo el nacional, formado con recursos de hacienda.