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Pan para el hambriento

Miércoles, 15 de noviembre de 2017 00:00
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El domingo próximo, 19 de noviembre, el papa Francisco lanzará la primera Jornada Mundial de los Pobres, bajo el lema "No amemos de palabra sino con obras". Alguno dirá que es una verdadera perogrullada, ya que toda la biblia y la tradición de la iglesia habla de la predilección que Dios tiene por los pobres. Pero el Papa sabe que esta sociedad rápidamente se olvida de esa verdad tan elemental. No en vano, apenas elegido obispo de Roma, aún sin haber elegido su nombre, un cardenal brasileño, le susurró: "No te olvides de los pobre". Esto lo motivó a tomar el nombre de Francisco.

Frente a la cultura del descarte, con un sistema económico centrado en la concentración del dinero y no en la preocupación por el bienestar de la humanidad, miles de hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños van quedando al margen del camino como estelas de muerte y miseria, que lucen opacados frente a la grosera y luminosa ostentación de los nuevos ricos, generando un clima de violencia que escandaliza, del cual no escapan instituciones política, sociales e incluso religiosas. Los bienes materiales se convierten en un fin en sí mismos para enrostrar fuerza y poder en la sociedad, mientras los pobres se convierten en funcionales a un sistema perverso.

¿Qué es ser pobre? Los pobres tienen rostros concretos. Debemos responder, dirá el Papa, "a la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada" (Mensaje del 13/06/17)

La invitación para este domingo, no solo es reflexionar sobre la dura realidad que viven muchos hermanos nuestros, hic et nunc -aquí y ahora-, es para tener gestos solidarios concretos que involucren "comunión, preocupación y responsabilidad común", como cuando rezamos el Padre nuestro, y decimos "nuestro" hablando de la necesaria comunión con el otro, a quien debemos, porque lo es de verdad, considerar un hermano. Más allá de un simple acto de amor a los más necesitados que incluyen a los ancianos, sobre todo los abandonados, a los enfermos o postrados, a los que perdieron su trabajo o no encuentran uno, a los violentados de diversos modos, a los que no tienen techo propio, a los que viven en la marginalidad, debemos cobrar conciencia de la existencia de los pobres, superando la indiferencia o pretendiendo negarlos, cuando no acusándolos de ser los gestores de su propia miseria. Deben ser los pobres, una interpelación constante a nuestra propia fe y a nuestras opciones de vida. Superar la pobreza requiere una educación y trabajo genuino, responsabilidad del estado y de la sociedad toda, pero para nosotros los cristianos la clave será "comunión, preocupación y responsabilidad".

 

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