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Ritos pascuales, la liturgia más entrañable para los cristianos

Jueves, 06 de abril de 2023 01:47
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Un indiscutible elemento unificador en la vida americana fue indudablemente la religión, tanto en su etapa colonial, como posteriormente en su vida independiente, y aún en la actualidad. En torno a los ritos, la sociedad se nuclea y encuentra un punto de contacto que los hace partícipes de una comunidad de sentimientos.

La sociedad salteña no escapa a este modelo americano. En los primeros siglos y a lo largo de su historia, evidenció un espíritu fuertemente ligado a la fe católica.

La vida espiritual de los fieles de la Iglesia, tuvo un importante espacio en las celebraciones religiosas que son de antigua data entre los cristianos ya desde el tiempo de los apóstoles se estableció y celebraron la Pascua entre otras actividades litúrgicas.

A finales del siglo II y principios del siglo III de la era cristiana se evidencia un esfuerzo de unificación de las costumbres de la Iglesia. En aquellos remotos días se planteó un problema capital en torno a la cuestión pascual. Los asiáticos conmemoraban la Pascua el 14 de Nisán (primer mes del calendario hebreo bíblico), cualquiera que fuese el día de la semana; los romanos la celebraban el domingo que seguía al 14 de Nisán. Esta diversidad de fechas entrañaba una diversidad de ritos y de fiestas.

La Pascua era para los asiáticos el día de la muerte del Señor. Ellos ayunaban ese día, aunque cayera en domingo, y dejaban de ayunar por la tarde para terminar la solemnidad con la eucaristía y el ágape.

Los romanos, por el contrario, consagraban al recuerdo de la muerte y resurrección de Cristo los tres días del viernes, sábado y domingo. Los dos primeros días eran de duelo y de ayuno, mientras que la vigilia del sábado al domingo los preparaba para la fiesta de la resurrección, celebrada el domingo.

Para resolver tal divergencia, Policarpo, obispo de Esmirna, con sus ochenta años hizo un viaje a Roma ante Aniceto en el año 154. Pese a la evidente buena voluntad de uno y otro, no se pudo llegar a un acuerdo. Aniceto no pudo persuadir a Policarpo a observar lo que siempre se había observado con Juan, el discípulo de Nuestro Señor, y con los demás apóstoles de los que había sido familiar. A su vez, Policarpo no podía siquiera inducir a esta observancia a Aniceto sosteniendo que debía atenerse a la costumbre de los presbíteros que le habían precedido.

Al año siguiente, Policarpo moría mártir; y en el año 166 fallecía Aniceto. La cuestión pascual no estaba resuelta, muy por el contrario, ya que las tradiciones enraizaban en costumbres de dos culturas. No es sorprendente que dos pastores hayan seguido un calendario litúrgico diferente y lo hayan legado a sus iglesias. Pero era muy difícil conseguir que una de las dos iglesias abandonara la tradición que había recibido de los apóstoles.

Advirtiendo la gravedad de la cuestión, el Papa Víctor convocó a los sínodos provinciales, sus obispos decidieron que el misterio de la Resurrección del Salvador de entre los muertos no sería celebrado otro día sino el domingo y que sólo ese día se pondría fin al ayuno pascual. Más, las iglesias asiáticas "guardarían escrupulosamente la observancia pascual, sin añadir nada, sin quitar nada". (Lebreton- Zeiler: La Iglesia en la penumbra, Edicep, Sevilla).

La centenaria disputa en torno a la Pascua, tendría resolución final según la regla de la antigua iglesia romana, aprobada por el Concilio de Nicea, primer Concilio de la Iglesia de Roma y de la Ortodoxa que tuvo lugar en el año 325. Fue convocado por el obispo Osio de Córdoba y apoyado por el emperador Constantino. Es considerado el primer concilio ecuménico. Tuvo lugar cuando la iglesia dejó de ser perseguida y pudo disfrutar de una paz estable. Entre sus resoluciones estableció el cumplimiento uniforme de la fecha de la Pascua contra las iglesias de Asia, y que acordó celebrar en el primer domingo después del día decimocuarto de la luna del mes primero, pasado el equinoccio de la primavera (hemisferio norte).

Posteriormente, la Iglesia encontraría su vía normativa a través de diversos Concilios, en especial el de Trento, que cimentó su perenne organización. De tal suerte, en los sucesivo se redactarían Manuales Litúrgicos que contienen las instrucciones que han de observarse en el Santo Sacrificio de la Misa, privadas o solemnes, en la exposición del Santísimo Sacramento como así también en todos los ritos y funciones que a lo largo del año se celebran en los templos católicos.

Preceden a las Pascuas las fiestas carnestolendas. A su conclusión, se inicia el tiempo llamado de cuaresma, siendo su inicio el miércoles de ceniza, día penitencial en el que el sacerdote habría de imponer las cenizas incensadas por el Turiferario y bendecidas a la feligresía. En tiempos pretéritos, se cantaba Dominus vobiscum Dios con vosostros. El celebrante impondría las cenizas a su pueblo en la frente y en forma de cruz, mientras le expresaba: "Memento, homo, quia pulvis es, et in pulverum reverteris", de polvo eres y en polvo te convertirás. La imposición era separadamente los hombres de las mujeres.

La práctica del ayuno pascual se convirtió en obligatorio para la población. Los ayunos fijos y solemnes de la religión cristiana eran de observancia colectiva, siendo el más sagrado el que precede a la Pascua.

Precede a la semana santa, el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, correspondiente al sexto domingo de Cuaresma, en que se conmemora la entrada de Jesucristo en Jerusalén, un evento mencionado en cada uno de los cuatro evangelios canónicos. Esta conmemoración marca el primer día de Semana Santa.

En tiempos coloniales, cuando aún no se había introducido la palmera, se recurría al olivo y especialmente al sauce para ornamentar los templos y para la bendición de los ramos que los feligreses posteriormente llevarían a sus hogares para ser ubicados junto a los objetos de devoción: imágenes, crucifijos, biblias.

En el período que precede a la cuaresma del año siguiente, las iglesias habrían de colocar una cesta para recoger estas palmas que luego se quemarían el día previo al miércoles de cenizas, con las que se ungiría posteriormente a los feligreses.

Cabe considerar que este rito de bendición de palmas abarca a otras iglesias cristianas que mantienen esta tradición como la ortodoxa, metodista, morava, luterana, distribuyen ramas de palmas en sus congregaciones.

En las celebraciones tanto de otrora como ahora, el Jueves Santo marca el inicio del Triduo Pascual, es decir el período en que se recuerda la pasión, muerte y resurrección de Jesús y momento central de la Semana Santa.

En el Jueves Santo el cristianismo conmemora la institución de la Eucaristía en la Última Cena, el lavatorio de los pies (símbolo de entrega a los demás) y la oración en el huerto de Getsemaní. Jornada central en la vida de Jesús, pues allí se reunió con los doce apóstoles para despedirse de ellos.

Singular relevancia adquiere para la Iglesia el mandato de: "Haced esto en conmemoración mía".

Las siete iglesias

En las grandes urbes que contaban con numerosas iglesias, se imponía la visita a siete templos; en tanto, en nuestras ciudades americanas la falta de templos restó esta costumbre europea en nuestros ancestros. Estas visitas representan cada acontecimiento bíblico relacionado al recorrido que hizo Jesús previo a su captura y crucifixión.

En el recorrido de la primera iglesia, los fieles recuerdan el paso de Jesús en la última Cena con sus doce discípulos, cuando revelaría la traición de uno de ellos, y su camino hasta el monte de Getsemaní, donde pide a su Padre que le dé fuerzas y donde comienza a sudar gotas de sangre. En el segundo templo se debe meditar sobre el paso de Cristo desde el monte Getsemaní hasta la casa de Anás, lugar en el que fue interrogado y posteriormente abofeteado. En la tercera parada se recuerda el camino de Jesús hasta la casa de Caifás. Aquel recibimiento estuvo lleno de insultos, escupitajos y dolor durante toda la noche.

La cuarta iglesia recuerda a la presentación de Jesús ante Poncio Pilatos, el gobernador romano de la región. Fue acusado con mentiras por parte de los judíos. Pilatos mandó que el caso sea revisado por el rey Herodes. La quinta visita ayuda a reflexionar sobre las calumnias que las personas dijeron sobre Jesús y la burla de Herodes, para luego regresarlo con Poncio Pilatos. En la sexta parada, Jesús es llevado ante Pilatos quien, ante la exigencia pública lo condenó a muerte y le puso una corona de espinas. La séptima iglesia, rememora el camino de Jesús hasta el Monte Calvario, cargando una pesada cruz y recibiendo azotes por parte de los guardias y el repudio de las personas. Esta última visita sirve para reflexionar sobre su muerte, sepulcro y resurrección al tercer día.

En tiempos coloniales, adquiere gran predicamento el Vía Crucis, realizado en el interior de las iglesias, a la usanza medieval, cuyos templos estaban arquitectónicamente diseñados y ornamentados para la circulación en sus catorce estaciones con sus momentos litúrgicos.

Aleluya

Particular relevancia adquiere la celebración del Sábado Santo.

Recomienda el antiguo libro litúrgico del padre Solans de la catedral de Urgel, que el fuego que ha de encender el Cirio Pascual, debe proceder del pedernal, de ningún modo con fósforos o cosa parecida. La bendición del Cirio unos lo atribuyen a San Ambrosio y otros a San Agustín. "Un braserillo con carbón para encender el nuevo fuego, las tenazas y eslabón para sacar fuego del pedernal", son algunas de las recomendaciones para esta celebración pascual. De la puerta, la concurrencia portando candelas se encaminaban al interior del templo y el celebrante con sus acólitos se dirigían al altar para iniciar la misa con el salmo Iudica y Gloria Patri. Tras el Kyrie eleison, y el Gloria in excelsis, empezaban a tocarse todas las campanas.

 

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