inicia sesión o regístrate.
"No son monstruos, son varones sociabilizados por esta sociedad", dijo la ministra de Mujeres, Elizabeth Gómez Alcorta, al buscar una explicación para la conducta de seis jóvenes que violaron a una chica en el barrio de Palermo, a plena luz del día. La frase resulta, al menos, sorprendente. Seis adultos responsables, en condiciones de votar desde los quince años, son en realidad autómatas predeterminados por la sociedad. ¿Y por qué ellos y no el resto de los varones sociabilizados? ¿Y la misma sociedad enseña a las mujeres a someterse a violaciones en masa?
Sin querer, una forma de exculpar a seis delincuentes, a los que la sociedad considera depravados. Naturalizar la violación es una forma de darle un marco de comprensión al violador.
La ministra Alcorta reproduce los escritos de Rita Segato, una antropóloga quien considera que "el violador no es un desviado, es un moralizador. Es alguien que está enseñando a una mujer a colocarse en la posición debida, subordinación y disponibilidad de su cuerpo".
Cuesta entender que, desde una ciencia social que debe basar sus asertos en datos empíricos, se pueda dar esa definición a la violación, como si fuera el garrote o el látigo que usaban algunas culturas para imponer conducta a las personas. En Occidente nadie justifica la violación. Esta sociedad a la que quieren deconstruir no busca paliativos para violadores, abusadores y abusadoras, pedófilos y pedófilas. Los condena. Es cierto que algunas corrientes jurídicas muy afines al deconstruccionismo suelen socializar la culpa para absolver a abusadores, patoteros y criminales. En el mundo abundan los violadores, como abundan hombres y mujeres que secuestran, torturan y matan. Pero sostener que son engendros sociales es robotizarlos, y alimentar una visión "monstruosa" de la sociedad, que por cierto, suena más a una fantasía trágica de quien la vive de esa manera. Trágica, pero subjetiva.