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Los salteños y el último caudillo peronista que partió hace 30 años

Por Juan Gonza, Director Semanario Nueva Propuesta.
Lunes, 14 de febrero de 2022 12:38
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Invariablemente, y no sólo los 15 de febrero, el peronismo salteño evoca con prodigiosa memoria y hasta en detalles que parecieran mínimos pero que en realidad están escritos en la historia política provinciana, a ese roble que nos sigue faltando en el bosque cotidiano de la vida en sociedad, 
Sí, la mención no puede ser de otro que la de Roberto Romero:
 Roberto. R.R. “El Tigre”, 
“Don Roberto”. 
“El Negro” para sus lógicos detractores. 
El de un Central Norte soñado.
El de la precursora e inigualada idea cultural de la “Embajada de El Tribuno”. 
El Amigo cabal y de lealtades innegociables. 
El político de prodigiosa intuición. 
El doctorado en las universidades de la calle y de la vida, donde la academia está en los valores como la humildad y la grandeza. 
El arquitecto de El Tribuno, obra imposible sin alma. 
El del famoso afiche con su foto con el General Perón en España, en Puerta de Hierro, con sus caniches jugueteando alrededor. 
El del famoso afiche rojo con su rostro, de Unidad y Renovación, que se hizo bandera para el triunfo en la recuperación democrática del ‘83. 
El del gran proyecto político para una Nueva Salta, nacido en ese desafío. 
El visionario impulsor del Norte Grande como parte nuestra en una gran concepción geopolítica como el GEICOS.
El del Plan de Salud Ramón Carrillo que jamás debió abandonarse. 
El de la Educación como derecho de todos y no privilegio de pocos. 
El del Trabajo y la vivienda. El del DELMI y el Teleférico, por ese entonces cuestionados por el gorilaje histórico y hoy orgullo de todos. 
El que en el ‘82, planificando la propuesta concreta, el Plan de Gobierno de Unidad y Renovación como P. J. se anticipaba a los tiempos y avizorando el caos del tránsito futuro pensó en el Tren Elevado para Salta.
El visionario que en aquel tiempo como bien nos recuerda siempre el compañero Ricardo Alonso- le tomaba el pulso a la importancia del litio, hoy centro de fantásticos proyectos mundiales.
El de la petroquímica que aún es deuda. Y que comenzamos a concientizar en ese gobierno de progreso real y bien entendido.
El incansable visitante de los más recónditos parajes de nuestra geografía. 
El gobernante sin soberbia. El gobernante democrático y probadamente federal. 
El que te recibía a vos, ciudadano de a pie, en la Casa de Gobierno haciéndote sentir lo que vales. Y sin horario. Sin esconderse escudado en el tan naturalizado hoy “está en reunión”. Menos en el agraviante: “Está ocupado”
El que tomaba mate en tu patio de tierra.
El que por sus convicciones no permitió que una reforma constitucional le abra paso a una reelección. 
El de la náusea indisimulable ante la plaga de los amanuenses y alcahuetes. 
El que ni por asomo habría permitido el asalto a la política de parte de los “gerentes” sin historia, sin compromiso humano, político y social, y fundamentalmente sin moral ni ética. 
El que hubiese cortado de cuajo con la corrupción de los “jóvenes exitosos” “nuevos millonarios” de la política.
El que supo unir al peronismo. 

 Romero entrega el carné de beneficiaria de la denominada pensión "Justa" a una mujer de 84 años que hasta ese momento no contaba con cobertura ni asistencia de ningún tipo.

El que, traicionado con vileza, reaccionó retemplándonos el espíritu con su discurso/legado del Salta Club, comprometiéndonos a luchar para volver. El de oficio periodista, lo que definía sus convicciones y acciones en el ámbito supremo de la Libertad de Expresión. 
El que hoy sería vanguardia para terminar con la censura indirecta del Estado. 
El nervio y motor de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas y de la Agencia Noticias Argentinas. 
Y en párrafo especial, con el debido pedido de permiso a los lectores, evoco a mi Amigo Roberto al momento del abrazo y del apoyar su brazo sobre mi hombro tras el martirio de la prisión de la dictadura del ’76, para asilarme con coraje en su bastión de lucha, su redacción central en Salta, desafiando a la barbarie. No hubo “Lista Negra” del Ejército que lo condicionara. Abrazo y solidaridad que a la par me brindara también su hijo, mi Amigo Juan Carlos, en aquel momento en la dirección de El Tribuno.
Es natural entonces que, al rendir el homenaje de hoy, un verdadero torbellino de ideas conmocione al cronista, justamente por la magnitud de tan rica historia protagonizada por Roberto Romero y con Roberto Romero. Entonces el intento se torna difícil por lo estrecho del espacio para condensar semejante historia, pero por sobre ello esencialmente grato. 
Al encarar la tarea, siento a mi lado a un interminable listado de salteños amigos de Roberto que aún consciente de gruesas omisiones por las que me disculpo procuro rememorar, aun cuando ya algunos ya no nos acompañan en este mundo, pero están. Hablo, por ejemplo, de los fundadores de Unidad y Renovación como los Jorge Montoya, los Emilio Benítez, los Mario Ríos, los Roberto Adán Galli, los Eduardo Barrionuevo, los Alfredo Pérez Vidal, los Herrera, los Enrique Tanoni, los Gogo y Silvia Troyano, los ciego Sángari, las Dina Taritolay, las Juanita Solís, las Berta Condorí, los Rolo De Luca, los chaqueños Lalo y las Teresa Puertas, los Tito Vera, los Lucio Rojas, los Pilín Martínez, los Batto Cuenca, los Samuel Córdoba, los Héctor Legorburo, los vallistos Abán, los Chaile, los Palo Domingo, los Walter Wayar, los Guitián, los Salva, los Zenteno, los Alcides y los René Ontiveros oeste/victoreños, los Juan Caballero, las Rómula Monteros, las Antonia y los Miro Clinis, los René Gómez, las Anita Macedo, los Tito Sández, los quebracho Saravia, las Irma Caro, los Isa padre, Daniel y Miguel, los Antonio Valenzuela, los Carlos Cruz, los Pedroza, los Ferro Podestá, los Juan Carlos Bichara, los Gildo Armando, los Coya Arce, los Elejalde, las Porota, las y los Oropeza, los Azcárate, las bravías compañeras Díaz de La Silleta, las Graciela Gilabert y tantas pero tantas otras idénticas en lealtades insobornables. Y la nómina llevaría, sin duda, páginas y páginas, incluyendo a los históricos de la línea fundadora, así como a los que luego aceptaron el generoso abrazo convocante a la unidad del justicialismo.
“Estuvo bueno el encuentro de hoy, realmente” le respondí al colega y amigo Ariel Luna, primera espada en ese entonces del equipo de radio FM Pacífico, de Tito De Vita cuando en alguno de estos treinta 15 de febrero transcurridos, y sin estar en el gobierno, ante su insistencia sobre una no tan multitudinaria concurrencia, le expliqué el porqué de la conclusión con dos palabras, para un buen entendedor: “Sin hojarasca” (Dicho en buen romance: sin cortesanos). 
Y bueno hoy agradezco a El Tribuno como parte vital de mi andar en este oficio maravilloso del periodismo -una vez convertido en embajada para el asilo obligado, y en otro tiempo democrático en el generoso ofrecimiento de Roberto de ser su subdirector- la nueva oportunidad para dejar volar la imaginación desde el sentimiento, el corazón, y fundamentalmente desde las ideas, la doctrina y la memoria encendida. 
Entonces no es difícil imaginárselo a Roberto Romero. No es difícil hacerlo presente. Imaginárnoslo enormemente preocupado por esta realidad del peronismo y de la Argentina.
Allí estaría instalado. En su lucha de siempre. Con grandeza y humildad. Y de seguro, se haría escuchar y haría reflexionar a los que hoy no saben de ello.
No se puede imaginar al caudillo en otro sitio que no sea el de la lucha. Allí, seguramente, más empecinado que nunca en la reconstrucción de la República y en la restauración del diálogo, del respeto al pensamiento ajeno. En definitiva, en el país con el que seguimos soñando. El país que merecemos. Que es posible Y que veremos!
Pero este 30 aniversario tiene también un presente partidario pavoroso que se refleja en los desastres electorales que no hace falta ni enumerarlos, producto no de discusiones ideológicas o metodológicas internas que se debatían y definían con el voto de los compañeros, sino -para peor- de luchas personales acompañadas por las ambiciones sin principios, ni códigos, ni de la ética y la moral esencial de la actividad política, que es componente de todas las actividades humanas.
La casta política que esa desviación genera, se nutre de esas ambiciones y contamina todos los niveles de las organizaciones, convirtiendo al sistema democrático, que es mejor y a la vez el más perfectible de los sistemas, en una búsqueda afanosa de privilegios, sin limitante de corrupción e impunidad.
Que esta evocación a Roberto Romero y a los ideales por una Democracia con Justicia Social, nos inspire siempre, como en estos 30 años de su partida.
Que es lo mismo que decir que sea un volver a las fuentes.
“Cuando cae un roble, no es el roble el que gime sino el bosque”,

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