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Los difíciles primeros meses del primer Gobierno Patrio

Por María Irene Romero. Instituto de Investigaciones Históricas Gral. Manuel Belgrano - Ucasal.
Jueves, 25 de mayo de 2023 01:23

La instalación de la Junta Provisional Gubernativa, solución acordada el 25 de mayo de 1810, surgió de un movimiento de opinión previamente elaborado, y forzado por la invasión napoleónica a la península ibérica.

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La instalación de la Junta Provisional Gubernativa, solución acordada el 25 de mayo de 1810, surgió de un movimiento de opinión previamente elaborado, y forzado por la invasión napoleónica a la península ibérica.

El hecho de que el nuevo gobierno fuera integrado en su casi totalidad por criollos fue suficiente en un medio social cuyos cuadros dirigentes se reclutaban preferentemente entre los españoles europeos. Los nativos del país fortalecieron a la nueva administración.

En Buenos Aires nadie por entonces tenía dudas respecto de la necesidad de una "regeneración" del gobierno. Los europeos habían sido los primeros en pretender la sustitución de un virrey por un gobierno de vecinos, pues se estimaba que para mejorar la marcha de las cosas era suficiente separar la administración local del funcionarismo burocrático de la Metrópoli, colocándola en manos de los hombres más capaces que actuaban en el país, como eran aquellos que habían dado testimonio de eficiencia en las jornadas de la Reconquista y la Defensa.

En aquellos días de invasiones inglesas, la población manifestó su mayoría de edad para avanzar hacia un gobierno propio.

La Junta necesitaba ganar prestigio corriendo contra el tiempo. El portugués Possidonio Da Costa, un espía, en carta a Río de Janeiro decía que sus integrantes trabajaban "con calidad y mucha actividad" para tomar las disposiciones que se habían puesto en vigencia.

Durante las primeras semanas la nota dominante en la opinión pública fue la incertidumbre, nutrida por la difusión de rumores con antojadizas interpretaciones de la realidad.

Al constituirse la Junta de Buenos Aires, se la dotó de un Reglamento en virtud del cual el nuevo gobierno pasó a sustituir al virrey, y a ejercer el poder real dentro de la organización administrativa establecida.

La Junta encarnó una revolución que, según ella misma sostuvo, no fue tal, sino expresión legalista adecuada a las circunstancias, de ahí que los problemas que debió enfrentar fueron encarados y resueltos con el mismo espíritu centralista.

Los primeros actos de la Junta revelan serenidad y energía, a la par que comprensión de que las circunstancias obligaban a derivar hacia soluciones que, poco antes nadie había pensado que habría que adoptar, y que ni siquiera se consideraba fueran las mejores.

La Junta está constituida por hombres que nunca se habían reunido para considerar la posibilidad de ejercer algún día juntos o separados el gobierno del Virreinato. La primera cuestión que debieron abordar fue, por consiguiente, afirmar la mutua confianza entre ellos y ganar la del pueblo. Otro propósito era asegurar la paz y tranquilidad general; había que evitar la formación de facciones que perturbaran el orden público, nutridas por resentimientos sociales o personales.

Era, además, imprescindible conquistar la adhesión de las ciudades interiores, por lo cual, al día siguiente de su constitución, la Junta emitió su primera proclama cuyo encabezamiento decía: "La Junta Provisional Gubernativa de la capital del Río de la Plata, a los habitantes de ella y de las provincias de su superior mando". En el texto afirmaba la voluntad de "proveer por todos los medios posibles la conservación de nuestra Religión Santa, la observancia de las Leyes que nos rigen, la común prosperidad, y el sostén de estas posesiones".

Un dato importante es la "adhesión a nuestro muy amado Rey y Señor Don Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España" y otro que se sustituye la palabra "virreinato" por "provincias" que hasta el 25 de mayo había conformado un territorio regido por la corona española.

En ese primer documento, el nuevo gobierno se denominó "Junta … de la capital …" y se dirigió como tal a los habitantes de Buenos Aires, y al pueblo "de las provincias de su superior mando", afirmando una subordinación de las provincias interiores a Buenos Aires.

Era ese un concepto nuevo, pues las provincias estaban bajo el superior mando del virrey, pero no de la ciudad donde éste residía; de manera que la Junta de la capital no podía considerar bajo su mando a las ciudades y Cabildos del interior.

Establecida la razón de ser del nuevo gobierno, se acordó que las corporaciones le prestaran juramento de respeto y obediencia por entender que ejercía el poder como representante legítimo de la soberanía, a nombre del monarca, es decir, era el monarca mismo en una encarnación "suis generis".

Ese juramento no era exigido por los virreyes, pero la Junta consideró necesario requerirlo para que no mediaran dudas sobre la legalidad de su constitución, en demostrar que no había sido consecuencia de una actitud de rebeldía, sino impuesta por circunstancias perentorias en defensa de la integridad de la monarquía.

Resistencias y juramentos

El día 26 la Junta comunicó a la Audiencia y al Obispo, Tribunal de Cuentas, Cabildo Eclesiástico y demás corporaciones públicas, así como a los funcionarios de jerarquía civiles y militares, una orden para que a las tres de la tarde concurrieran a la sala capitular a prestar juramento de respeto y obediencia al nuevo gobierno, y para que, al día siguiente, comparecieran a presenciar el que prestarían las tropas en la plaza mayor.

Los capitulares acordaron concurrir a la ceremonia y preparar la sala capitular para la ceremonia, pero recordaron que, desde su fundación había dado pruebas de fidelidad y que solo debía jurar ante el Soberano, por lo que entendía estar exento de la obligación de jurar.

La Real Audiencia, el órgano judicial de aquellos días, cerró sus puertas, demostrando el desagrado con que sus miembros habían recibido al nuevo gobierno, no se contestó a la orden de prestar juramento, ni sus funcionarios concurrieron al Cabildo. En esta instancia, los oidores se mostraron reticentes a reconocer a la nueva autoridad.

En la misma jornada del 26, la Junta emitió un bando, en cuyo encabezamiento apareció con una nueva denominación que usó en lo sucesivo: "Junta Provisional Gubernativa de las Provincias Unidas del Río de la Plata por el Sr. Dn. Fernando VII". En pocas horas había dejado de ser la Junta de la capital para pasar a serlo de todo el país, como representante directo del monarca.

El 28 recién se pudo tomar el juramento tan apetecido por los miembros de la Junta con la pompa que solían tener en aquellos remotos días los actos protocolares y que reunía a los sectores más representativos de la ciudad, con la fórmula preestablecida: "Juráis por Dios Nuestro Señor y estos Santos Evangelios, reconocer la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias Unidas del Río de la Plata a nombre del Sr. Don Fernando VII, y para guarda de sus augustos derechos; obedecer las órdenes y decretos; y no atentar directa ni indirectamente contra su autoridad, propendiendo pública y privadamente a su seguridad y respeto".

Cuerpos militares

Entre las primeras medidas de seguridad tomas por la Junta, se dispuso la requisa de las armas "pertenecientes al rey", en poder de particulares. Algunas se encontraban en manos de quienes formaron el cuerpo de europeos. El 29 de mayo se dio a conocer un bando titulado "Cuerpos militares de Buenos Aires" por el que la Junta reconoció públicamente la importancia de las fuerzas armadas en la construcción del nuevo orden. Esta circular daría origen al arma de Ejército.

A los batallones se los elevó a regimientos en clase de veteranos y se organizó a todos los cuerpos. Se dispuso, además, reincorporar al servicio activo a los que hubieran sido dados de baja "que no estuvieren ejerciendo algún oficio mecánico o público". Así también se mandó una rigurosa leva que comprendía a "todos los vagos, y hombres sin ocupación conocida, desde la edad de 18 hasta los cincuenta años".

El 8 de junio los oficiales naturales indios, que venían sirviendo agregados a los cuerpos de Castas y Morenos, fueron convocados a la Real Fortaleza, donde se les hizo conocer una resolución por la cual se suprimían las diferencias entre ellos y sus colegas españoles, por ser unos y otros iguales, pues, agregaba la resolución de la Junta, "siempre debieron serlo, porque desde los principios del descubrimiento de estas Américas quisieron los Reyes Católicos que sus habitantes gozasen los mismos privilegios que los vasallos de Castilla".

A tal efecto se dispuso que sus Compañías integraran los regimientos 2° y 3° con sus oficiales, alternando éstos con los demás, sin diferencia alguna, y con igual opción a los ascensos.

En sucesivas jornadas los intereses constituidos y las relaciones que forman el nudo de las grandes asociaciones políticas se alteraron de manera esencial. El nuevo gobierno comprendió la urgencia de organizar su propia propaganda, y el día 2 de junio acordó publicar un nuevo periódico semanal con el título de "Gazeta de Buenos Aires".

En los considerandos se manifestó la necesidad de asegurar la confianza y el respeto debido a la pureza de sus intenciones, luchando contra "la destreza con que un mal contento" podía desfigurar las providencias más juiciosas. Era menester salir al encuentro de las equivocaciones que siembra el error y que se aprovecha la malicia, informando todos los actos del gobierno para terminar con los que procuraban sordamente limar "los estrechos vínculos que ligan al pueblo con sus representantes" y que podían producir una disolución que envolviera a "toda la comunidad con males irreparables". La responsabilidad de dirigir la publicación recayó en Mariano Moreno.

La convocatoria al interior

El hecho más trascendente de los últimos días de Mayo de 1810, el día 27, es la convocatoria a los Cabildos del interior a enviar diputados para integrarse a la Junta. Fue un paso efectivo hacia la creación de un gobierno emanado de la voluntad de la mayoría de los pueblos. A los localismos vigentes los satisfizo y los fortaleció.

En un tiempo en el que era complejo pensar en sustituir al rey, los diputados debían resolver la forma de hacerlo y en circunstancias que se imponía constituir una nueva nación, en cuya posibilidad muy pocos habían pensado. Los fidelismos fueron afirmados y también confrontados. La historia colocó a los hombres de Mayo ante un problema que superaba todas sus previsiones y todas sus posibilidades de abordaje.

El gobierno entronizado el 25 de mayo de 1810 representó el primer intento de organización política y de carácter nacional.

La integración de los diputados del interior operó en la Junta un espacio de debates, consensos y disensos. Algunas ciudades y sus Cabildos no acordaron la incorporación a la Junta porteña. Ello implicó el envío de expediciones armadas. La acción política derivó en acciones militares, y la apertura de confrontaciones bélicas. Pero eso es otra historia.

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