Panchi, el hijo menor de Elena Cataldi, es uno más entre un puñado de niños abocados a la alimentación, el juego y el paseo de Coca y Bica, las Golden Retriever de la Fundación Equinoterapia del Azul.
Mónica Campodónico, directora del Centro de Día, le explicó a El Tribuno que la terapia asistida con canes se encuentra en un estadio inicial. “Las perras están en un proceso de entrenamiento. En una de las salas del Centro de Día tienen como proyecto trabajar el vínculo, el cuidado y la responsabilidad de cuidar de otro ser vivo y para ello las estamos empleando”, señaló.
El primer paso es que los niños implicados se familiaricen con los canes. “Ellos ya las toman como parte del paisaje y la idea es que no solo participen en el momento en que hagan zooterapia, sino que estén circulando, que tomen su presencia como algo familiar para ellos”, indicó. Por lo pronto la consigna responde a los objetivos de la fundación de propiciar una rehabilitación al aire libre, en contacto con los animales y la naturaleza. Agregó que bajo el grueso relieve de un cepillado o una caricia recrean valores como el respeto por otro ser. “Cuando las sacan a pasear ven que las perras siguen pautas que ellos pueden aprender como el detenerse, el esperar, también el hecho de recibir un premio por un comportamiento y que el alimento no solo tiene que ver con lo nutricional, sino en esto de dar y recibir satisfacción de ver feliz al animal”, detalló.
Hay otros objetivos, desde un aspecto terapéutico intentan que los niños mejoren la motricidad y se entrenen en la planificación y ejecución de acciones. “Ciertas praxis las trasladan a sus casas y, por ejemplo, pasan a cepillarse ellos. Así, se trabajan cosas cotidianas a través del juego”, definió. Acerca de la diferencia entre el caballo y el perro, apuntó: “El perro es muy dócil y tiene la característica de que busca el contacto con la persona, mientras que al caballo uno tiene que acercarse de manera más pausada y se trabajan otro tipo de conductas y otras pautas para ganarse la confianza del animal”.
“Además, en el caso del perro es más fácil identificar sus emociones por la comunicación gestual, cuándo está contento, cuál va a ser la reacción, y esto vuelve más fácil y menos pautada la forma de vincularse con él”, detalló.
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Panchi, el hijo menor de Elena Cataldi, es uno más entre un puñado de niños abocados a la alimentación, el juego y el paseo de Coca y Bica, las Golden Retriever de la Fundación Equinoterapia del Azul.
Mónica Campodónico, directora del Centro de Día, le explicó a El Tribuno que la terapia asistida con canes se encuentra en un estadio inicial. “Las perras están en un proceso de entrenamiento. En una de las salas del Centro de Día tienen como proyecto trabajar el vínculo, el cuidado y la responsabilidad de cuidar de otro ser vivo y para ello las estamos empleando”, señaló.
El primer paso es que los niños implicados se familiaricen con los canes. “Ellos ya las toman como parte del paisaje y la idea es que no solo participen en el momento en que hagan zooterapia, sino que estén circulando, que tomen su presencia como algo familiar para ellos”, indicó. Por lo pronto la consigna responde a los objetivos de la fundación de propiciar una rehabilitación al aire libre, en contacto con los animales y la naturaleza. Agregó que bajo el grueso relieve de un cepillado o una caricia recrean valores como el respeto por otro ser. “Cuando las sacan a pasear ven que las perras siguen pautas que ellos pueden aprender como el detenerse, el esperar, también el hecho de recibir un premio por un comportamiento y que el alimento no solo tiene que ver con lo nutricional, sino en esto de dar y recibir satisfacción de ver feliz al animal”, detalló.
Hay otros objetivos, desde un aspecto terapéutico intentan que los niños mejoren la motricidad y se entrenen en la planificación y ejecución de acciones. “Ciertas praxis las trasladan a sus casas y, por ejemplo, pasan a cepillarse ellos. Así, se trabajan cosas cotidianas a través del juego”, definió. Acerca de la diferencia entre el caballo y el perro, apuntó: “El perro es muy dócil y tiene la característica de que busca el contacto con la persona, mientras que al caballo uno tiene que acercarse de manera más pausada y se trabajan otro tipo de conductas y otras pautas para ganarse la confianza del animal”.
“Además, en el caso del perro es más fácil identificar sus emociones por la comunicación gestual, cuándo está contento, cuál va a ser la reacción, y esto vuelve más fácil y menos pautada la forma de vincularse con él”, detalló.
Destinatarios
El público destinatario de los servicios de la fundación es heterogéneo. Muchos chicos con trastornos motores devenidos de parálisis cerebral y otros con patologías del espectro autista acuden a la institución. De acuerdo con Elena, todos pueden beneficiarse del contacto con los animales. “Los únicos casos que no abordamos son aquellos en los que el andar sobre el caballo les esté contraindicado por el médico porque padecen epilepsia, una reacción que no podemos controlar durante la marcha. También si existe una alergia severa, una luxación de cadera con dolor o alguna osteoporosis grave”, ejemplificó. De ánimo sereno, ella convive con una enseñanza que hoy agradece a la vida: “¡Cuánto tenemos que aprender de los chicos con discapacidad, que tienen dificultades todo el tiempo porque están en una situación de desventaja, pero sin embargo tienen el valor de superarse. También de los animales, que nos brindan su amor y cuidado de manera incondicional”.