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Harina, coplas y cayote al horno: la mesa que honra a los que vuelven

En el barrio Autódromo, Asunción Camino mantiene viva una tradición nacida en San Marcos, cerca de Nazareno: el ritual andino del Día de los Santos Difuntos y el Día de las Almas.
Domingo, 02 de noviembre de 2025 09:53
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Cuando Asunción Camino habla es la misma copla que se expresa con una sonrisa. Ella nació en el paraje San Marcos, cerquita de Nazareno, en Santa Victoria Oeste. De allí trajo, junto a sus hermanos, las tradiciones de los rituales de Día de los Santos Difuntos y del Día de las Almas.

Con el paso de estas dos fechas importantes en el calendario andino, comienza un nuevo tiempo además para estas Tierras ancestrales.

Contó que el jueves comenzaron a amasar la harina para hacer el pan con las formas de llamas, palomas, "de todo lo que hay en la Tierra", dijo Asunción. Quirquinchos, angelitos, ovejas, vacas, ranas. Además de cruces y escaleras al cielo.

Todos los años comienzan con 5 kilos de harina y luego se agregan más, depende de la concurrencia. Para este año prepararon 4 kilos más. Todo comenzó ayer al mediodía con la puesta de mesa. Allí se disponen las ofrendas, las frutas, las golosinas y las comidas que le gustaban a las personas, que son familiares, cuando vivían. "Si le gustaban las galletas y los turrones, hay que ponerlo para ellos", sentenció Asunción.

"Esos son para los muertos de la familia. Luego, a la tarde, ya preparamos las comidas. Que son las que quedan para mañana (hoy). Son comidas típicas como guiso de arroz, guiso de quinoa, guiso de papa verde, empanadas, lo que le gustaba a las personas. Nosotros ya tenemos los cayotes puesto al horno y varias carnes guatiadas", ríe Asunción. Cuando dice "nosotros" habla de sus hermanos Mariano, Luis y Luisa. Ellos continúan las tradiciones de su niñez.

"Para el mediodía (del 2 de noviembre) convidamos a las personas presentes y a la tarde vamos levantando todo después del mediodía y se reparten las ofrendas que quedaron. Ya para la tarde comienzan a llegar las copleras y algunos copleritos que se animan", dijo a las carcajadas.

Durante la noche se reza el Rosario. Por esos años de la infancia en los cerros las gentes iban de casa en casa rezando el Rosario. "A los que pasaban a rezar, se les repartía las ofrendas que quedaban. Ahora, en mi casa de barrio Autódromo se reza toda la noche y no salen porque en la ciudad es otra cosa. Acá no tienen las costumbres y además es peligroso salir de noche por la ciudad", dijo Asunción con tono pícaro.

En el tiempo andino, en la cosmovisión de su gente, estamos atravesando un umbral, una puerta. A partir de esta tarde noche cambia el lado del mundo. Ahora entramos en la parte más alegre, con más fiestas, las cuales finalizarán ya para el año que viene con el Miércoles de Cenizas; en otras palabras: nos comenzamos a preparar para el Carnaval.

"Yo tengo el recuerdo de mi mamá que sabía preparar todo. Mi mamá se llama Patricia Villalobos y ya hace cuatro años se fue. Ella preparaba toda la comida, sabía preparar y yo lo veía a ella cómo hacía. Primero preparaba la chicha mucho tiempo antes, dos semanas antes. Luego hacía el anchi, el arroz y cuando es el día ya tenía listo todo eso. Bien. El pan también amasaba así como lo amaso yo ahora. Con mis hermanos tratamos de preparar todo como lo hacía ella en nuestra casita en los cerros", dijo con voz de ternura.

Entonces el recuerdo la lleva a esos días y dice: "por las tarde comenzaban a venir mucha gente a la casa, de los cuales muchos eran copleros. Levantábamos todas las ofrendas y comenzaban a coplear, pero ya era todo distinto; traían los erkes. Dejaban las quenas y ahora retumbaban los erkes", recordó Asunción.

En el mundo andino, la quena es invierno y el erke es verano. Cuando termina el Día de las Almas hasta la temática de las coplas cambia, comienza entonces el tiempo más alegre que coincide con las altas temperaturas, las lluvias, las pariciones y las cosechas de los campos. La tradición del Día de los Santos Difuntos reafirma los lazos familiares y comunitarios, mostrando la continuidad de la vida y la conexión con la Pachamama.

Las mesadas de las ofrendas

Cada año, el Día de los Difuntos convoca a miles de familias argentinas a preparar altares, visitar cementerios y rememorar a sus seres queridos. Entre rituales heredados del catolicismo y tradiciones andinas, esta jornada sostiene un puente entre el más allá y la vida cotidiana.

El 2 de noviembre, conocido en la tradición católica como el Día de los Fieles Difuntos, es una fecha consagrada para recordar a quienes han partido del mundo mortal. En el credo católico, se cree que muchas de esas almas se encuentran en el purgatorio, y los vivos interceden por su descanso eterno mediante plegarias, misas y rosarios. Esta celebración complementa el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, consagrado a honrar en general a todos los santos y aquellos creyentes que alcanzaron la gloria divina.

Sin embargo, el carácter con que se vive este día en Argentina ha adquirido matices que combinan el legado europeo con creencias indígenas, especialmente en regiones del noroeste. En provincias como Jujuy, Salta y otras zonas andinas, el 2 de noviembre se conoce también como el "Día de las Almas". Las familias preparan mesadas domésticas con ofrendas – panes con formas simbólicas, frutas, bebidas, fotografías, flores y objetos queridos por los difuntos – con la convicción de que las almas vuelven a visitar sus antiguos hogares. En algunos casos, se extienden los actos al cementerio, donde las tumbas son engalanadas con flores, velas y quizás música o alimentos, y los vivos "acompañan" a sus muertos con vigilia y oraciones comunitarias.

El origen de esta celebración es una fusión: las culturas mesoamericanas (como los mexicas y pueblos nahuas) ya rendían culto a los muertos en fechas específicas del ciclo agrícola, y con la llegada del cristianismo sus rituales se adaptaron al calendario cristiano. En México es donde esta conmemoración adoptó su forma más visible y reconocida, con altares multicolores, calaveras decorativas y procesiones nocturnas.

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