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Laberintos humanos. El nieto punk
La cosa es que me amanecí escuchando los cuentos del Armando. ¿Quién guarda noción del tiempo cuando algún paisano se inspira y recuerda las historias que fue escuchando? Lentamente, con paso de buen caminador, me demostró que todos los relatos de amor son más o menos el mismo, porque el corazón es el mismo órgano sea cual sea el pecho que lo cobije.
Y así como el sol salía con sus primeros abrazos fríos, por la vereda de enfrente pasaba un paisano de sombrero ancho y oscuro, con bota de cuero de cuis y suela de soga y bombacha al tono, mientras por lo bajo, como queriendo que el otro escuchara que se trataba de un secreto, Armando dejó caer: ese es el nieto punk de la rama hebrea de los Quispe.
Y no me venga con la broma de que es la rama ebria, que el Tonello Quispe es hombre rápido para la demanda. Nomás que se siente ofendido o discriminado, saca del bolsillo la tarjeta de su abogado y se la arrostra a uno con toda la furia y fuste del hombre de campo. Porque así como lo ve, el Tonello fue el fundador del club de fans de los Sex Pistols en el pago.
Hombre de crencha llevar, dicen las malas lenguas que le venía de que su madre no quiso que nazca, pero él nació, de puro porfiado, y ahí lo tiene ahora, grande y tosco pero vivo. Y si de otros le he contado los pesares y los hallazgos del amor, del Tonello le voy a contar la de aquel sentimiento que, si falta, nos cala más hondo en el alma.
Vaya sabiendo, Dubín, que le hablo del amor maternal, me dijo Armando bajando la vista como para echarse un sueño.