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14 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
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Ser optimistas por obligación, la consigna de la industria salteña

Sabado, 13 de septiembre de 2025 22:35
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Conducir una vez más el ciclo Hablemos de lo que viene, dedicado en esta ocasión a la industria, ha sido un verdadero privilegio. Cada edición ofrece la oportunidad de escuchar voces que interpelan con diagnósticos certeros y, lo más importante, con propuestas concretas. Este año, la calidad de los expositores estuvo a la altura de un país que exige respuestas urgentes y una región que no puede darse el lujo de esperar.

Entre todas las intervenciones, destaco por su solidez técnica la exposición de Lara Goyburu, directora ejecutiva de Management & Fit. Su presentación, cargada de datos duros y sin concesiones, buscó poner orden en el maremágnum de percepciones que envuelven a la coyuntura electoral. Goyburu mostró con claridad cómo los indicadores hasta agosto permiten entender lo ocurrido en Buenos Aires y, al mismo tiempo, anticipar los posibles desenlaces de octubre. Fue, sin dudas, un aporte imprescindible en un debate que muchas veces se extravía en la espuma de la coyuntura.

En el otro extremo del programa, la disertación de Ignacio Zuleta, periodista y escritor, abrió un ángulo político de largo plazo. Al declararse alfonsinista, reconoció su propio prisma ideológico. Y eso, por supuesto, condiciona el análisis. No comparto —y lo digo con énfasis— la descalificación de La Libertad Avanza como "un grupo de WhatsApp". Reducir a esa expresión a un partido que obtuvo la representación de millones de argentinos y que hoy conduce la Nación, no solo es un error conceptual: es una falta de respeto institucional.

La mesa de industriales regionales, integrada por Julio Fazio (Cerámica Salteña y vicepresidente de la Unión Industrial de Salta), Oscar Rojo (Seaboard Energías Renovables y Alimentos) y Eduardo Gómez Naar (CN Grupo y presidente de la UIS), fue quizás la que dejó las frases más memorables. Entre ellas, una que resume el temple del empresario industrial argentino: "somos optimistas por obligación". Esa sentencia encierra una verdad simple y profunda: en contextos adversos, la industria no puede darse el lujo de bajar los brazos, porque el costo de cerrar es infinitamente mayor que el de resistir. No podemos aceptar la destrucción de valor para la economía y la sociedad que implica cerrar industrias.

La diferencia que marcaron entre productividad y competitividad merece una reflexión particular. La primera depende del esfuerzo cotidiano puertas adentro: más eficiencia, más tecnología, más disciplina de gestión. La segunda, en cambio, se juega en un terreno donde la empresa poco puede hacer sola: tasas de interés duplicadas que asfixian, impuestos distorsivos como Ingresos Brutos que restan competitividad incluso frente a otras provincias, o costos logísticos que convierten a Salta en una región menos atractiva para competir. Allí radica una de las grandes contradicciones de nuestro sistema: pedimos productividad a las empresas mientras el entorno conspira contra su competitividad.

No puedo dejar de señalar otra falencia en ciertos análisis políticos: el olvido de la dimensión financiera. Es legítimo y necesario hablar de jubilaciones, de salarios y de universidades públicas; pero resulta imperdonable no explicar cómo se financiarán sin recurrir a la emisión inflacionaria, que castiga siempre más a los que menos tienen. Y eso, en el NOA, significa castigar a quienes ya viven en condiciones de mayor vulnerabilidad que en otras regiones del país.

Al final del día, este ciclo vuelve a recordarnos que no alcanza con diagnósticos cargados de ideología. Lo que necesitamos son consensos prácticos, visión estratégica y un compromiso férreo con la competitividad genuina. Nuestros industriales lo dejaron en claro: si la consigna es ser optimistas por obligación, entonces la tarea es trabajar con obstinación para que ese optimismo encuentre asidero en la realidad.

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