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El Gobierno nacional debería revisar métodos y criterios en su comunicación con la población del interior de la Argentina. La presencia de gran parte del gabinete del presidente Mauricio Macri en Salta, para ratificar la vigencia del Plan Belgrano ante seis gobernadores y una nutrida audiencia de empresarios, funcionarios y técnicos fue auspiciosa; sin embargo, hubiera sido productivo que los funcionarios aprovecharan una oportunidad inigualable para que los ministros interactuaran y escucharan a los salteños.
El martes, en el Centro de Convenciones se escucharon diagnósticos y perspectivas optimistas, aunque la visión de los concurrentes es distinta, porque los discursos no reflejaron la realidad regional.
Una sensación similar produjo el discurso del presidente al inaugurar las sesiones el Congreso. Su afirmación de que "lo peor ya pasó" se apoya en la idea del "crecimiento invisible", lo cual reclama del ciudadano de a pie una renovación de confianza que solo podrá lograrse cuando la realidad muestre indicios concretos de recuperación.
Los datos macroeconómicos a los que se refiere el presidente al hablar de "crecimiento invisible" pueden ser reales y válidos. La macroeconomía es el cimiento de cualquier posibilidad de mejoría en la producción, el consumo y la calidad de vida en el mediano plazo. Y se construye con confianza.
Sin embargo, la realidad provincial no es alentadora. El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, afirmó que "las economías regionales son de vital importancia, por su potencial de competitividad, y por su capacidad para generar oportunidades en todos los rincones de la Patria".
La reunión del martes se produjo al cumplirse dos años de vigencia del Plan Belgrano, concebido como un proyecto estratégico para el desarrollo de infraestructura económica y social en el Norte Grande. Por ahora parece una ilusión. También los resultados del Plan Belgrano de enmarcan en la idea del "crecimiento invisible". De hecho, sin ignorar el deterioro de la economía argentina en los últimos cuarenta años, las expectativas de un cambio drástico se diluyen cuando se observa a un gobierno ensimismado en el laberinto del déficit fiscal y comercial, la inflación, las tasas de interés y el endeudamiento externo, sin que se vislumbre un camino claro hacia la única salida posible con visión de futuro: un proyecto definido para incrementar la competitividad de cada provincia y garantizar un crecimiento sostenido del producto en las próximas décadas.
No es fácil construir el desarrollo en un país con graves signos de decadencia, pero será imposible si las metas no están claras.
No solo se demoran las obras de infraestructura. Un informe de Coninagro señala que en el país, el crédito representa sólo 14 % del PBI, cuando en Brasil llega a 65%. Y de aquel 14%, sólo 1,3 % se destina a financiar al sector agropecuario.
El costo tributario, de transporte y logístico sigue frenando el crecimiento y las entidades rurales reclaman, con urgencia, medidas concretas que faciliten a las producciones regionales competitividad y acceso a los mercados internacionales.
Según Confederaciones Rurales Argentinas, en 2017, 18 de los 25 principales productos asociados a producciones regionales registraron una caída de las exportaciones. La consultora IERAL estima que las economías regionales exportaron durante 2017 un 2% menos que en 2016.
La peor performance la registró el azúcar, cuyas exportaciones bajaron 39% interanual respecto de 2016.
Hoy, la crisis de los dos ingenios de Salta muestra el espectáculo menos deseable. El azúcar no es un problema de los ingenios: es la clave para la generación de empleo en dos departamentos, Orán y General Gemes. La rebaja del precio del bioetanol fue letal y produjo una trasferencia de $4.300 millones anuales desde la agroindustria en beneficio de YPF, Shell y las otras petroleras.
Decisiones de esta naturaleza, sumadas al desaliento del desarrollo agroganadero del Chaco salteño a causa de una política ambiental centralista, antiproductiva y orientada a impresionar a observadores externos son señales incoherentes con el dis curso oficial.
Todo indica que será necesario un cambio verdadero, de rumbo y de estrategia, para generar el sustrato de confianza sin el cual cualquier proyecto es inviable.