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La humildad es la virtud política más necesaria y menos abundante

Domingo, 20 de mayo de 2018 00:00
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La devaluación del peso en relación con el dólar es el síntoma de problemas estructurales del país y de errores políticos de las actuales autoridades. La tormenta de las últimas semanas ha amainado, pero tanto el presidente como sus ministros admiten errores profundos y reconocen que las metas de inflación y crecimiento planteadas hasta ahora serán inalcanzables. El aumento del dólar en más de un 25% en pocas semanas puede ser parte de un sinceramiento cambiario, como lo insinúa el Gobierno; en una economía vulnerable y dependiente como la nuestra, puede llegar a estimular la exportación y el turismo interno, lo cual sería positivo, pero va a producir un aumento equivalente en los insumos y productos atados al valor de la moneda norteamericana. Es decir, va a frenar la producción, el empleo, y la oferta de bienes, que es imprescindible para la estabilidad monetaria. La crisis es fuerte y dejará secuelas. La resolución favorable del mega vencimiento de Lebac, el martes último, por treinta mil millones de dólares no debe llamar a engaños. Los mecanismos utilizados demostraron destreza circunstancial de parte del ministro de Finanzas, Luis Caputo; no obstante, el cimbronazo fue fruto de impericia política y de incoordinaciones de gestión que se manifestaron desde el 28 de diciembre pasado, cuando el jefe de Gabinete, los ministros y el presidente del Banco Central modificaron las reglas de juego. Es importante asumir que el origen de la crisis es interno. Ni el aumento de las tasas estadounidenses ni la valorización del dólar generaron una corrida en los demás países. Uruguay, Chile, Perú, Brasil y Colombia han demostrado ser menos vulnerables que la Argentina. En esas naciones, las devaluaciones fueron mínimas y ninguna a apeló a tasas de más del 40%, como nosotros. Se vislumbra un problema político: la economía argentina carece de una conducción unificada y las decisiones, lejos de surgir de un consenso, resultan de la puja de poder entre el jefe de Gabinete, Marcos Peña, los ministros Luis Caputo, Nicolás Dujovne y Rogelio Frigerio, los coordinadores Lopetegui y Quintana, el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Uno indicio alentador es que el presidente Mauricio Macri decidió salir de su encierro con un círculo íntimo y se reunió con los senadores de la oposición, además de abrir la llamada "mesa chica" a funcionarios con más gimnasia política, como los radicales Gerardo Morales, Ricardo Sanz, Fernando Sánchez, de la Coalición Cívica, y Emilio Monzó, el presidente de la Cámara de Diputados quien había tomado riesgosa distancia. La política nunca debería prescindir de las reglas de la economía, pero la economía, sin política, no saca adelante a ningún país. El déficit fiscal es el problema central de la economía nacional. Es endémico, desde 1960, y genera inflación y deuda. Una economía tan vulnerable, que financia sus carencias con emisión o deuda, se traduce sistemáticamente recesión, desempleo y pobreza. El problema de estos días no es de origen externo ni es responsabilidad exclusiva de Mauricio Macri. Las apetencias por llegar al poder o continuar en él es decir, las de opositores y oficialistas- no pueden ignorar que los acuerdos son imprescindibles. Ningún país sale adelante encerrado sobre sí mismo y sin objetivos nacionales compartidos por la mayoría.

El futuro es complejo y nadie tiene un proyecto de país.

El aumento de las tarifas y del dólar va a traducirse en más inflación, menos inversión y menos producción. La crisis, además, afectará al plan de obras públicas. Las empresas interesadas en inversiones PPP (participación publico privadas) ya advierten una alteración en los costos y en el financiamiento lo cual, combinado con la urgencia oficial por hacer retroceder el déficit, obligará a suspender gran parte de los proyectos. El país no puede seguir gastando más de lo que ingresa. A lo largo de sesenta años, múltiples experimentos fueron puestos en práctica por distintos gobiernos. Solamente lograron una estabilidad transitoria aquellos que lograron armonizar la política, que es el arte de gobernar, con la economía, que es la ciencia imprescindible para administrar bien un país. Fueron períodos breves y efímeros. Convendría tomarlos como ejemplo.

 

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