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La guerra del cerebro

Jueves, 02 de enero de 2020 00:00
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EEUU puso en marcha la licitación de banda ancha más grande de la historia, basada en la tecnología digital 5G, para cubrir la totalidad del espacio estadounidense. Solo por el derecho de participar en la compulsa, la FCC (Federal Communications Commission) recaudó más de 50.000 millones de dólares de las empresas concursantes, tanto norteamericanas como extranjeras.

Más allá de su extraordinaria dimensión económica, el episodio constituye también un hito fundamental en la feroz competencia entre EEUU y China por el liderazgo económico y político mundial.

Las tres mayores empresas de comunicaciones estadounidenses (AT&T, Verizon y T-Mobile) invertirán 275.000 millones de dólares en redes 5G en los próximos cinco años. En el siguiente quinquenio, también establecerán 800.000 sitios 5G en todo el continente americano, cuatro veces más que las actuales estaciones 4G. El objetivo de esta gigantesca red es que permita abastecer a un millón de usuarios por kilómetro cuadrado, un cambio exponencial en relación a la actual 4G, apta para sostener solo 1.000 clientes por kilómetro cuadrado. Conviene recordar que la nueva tecnología es 100 veces más veloz que la 4G.

Esta iniciativa estadounidense tiene una particularidad. A diferencia de lo que sucede en China, donde el Estado tiene un papel protagónico en el avance tecnológico, la totalidad de la inversión estadounidense en 5G es de capital privado. Existe solo un fondo público de fomento de 20.000 millones de dólares para subsidiar el consumo de 5G en las zonas rurales, con la aspiración de igualar en cinco años el nivel tecnológico de las áreas más avanzadas.

El único incentivo estatal fue ofrecer el mayor espectro posible de banda a aquellas compañías que invierten en 5G. A tal efecto, se eliminaron las barreras regulatorias y se facilitó la venta de espacios de banda de las estaciones locales de televisión a las grandes corporaciones de telecomunicaciones.

Esto empezó a ocurrir en 2017 cuando la FCC autorizó la venta de 600 espacios destinados a la televisión a la industria de las telecomunicaciones, lo que permitió que las empresas locales obtuvieran ingresos por 84.000 millones de dólares.

Europa, entre dos fuegos

EEUU intenta impedir que la tecnología china de 5G penetre en la Unión Europea. Su argumento principal es el peligro que la presencia china en ese mercado puede suponer en términos de seguridad nacional y de la privacidad de datos de la población. Las principales potencias europeas dudan entre avanzar en el despliegue de sus redes de 5G con las empresas chinas Huawei y ZTE, que presentan sólidas ventajas competitivas con relación a sus competidoras, o con sus compañías occidentales, como la finlandesa Nokia y la sueca Ericsson, asociadas con firmas proveedoras norteamericanas como Qualcomm, Broadcom, Intel y TI. Gran Bretaña, a pesar de ser el aliado más confiable de EEUU, ya avanzó en el despliegue de sus redes 5G con Huawei y ahora afronta las iras de Washington. Londres está entre dos fuegos. La Casa Blanca advierte sobre las consecuencias negativas que esta decisión podría acarrear para las posibilidades de un acuerdo bilateral de libre comercio "pos-Brexit". En contrapartida, Beijing amenaza sobre el perjuicio comercial que sufrirían los británicos si retrocedieran en el camino emprendido. Francia también resistió las presiones norteamericanas. En julio, aprobó una ley para regular el despliegue de la 5G que delega en el primer ministro la aprobación de los proyectos presentados por las compañías siempre y cuando no exista "grave riesgo de perjudicar los intereses de la defensa y seguridad nacionales". Esta limitación retrasó el despliegue del 5G en territorio galo, cuyo lanzamiento comercial se espera para el 2020. Alemania adoptó una actitud pragmática. El ministro de Economía, Peter Altmaier, exigió a Ren Zhengfei, titular de Huawei, garantías sobre "la seguridad de las telecomunicaciones en Alemania, la protección de los datos de los ciudadanos y la certeza de que se cumpla la ley alemana". Pero las compañías germanas de telecomunicaciones mantienen estrechos vínculos comerciales con China y sostienen que prohibir a Huawei retrasaría peligrosamente el lanzamiento de las redes 5G en su territorio.

El poder mundial en disputa

Esa misma batalla se plantea en América Latina, que en su conjunto está relativamente atrasada en este tema estratégico, ya que todavía se encuentra en plena etapa de la tecnología 4G. No obstante, hay ya algunos proyectos en marcha.

En Brasil, más allá de la pregonada sintonía entre su presidente Jair Bolsonaro y su colega estadounidense Donald Trump, la compañía TIM trabaja en el estado de Florianópolis con equipamiento de Huawei. En México, se desarrollan simultáneamente pruebas con Huawei, Nokia y Ericsson. En la Argentina, la compañía Personal realiza ensayos con Nokia, mientras que Telecom utiliza equipamiento de Ericsson y también de Huawei.

El problema central, al que Washington no ha podido hasta ahora dar respuesta, es que los chinos están ganando la carrera de la competitividad a los estadounidenses. El 32% de las patentes esenciales registradas en este rubro pertenecen a compañías chinas, encabezadas por Huawei (16%) y ZTE (10%). Las prevenciones estadounidenses sobre lo que esto significa como peligro para la seguridad chocan contra las ventajas económicas de la propuesta china, acompañada a menudo de tentadoras facilidades financieras. En una contraofensiva diplomática, Huawei ofrece además compartir su tecnología 5G con los países que admitan la instalación de su sistema. Los tiempos reclaman definiciones perentorias. La velocidad del cambio tecnológico hace que las decisiones no puedan demorarse sin graves perjuicios para los interesados, tanto países como empresas. La combinación entre la tecnología 5G y el exponencial avance de la "big data" es la base de la inteligencia artificial, piedra angular de la "Cuarta Revolución Industrial" y verdadera razón de la mal llamada "guerra comercial" entre Estados Unidos y China, cuya disputa arancelaria encubre la puja por el poder del futuro. Esta competencia es de naturaleza sistémica. No compiten solo empresas, sino también países, o sea sistemas integrales de organización y de decisión. EEUU cimentó su primacía tecnológica en la creatividad de Silicon Valley. Beijing desafía la hegemonía norteamericana a través de una "política de Estado", explicitada en el plan "China 2025", orientado a alcanzar el liderazgo mundial en innovación. Ese es el gigantesco reto político que afronta Donald Trump.

 

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