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Una arquitectura patriarcal

Martes, 11 de enero de 2022 23:40

Si hablamos de pisos pegajosos, escaleras rotas, paredes de cemento, techos de cristal parecería que vamos a ocuparnos de problemas de albañilería y no de una cuestión social que afecta la dignidad y el empleo de las mujeres en todos los ámbitos. Pero estas metafóricas expresiones (junto con la de “acantilados de cristal”) configuran una terminología que denuncia la sistemática postergación a la que son sometidas las mujeres en el entorno laboral. 

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Si hablamos de pisos pegajosos, escaleras rotas, paredes de cemento, techos de cristal parecería que vamos a ocuparnos de problemas de albañilería y no de una cuestión social que afecta la dignidad y el empleo de las mujeres en todos los ámbitos. Pero estas metafóricas expresiones (junto con la de “acantilados de cristal”) configuran una terminología que denuncia la sistemática postergación a la que son sometidas las mujeres en el entorno laboral. 

Las referidas expresiones hacen referencia a las distintas dificultades que encuentran las mujeres a lo largo de sus trayectorias laborales, según su condición socioeconómica. En el extremo más bajo encontraremos con los “pisos pegajosos” y en su opuesto tendremos a los “techos de cristal”. Pasamos a explicar su significado, según las publicaciones que realiza ONU Mujeres. 

Piso pegajoso: También llamado “suelo pegajoso” se refiere a las fuerzas que mantienen a muchas mujeres atrapadas en la base de la pirámide económica. Hablamos aquí del trabajo maternal, trabajo conyugal y trabajo doméstico, que imponen una “adhesividad” a las mujeres, de las que les resulta difícil despegarse aprisionadas por responsabilidades y cargas afectivas y emocionales que en el ámbito doméstico se consideran propios del trabajo femenino. Se dice que constituye una forma de esclavitud con lazos de seda, que aqueja particularmente a las mujeres del mundo rural y a las inmigrantes laborales. Fundamentalmente afecta a mujeres que poseen educación primaria en el mejor de los casos y que cuentan con ingresos familiares bajos. Se encuentran muy expuestas a la pobreza y a la exclusión social. Escaleras rotas: En este escenario se ubican las mujeres con educación secundaria como máximo nivel alcanzado y de hogares de ingresos intermedios. Aunque han mejorado su participación en el mercado laboral incluso cuando tienen hijos menores de edad, ante la falta de redes familiares, estatales y del propio mercado laboral, deben enfrentarse solas a las responsabilidades de cuidado. Son las más volátiles a los cambios del mercado: sus tasas de empleo varían en función de él. 

Paredes de cristal: Se las llama así, porque resultan invisibles, imperceptibles. Pero también son de cemento por lo infranqueables. Se trata de una segregación ocupacional horizontal referida a las barreras invisibles o estructuras que les impiden desplazarse lateralmente a puestos de dirección dentro de las vías centrales de la pirámide jerárquica. Aunque las mujeres están alcanzando puestos de dirección en números crecientes, a menudo están confinadas en ciertos tipos de gestión como la administración, recursos humanos, comunicaciones y responsabilidad social, áreas asociadas a roles tradicionalmente pensados como femeninos. Estos se encuentran en los laterales de la pirámide y no suelen llevar a las posiciones superiores de directores ejecutivos y CEOs. 

Techos de cristal: Todos hemos oído hablar del “techo de cristal” (segregación ocupacional vertical) para referir esa singular experiencia de las mujeres que representan las barreras, estructuras y los procesos invisibles que impiden el acceso a los puestos más altos de dirección. 

Acantilado de cristal: Se trata de un fenómeno mediante el cual las mujeres en puestos de liderazgo, como las ejecutivas en el mundo empresarial y las candidatas a elecciones políticas, tienen más probabilidades que los hombres de alcanzar puestos de dirección durante períodos de crisis o recesión, en los que la probabilidad de fracaso es mayor. Es decir, se las promueve solo cuando las “papas queman”, y luego se las desecha. 

Es crucial que la sociedad tome conciencia de las situaciones descriptas y profundice el cambio cultural para suprimir las asimetrías de género. Paralelamente el Estado tiene la obligación de implementar políticas que acompañen y estimulen estos pasos hacia un mundo más equitativo. 

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