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El ministerio del Hambre

Sabado, 21 de julio de 2018 22:41
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La Argentina de hoy está cruzada por debates, muchos de ellos fútiles, alrededor del sistema financiero y sobre herramientas macroeconómicas que escapan al arbitrio de las mayoría de los ciudadanos. Está claro que esas variables modifican la vida cotidiana de la gente y es notable también, que en el maremagnum de la discusión, se juegan razonamientos serios y bien fundados y a veces, ramplonas especulaciones políticas y datos de dudoso origen y veracidad. 

Un resultado probable de esos intercambios, que quien quiera tiene todo el derecho de darlos, es que las personas de a pie se sienten ajenas, dejadas de lado. Ellas no están en esos debates por naturaleza superestructurales y la consecuencia de ello es que la política se vive con extrañeza, con la sensación de que es una cuestión que escapa al común de los mortales cuando en democracia, el sistema debería tender a integrar cultural y políticamente. Y ese fenómeno se produce en un país desintegrado socialmente, lo que lo hace más dramático. Según las últimas cifras disponibles del Indec, en la segunda mitad de 2017 el 25,7% de los argentinos se encontraba en la pobreza, es decir, casi 11,3 millones de personas. Aunque es cierto que si se comparan los números en forma interanual, la pobreza bajó 4,6 puntos entre el segundo semestre de 2016 y el segundo semestre de 2017 -cerca de 1,9 millones de personas- la cuestión sigue siendo grave.

A esa estadística, hay que agregar que el último informe del Barómetro de Deuda Social de la Infancia de la UCA (Universidad Católica Argentina), que devela una realidad dolorosa y preocupante: la pobreza alcanza al 48,1% de los niños en Argentina. De ese número se desprenden varios indicadores que marcan la carencia que están viviendo los menores en nuestro país, ya que en el caso de la alimentación, mientras un 17,6% tiene déficit en sus comidas, un 8,5% pasó hambre durante 2017, y paralelamente aumenta de manera constante la asistencia a comedores infantiles. 

Sin embargo, esa realidad apenas si sobrevuela los discursos políticos y los debates crónicos. Es sólo una referencia para fundamentar en uno u otro sentido o se convirtió en el mejor de los casos, en un eslogan propagandístico: “Pobreza cero”.

Y no deja de ser inquietante que en tiempos de “tormentas” -que probablemente terminen agigantando el enorme problema- las referencias a la situación social sean tomadas a la pasada, como un tema menor, que se resolvería en todo caso si se reparan algunos de los problemas que aquejan a la macroeconomía, lo que no deja de ser cierto, pero que relegan la cuestión y no le dan la urgencia que corresponde. 

Se sabe, si toda crisis es una oportunidad, esta puede serlo en el sentido de una gran convocatoria nacional que movilice a todos los argentinos a luchar contra el hambre.

Claro que no alcanzaría con una de esos habituales llamados a la “unidad nacional” tan acostumbrados en la dirigencia y que terminan siendo una mueca permanente, sino que debería ser una convocatoria concreta, en donde los poderes ejecutivos establezcan un plan serio y articulado y hasta quizás, con cartera propia: El ministerio del Hambre.   

No se impulsa claro, que se sumen más ministerios nacionales a la ya superpoblada administración que debería reducir ese galimatías de 19 ministerios que llegaron a ser 22, sino a que se cree un organismo que por naturaleza debería ser multidisciplinario, pero al contrario de otros, tendría un fin absoluto, específico e indiscutible.

Él podría encargarse por ejemplo, de articular a las miles de ONGs dedicada a la cuestión para que trabajen mancomunadamente con el Estado para que no se superpongan en el esfuerzo y que además, reciban el asesoramiento correspondiente para ser más eficientes.

Claro que se trata de una tarea que puede lucir ciclópea, claro que puede prestarse a las especulaciones políticas, pero también está claro que si resultara, la satisfacción que produciría no sólo en las víctimas del fenómeno, sino en todos los argentinos, sería inigualable. Y es una enorme oportunidad para que el sistema de respuestas concretas a una deuda que lastima y mata.

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