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Escuela para la cuarta revolución industrial

Jueves, 27 de octubre de 2022 02:32

En 2020 se declaró la cuarentena por pandemia, que cerró los establecimientos educativos de todos los niveles y produjo que se perdiera una cantidad enorme de tiempo de clases; fueron más de 180 días de clases presenciales entre 2020 y 2021, que la virtualidad no pudo sustituir satisfactoriamente en los tres primeros niveles: inicial, primaria y secundaria. Incluso se comprometió el nivel superior.

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En 2020 se declaró la cuarentena por pandemia, que cerró los establecimientos educativos de todos los niveles y produjo que se perdiera una cantidad enorme de tiempo de clases; fueron más de 180 días de clases presenciales entre 2020 y 2021, que la virtualidad no pudo sustituir satisfactoriamente en los tres primeros niveles: inicial, primaria y secundaria. Incluso se comprometió el nivel superior.

La cuarentena afectó a 420 mil alumnos en Salta. Las brechas y pérdidas de aprendizaje se profundizaron afectando más a los alumnos del ámbito rural, quienes sintieron especialmente diferencias estructurales básicas que los afectaban desde siempre, en comparación con los del ámbito urbano. Vimos cómo la capacitación en nuevas tecnologías, el acceso y disponibilidad de internet fueron críticos durante la pandemia y aún persiste, a pesar de que algunos podían disponer de computadoras o celulares. La realidad educativa es dramática; está marcada por un retroceso en el aprendizaje permanente aún antes de la pandemia; la educación de nuestros niños no avanza, en términos generales, desde los últimos 20 años si tenemos en cuenta las evaluaciones de aprendizaje como PISA, ERCE, Aprender, etc., y Salta no es la excepción: inclusive es más profunda comparada con otras provincias de nuestro país.

La COVID-19 generó perdidas de aprendizajes incalculables y, lo que es igualmente grave, el abandono y deserción de muchos jóvenes de la escuela secundaria. ¿Fallaron los jóvenes o el sistema con instituciones impulsó este fenómeno? Vicent Tinto, un reconocido investigador, enmarcó el fenómeno de la deserción en el ambiente organizacional y el contexto que rodea al estudiante, e hizo explicitas las conexiones entre el sistema académico y la retención.

¿Cómo podrán los jóvenes recuperar su educación, formación y oportunidades laborales perdidas por la pandemia? ¿Cómo se podrá evitar que los niños y jóvenes que no desertaron sigan retrocediendo en los aprendizajes de ciencias, lengua y matemáticas? ¿Quiénes pagarán las consecuencias sociales intergeneracionales que deja la pandemia? ¿Cómo podrán los jóvenes adquirir las competencias ante el cambio drástico de las formas de trabajo y producción?

El sistema educativo ya venía atravesando una profunda crisis antes de la COVID-19, y la pandemia dejó al descubierto todas las falencias, fragilidades y desigualdades preexistentes. El 80% de los jóvenes estaba por debajo del nivel mínimo de rendimiento en términos de aprendizajes y la cuarentena detonó todos los males.

Es evidente, ahora más que nunca, la necesidad de actualizar y transformar la educación para que los aprendizajes mejoren sustancialmente. Es momento de definir qué debemos seguir haciendo y qué debemos dejar de hacer para transformar la crisis en un elemento catalizador de cambio.

La carencia de datos nominales digitalizados de los alumnos fue lo primero que quedó a la vista. No había información acerca de la situación socioeconómica, ambiental, laboral y académica que permitiera implementar estrategias para reforzar aprendizajes durante la pandemia y para medir los resultados. Hubo que esperar volver a las aulas y que medianamente se reorganizara la gestión para empezar a buscar a los alumnos "perdidos". Esta orfandad informática priva a la provincia de un sistema de alerta temprana. Se toman medidas, pero es difícil medir su efectividad y, finalmente, las evaluaciones van dando cuenta de la ineficacia de aquellas decisiones.

Esta es la oportunidad para incorporar las herramientas de big data, inteligencia artificial, algoritmos acertados y experiencias de aprendizaje analítica. Esto representaría un cambio significativo en la gestión educativa e implicaría un nuevo paradigma, adecuado al contexto actual. Ya están obsoletas muchas herramientas y métodos del siglo pasado y la dimensión de los problemas exige pegar un volantazo.

Otro de los principales retos educativos en la pospandemia es recuperar el aprendizaje que la pandemia arrebató a niños y jóvenes, es el gran reto. Y fortalecer la retención escolar va de la mano con esa meta.

Es necesario medir regularmente los niveles de aprendizaje de cada uno de los mas de 420 mil alumnos matriculados en Salta; por eso es esencial un sistema digital inteligente de alerta temprana. Se debe priorizar la enseñanza de matemáticas y lengua, que son habilidades fundamentales, y apoyar la salud emocional y el bienestar de los niños y jóvenes utilizando las herramientas virtuales online que nos brindan la cuarta revolución industrial y la economía del conocimiento.

Para eso es se hace imprescindible una nueva visión de aprendizajes que contemple nuevos métodos

La presencialidad es hoy prácticamente normal, pero los problemas de calidad son tales que efectivamente se observa que no están adquiriendo las competencias fundamentales, con un incremento preocupante de la desigualdad.

La educación es clave para preparar a los recursos humanos en las nuevas habilidades que están surgiendo con la transformación digital y la automatización relacionadas con la economía del conocimiento.

A la luz de los resultados de las evaluaciones de aprendizaje (ERCE, PISA, Aprender, etc.), las nuevas generaciones disponen de menos competencias y conocimientos y padecen la desmotivación lógica debida a una educación que no funciona bien, ni como elemento de movilidad social ni como pase asegurado al mundo del trabajo. Estamos ante una oportunidad única de efectuar los cambios necesarios para actualizar el sistema, pero el desafío es "cómo" hacerlo eficazmente. Es acá donde el conocimiento especializado entra en juego porque se debe diseñar una estrategia clara, integral, con indicadores acertados que permitan monitorear y medir los resultados para tomar decisiones en el menor tiempo posible; esto no se puede hacer exitosamente si la información con que se cuenta es escasa y las herramientas de gestión son obsoletas. Transformar la educación para mejorarla es una tarea compleja porque se deben contemplar muchas variables que hacen que los resultados de aprendizaje estén en riesgo y se profundicen las brechas con el paso del tiempo.

Salvo en el nivel superior universitario, Argentina no cuenta con un sistema de información educativa nominalizado y esta es una herramienta de gestión fundamental para la toma de decisiones en base a evidencias claras. Por eso el sistema desconoce la trayectoria educativa de cada alumno, sus características biográficas y socioeconómicas, la asistencia ni de desempeño escolar que permitan actuar con rapidez. Tampoco se están utilizando recursos digitales para reforzar el aprendizaje. Identificar tempranamente a los estudiantes en riesgo de abandono es imprescindible para tomar medidas preventivas. Se debe llegar a todos los niños y jóvenes que debieran estar en el sistema educativo: a los que sí están, para reforzar las competencias que se perdieron por las debilidades expuestas del sistema que la pandemia profundizo, y a los que abandonaron, para que vuelvan a prepararse para el mercado laboral.

Pero además, y es fundamental, hay que pensar en el mediano plazo y revisar los currículos en todos los niveles y los que hacen también a la formación docente para pasar de una orientación enciclopédica, academicista, disciplinar, en silo y enfocada en la transmisión de conocimientos y contenidos, a una diseñada por competencias y enfocada en resolver problemas, cultivar el pensamiento crítico y desarrollar empatía, es decir, las habilidades que el siglo XXI prioriza. No puede haber calidad educativa con métodos y recursos desactualizados de enseñanza y aprendizaje y donde la tecnología digital no esté presente. Adoptar nuevas pedagogías, actualizar los planes de estudio, jerarquizar la carrera docente para que sean los referentes en la transformación que necesita el sistema y escuchar y acompañar a los alumnos que son el centro y fin del proceso educativo son los desafíos que deberían contemplarse. Lograr las metas propuestas en el eje 4 de los objetivos del desarrollo sostenible (ODS) a nivel mundial amerita plantearnos estos retos para lograr "garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos" y "poniendo a las personas en el centro y escuchando a las jóvenes generaciones" como lo manifiesta el Papa Francisco .

 

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