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El dólar sigue siendo el termómetro de la desconfianza que, como se sabe, tiende más a alimentarse a sí misma que a ceder ante alguna explicación de los fracasos.
Todo indica que el "Plan Llegar" empieza a ser una ilusión. No porque este gobierno, necesariamente, deba abandonar antes de terminar el mandato, sino porque cada día se debilita más la posibilidad de un triunfo oficialista.
Ayer el dólar blue cerró a $462 contra el oficial, $227. Una brecha superior al 100% que muestra la volatilidad de la situación económica que atraviesa la Argentina y evidencia que la declinación de Alberto Fernández a la reelección no tranquilizó a nadie.
Las cotizaciones especiales de la moneda estadounidense demuestran que nadie cree en el dólar oficial, ni siquiera el Gobierno: el dólar turista a $ 452, y los dos instrumentos autorizados para operaciones bursátiles, contado con liquidación y el MEP $ 457 y $447, respectivamente, arañando al blue.
El economista Carlos Melconian, habitualmente moderado sobre las expectativas de un estallido, ayer comparó la crisis actual con la que comenzó a erosionar el Plan Austral de Raúl Alfonsín y de Juan Sourrouille. Es decir, la etapa que se vivió dos años antes de la hiperinflación (1989/1991).
Melconian sostuvo que "el Gobierno está devaluando y la probabilidad de que tenga que hacer un salto cambiario ha aumentado… Para inventar, mucho no hay". Y aconsejó recomponer el poder político porque de lo contrario "este calvario continúa hasta octubre".
Desde el seno del Gobierno surgen indicios de desesperación. O, al menos, de pérdida de la cautela.
Ayer el director argentino ante el FMI, Sergio Chodos, y el senador oficialista Héctor Recalde avalaron una denuncia penal contra los economistas Hernán Lacunza, Alfonso Prat Gay y Guido Sandleris por "traición a la patria", acusados de entorpecer la negociación de Sergio Massa con el FMI.
Lacunza fue el único que se molestó en responder: "Siempre es útil una teoría conspirativa para explicar falencias propias".
Un boomerang: hace un año, cuando el Congreso aprobó el acuerdo de Martín Guzmán con el Fondo, los diputados kirchneristas votaron en contra, y perdieron. El mismo Máximo Kirchner, en diciembre, había logrado dejar sin presupuesto al país con una aparatosa renuncia con el pretexto de ese acuerdo.
La embestida contra Juntos por el Cambio, en esos términos, es una muestra de esa anarquía que temen los compradores de dólares. Otro disparo en los pies. Tan inoportuna como la distendida entrevista que ofreció ayer Fernández en una radio donde omitió hablar de la crisis cambiaria (y de todos los demás problemas del país), pero eso sí, dijo que, ahora que no será candidato "quiere evitar que la derecha gobierne el país".
Desde que él asumió, la deuda nacional creció cerca de US$ 90.000 millones. Solo un dato. Al que se deben añadir una suma de retrocesos que no son imputables ni a la pandemia, ni a la sequía, ni a la guerra ni a la oposición. ¿Fernández ya se siente expresidente?
Sobre la recomposición del poder, el economista Daniel Marx opinó que la definición de candidatos del oficialismo podría "garantizar serenidad a los inversores y a los mercados".
También destacó que nuestro país es muy barato para los de afuera y muy caro fronteras adentro. Por eso, es necesario que "se alargue el horizonte económico". Con el Presidente en retirada, las decisiones se postergan. Para el oficialismo no es fácil definir candidaturas. Cristina Kirchner se autoproscribió; Sergio Massa, que está en campaña, debería renunciar al ministerio para intentar un milagro: ser elegido con el dólar desbocado. Y Daniel Scioli coquetea con el cristinismo con el mismo perfil de 2015.
Recomponer el poder político es una necesidad, no solo para frenar el dólar, sino para evitar un colapso.