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Laberintos humanos. Algo desprestigiados
Cuando se cuenta un buen cuento es como si el mundo se detuviera, pero ese de la Cachita que consiguió novio a media mañana del sábado exigía toda mi cortesía, que tuve por respeto a Armando. Así me siguió contando la historia que comenzó como a las diez y treinta y cinco, segundo más o menos.
La Cachita es de apellido Mazda, me dijo, de los Mazda de Pueblo Medio. ¿Y dónde queda ese poblado?, quise saber. Entre Pueblo Viejo y Pueblo Nuevo, me respondió cuando empecé a creer que me estaba embromando. Algo de eso hay, me dijo, porque las bromas también son una forma de cuentos.
Algo desprestigiados, aseguró sin aclarar si hablaba de las bromas o de los Mazdas, pero así son las cosas y no vamos a prestarle oídos a cualquier chismerío. Usted sabe que no todas las cosas que se cuentan son ciertas, tal vez tampoco este cuento, que de todos modos le voy a seguir contando porque me gusta.
Es que los cuentos no son teoremas, confirmó con énfasis, y el de la Cachita tiene hasta moraleja, lo que no tienen todas las historias de hoy en día. La cosa es que se cruzó con el Alberto Muña rumbo al mercado, apenas pasando la puerta, y dejó caer un billete al suelo porque no tenía a mano pañuelo para hacerlo.
Ella esperaba que se agachara para devolvérselo, como corresponde a un caballero, pero lo cierto es que el Alberto Muña tenía fama de muchas cosas menos de caballero, así que se hizo el zonzo, la dejó pasar y se hizo del billete cuando pensó que la Cachita no lo miraba, cosa que no era del todo cierto ni tampoco era mentira.