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27 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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En la crisis, el doctor Keynes

Domingo, 17 de mayo de 2020 00:00
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Capitalismo era el de antes... El capitalismo, o economía de mercado, se identifica con la determinación, sin ninguna intervención de terceros, de los precios y cantidades en el mercado, lo que dentro de la jerga de los más iniciados se conoce como "laissez-faire", que literalmente se traduce del francés por "dejar hacer".

El "laissez-faire" suponía justamente el cese de la intervención de los gobiernos, y eventualmente otros actores, de manera que los precios y los salarios, principalmente, se determinaran en acuerdo de partes: oferentes y demandantes en el caso de los bienes y servicios, y empresarios y trabajadores en los salarios, si bien en una primera etapa las empresas proponían unilateralmente estos últimos, los que, al ser por lo general superiores a los ingresos alternativos (el trabajo artesanal, por ejemplo) y más estables, convencían a la gente de aceptarlos.

El "laissez-faire" y su hermana gemela, la Revolución Industrial junto a la derogación de la Ley de Granos en los cuarenta del siglo XIX en Gran Bretaña, supuso una formidable expansión de la economía y a una escala mundial sin precedentes, al punto que Marx lo reconocía explícitamente, pese a sus feroces críticas al capitalismo, a los empresarios y a la burguesía.

La economía de mercado bajo este formato, tenía sin embargo un punto débil originado en su mecanismo intrínseco de funcionamiento, caracterizado por etapas de rápido y explosivo crecimiento seguido de parálisis y retroceso, hasta encontrar una sima a partir del cual las economías volvían a crecer y así sucesivamente, dentro de un formato cíclico.

Obviamente, las etapas favorables del ciclo contentaban a todos, pero las contractivas generaban reacciones adversas por el desempleo que originaban, las que eran naturalmente tanto más violentas cuando más severas se mostraban las crisis, hasta que la más explosiva de todas, la de 1929 con el derrumbe de las bolsas de Wall Street en Estados Unidos agravada por la gran duración de la parálisis económica que acompañó esta crisis, condujo a severos cuestionamientos políticos, sociales y económicos al capitalismo en varios países, con conductas violentas hacia este sistema, que ya habían producido vuelcos políticos dramáticos incluso antes del estallido que parecía terminal de 1929, con la aparición del fascismo en Italia y Alemania y mucho antes, con el comunismo ruso.

Pero entonces llegó el doctor...

El "laissez-faire", con su no intervención del estado, no podía proporcionar "soluciones" desde el gobierno a las crisis económicas porque ello equivalía a una contradicción en los términos. De allí que Keynes -que a diferencia de Marx, considerado el "sepulturero" del capitalismo, habría de ser su "médico"- entendió que primero había que analizar qué funcionaba mal dentro de la teoría económica, y su respuesta planteada a grandes rasgos fue que la economía tradicional u ortodoxa, como se le llama desde estas líneas- creaba una barrera artificial entre los aspectos micro y macroeconómicos, proponiendo Keynes un enfoque diferente para estos últimos.

Armado de su nuevo bagaje teórico, al abordar, por ejemplo, el problema del desempleo que los economistas ortodoxos atribuían a los elevados salarios y no a la contracción de la producción, Keynes aunque con otras palabras y ejemplos- señalaba que esa teoría era equivalente a explicar la huida de veraneantes de una playa plagada de sargazos o tiburones, por los elevados precios de los hoteles, a la vez que también sostenía que, en tanto la participación del gasto público en el PBI era muy reducida (aproximadamente el 10% en la época en que publicó su Teoría General, en 1936), al mismo tiempo que las familias rechazaban aumentar su consumo ante el temor del desempleo y las empresas se resistían a invertir porque las ventas caían, el gobierno bien podía elevar su gasto, lo que equivalía según sus propias palabras- a "empujar el auto para que arranque" cuando hay problemas con el alternador o la batería.

Como es bien sabido, más allá de algunos experimentos más o menos exitosos como el "New Deal" en Estados Unidos, la verdadera y trágica- confirmación de las ideas y recomendaciones de Keynes la proporcionó la Segunda Guerra Mundial con el formidable gasto en defensa que representó el rearme en Gran Bretaña y Estados Unidos (lo que también habían hecho Alemania e Italia antes de la guerra) que llevó a las economías al pleno empleo y a que volvieran a "arrancar".

La nueva economía del pleno empleo

A punto de superarse la guerra, en 1944 y en Bretton Woods, Keynes, junto con sus colegas de Estados Unidos, contribuyó a la edificación de un nuevo orden económico mundial que restablecía el comercio internacional como el núcleo duro de la expansión económica de las naciones, pero bajo un formato que evitaría en el futuro las guerras, proponiendo para ello dos grandes institutos: el Fondo Monetario Internacional que proveería de fondos a las naciones con problemas en su balanza de pagos, y el Banco Mundial que ayudaría a las naciones de bajo desarrollo a avanzar hacia la performance de las economías de mayor desenvolvimiento.

Aun con muchos tropiezos y críticas, estos dos institutos fueron eficaces para estabilizar las economías del mundo y sumar un importante número de nuevas naciones en rápida carrera hacia un elevado crecimiento e ingreso por habitante principalmente los así llamados Tigres Asiáticos: Hong Kong, Corea del Sur, Taiwan y otros- logrando al mismo tiempo una aceptable tasa global de crecimiento con reducido desempleo e inflación.

Como se destacó en otras notas, estos logros se vieron empañados sin embargo por la inflación que comenzó a manifestarse especialmente en la década de los sesenta y setenta del siglo pasado, inflación que involucró a un gran número de economías en el mundo sin que las de mayor tamaño -Estados Unidos, Europa- fueran indemnes al nuevo flagelo, proponiéndose como explicación a este problema el elevado gasto público, los déficits fiscales y el estado de bienestar (“welfare state”) que buscaba evitar el desempleo con ayudas sociales, pero que simultáneamente relajaba la disciplina laboral y reducía la productividad de las economías.

¿Redentor o verdugo?

¿Keynes, el salvador del capitalismo, o su verdugo?

La vieja ortodoxia que Keynes había combatido con su explicación de las crisis y la manera de resolverlas y evitarlas, no había desaparecido sino que se había mantenido en “stand by”, o sea, en suspenso, a la espera de su oportunidad, la que le fue ofrecida justamente con la aparición de la inflación y el estancamiento de las economías, aunque la “nueva” explicación de la ortodoxia no era otra cosa que la “vieja” que proponía el desmantelamiento del estado del bienestar (y del estado a secas de ser posible), y su reemplazo total por el mercado sin cortapisas. Conforme este “nuevo” diagnóstico, las naciones de mayor desarrollo, con Estados Unidos y el Reino Unido a la cabeza, comenzaron a desandar el camino del “welfare state”, proponiendo en su reemplazo una economía con el mínimo posible de controles estatales, diseño que fue eficaz para detener la inflación y el estancamiento de las economías, pero que condujo a un aumento de la desigualdad y finalmente, al nuevo colapso que experimentó la economía mundial en 2008, con la llamada “crisis de las hipotecas”, tema que junto a un análisis de la posible economía capitalista del futuro será objeto de una próxima nota.

 

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