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25 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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El presidente Javier Milei: pragmatismo y gobernabilidad

Sabado, 21 de diciembre de 2024 00:35

Todas las encuestas indican que el gobierno de Javier Milei recuperó la leve pérdida de popularidad que había experimentado en los últimos meses y afronta con excelentes perspectivas el desafío de las elecciones de 2025. El optimismo que rodea al mundo del oficialismo está acompañado por los pronósticos sobre la salida de la recesión y una reactivación económica que, aunque heterogénea y marcadamente desigual, hará que el producto bruto interno aumente en 2025 un 5%. Mucho más cuando las estimaciones del Observatorio de la Deuda Social de la UCA indican un leve descenso del índice de pobreza en el último trimestre de este año.

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Todas las encuestas indican que el gobierno de Javier Milei recuperó la leve pérdida de popularidad que había experimentado en los últimos meses y afronta con excelentes perspectivas el desafío de las elecciones de 2025. El optimismo que rodea al mundo del oficialismo está acompañado por los pronósticos sobre la salida de la recesión y una reactivación económica que, aunque heterogénea y marcadamente desigual, hará que el producto bruto interno aumente en 2025 un 5%. Mucho más cuando las estimaciones del Observatorio de la Deuda Social de la UCA indican un leve descenso del índice de pobreza en el último trimestre de este año.

Este giro experimentado en la opinión pública, sostenido por la caída de la inflación, la estabilidad del dólar y la reducción de la brecha cambiaria coincide con un acontecimiento de dimensión estratégica para la Argentina, como es el triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses. En esa valoración positiva sobresale el ejercicio del hiperpresidencialismo como sostén del poder político, siempre importante en la Argentina, pero mucho más relevante en situaciones de emergencia como la actual.

La medida del poder de un gobierno está en su capacidad de decir "no". En un artículo en "La Nación", Francisco Olivera consigna que las dos últimas reducciones significativas de la tasa riesgo país coincidieron con sendos vetos presidenciales a leyes aprobadas por el Congreso y que contaban con un fuerte apoyo de la opinión pública. La primera de esas reducciones, que fue desde los 1562 a los 1433 puntos básicos, ocurrió durante diez días consecutivos a partir del 21 de agosto, tras el veto a la ley de movilidad jubilatoria. La segunda, que se prolongó durante cuatro semanas, con un descenso desde los 1468 a los 1060 puntos básicos, fue a partir del 13 de septiembre, tras el veto a la ley de financiación universitaria.

Resulta evidente que la conjunción entre el catastrófico balance de la experiencia "kirchnerista", la desintegración de Juntos por el Cambio, la acefalía en el peronismo y el desprestigio generalizado de toda la dirigencia política, que sumados encumbraron a Milei en la presidencia, lo consolidan como el eje del sistema de poder y mejoran sus expectativas electorales. La ausencia en la superficie de una alternativa considerada viable es un incentivo muy poderoso para apostar a la continuidad. Mientas la opción sea "Milei o la nada", nadie debería sorprenderse por sus resultados.

Los pronósticos catastrofistas, que en un principio acompañaron el inicio del gobierno, pasaron al olvido. La razón es bastante obvia. Los dos grandes estallidos sociales ocurridos en la Argentina desde la restauración de la democracia, tanto en el estallido hiperinflacionario de junio de 1989 como en la debacle del gobierno de Fernando De la Rúa en diciembre de 2001, sucedieron recién cuando ya estaban dadas las condiciones políticas para un recambio gubernamental.

En junio de 1989 Carlos Menem ya había resultado electo presidente de la República y solamente hubo que adelantar la transferencia del poder. En diciembre de 2001 el peronismo acababa de ganar la elección legislativa de medio término, con Eduardo Duhalde como candidato a senador nacional por la provincia de Buenos Aires. Ramón Puerta era designado presidente provisional del Senado y el acuerdo con Raúl Alfonsín terminó de crear las condiciones para la Asamblea Legislativa.

En otros términos, los pueblos no acostumbran a suicidarse. La sociedad argentina sólo impulsó la caída de esos dos gobiernos cuando visualizó con claridad la existencia de una alternativa. Nada de esto ocurre ni por asomo en la actualidad y este dato es absolutamente fundamental para interpretar el actual momento político.

Muy por el contrario, y al margen de sus aspectos anecdóticos, la atención despertada por las discrepancias entre Milei y la vicepresidenta Victoria Villarruel, con quien comparte los primeros puestos de imagen positiva en las encuestas, parecieran recrear una situación propia de los ejemplos clásicos de hegemonía política, cuando las tensiones de la sociedad no se canalizan por afuera sino por dentro de la fuerza dominante.

El rugido del león

Una conjunción de las circunstancias favorables en el orden internacional, derivadas del triunfo de Trump, y en el orden interno, como producto del avance en el ordenamiento de las variables macroeconómicas, constituye un empujón que Milei intentará aprovechar con una aceleración del ritmo de su gestión, aún a costa de incrementar los niveles de conflictividad. En la óptica presidencial hay desafíos que pueden afrontarse "ahora o nunca".

La definición de la prioridad irrenunciable y excluyente del "déficit cero" condiciona la estrategia gubernamental y explica algunas decisiones u omisiones que generan críticas en los medios periodísticos tradicionales y en muchos de sus aliados y que en realidad son producto de la necesidad de establecer acuerdos puntuales, más o menos explícitos, con sectores del peronismo, tanto político como sindical.

El "macrismo" y otros aliados políticos del gobierno suelen contrastar la transparencia con que Milei enuncia sus objetivos y la vehemencia con que expresa sus opiniones con la opacidad de los métodos empleados. Para el oficialismo esas críticas de quienes estigmatiza como el "centrismo bien-pensante", obedecen a la intención de presionar a Milei para conformar un "gobierno de coalición" con sus socios en el balotaje de la pasada elección presidencial una hipótesis rotundamente desechada.

Esa negativa está fundada en dos razones convergentes. La primera es la decisión de Milei de restaurar la autoridad presidencial, debilitada durante el gobierno de Alberto Fernández. La segunda es la consideración de que una alianza explícita con el PRO eliminaría la opción de las negociaciones con gobernadores y dirigentes sindicales que desde la firma del Pacto de Mayo vienen facilitando la gestión gubernamental.

El equipo elenco destaca la moderación exhibida por la mayoría de los gobernadores peronistas y el giro en la conducción de la CGT, donde la línea dialoguista provocó el alejamiento de ala rupturista encabezada por Pablo Moyano. Lo cierto es que tanto Milei como sus principales interlocutores del peronismo prefieren las negociaciones subterráneas, que les permiten mantener a ambas partes mayores espacios de maniobra.

El debate sobre el sectarismo, el pragmatismo o la duplicidad de Milei prescinde de los antecedentes de su campaña presidencial. Ya en la fase de armado de su fuerza electoral y de sus listas de candidatos Milei no reparó en sumar a un variopinto espectro de figuras políticas locales de diversas procedencias partidarias, en especial de extracción peronista, y no desdeñó el aporte subrepticio del oficialismo, que apostaba entonces al crecimiento de la Libertad Avanza para dividir el voto opositor a fin de debilitar a Juntos por el Cambio y favorecer la chance de Sergio Massa.

En esa etapa de su campaña Milei concentró su artillería en atacar a Juntos por el Cambio en la persona de sus dos precandidatos, Horacio Rodríguez Larreta, a quien calificada de "comunista", y Patricia Bullrich, a la que llegó a acusar "montonera asesina que ponía bombas en los jardines infantes". Pese a ello, cuando logró su objetivo de convertirse en la opción opositora para la segunda vuelta, Milei tardó apenas 48 horas en forjar un acuerdo con Macri y Bullrich para derrotar a Massa en el balotaje.

Luego, inmediatamente después de su victoria, designó a Bullrich en el Ministerio de Seguridad y a su compañero de fórmula, el radical Luis Petri, en Defensa, sin consultar previamente a Macri, con lo que colocó a ambos directamente bajo su mando y afianzó su liderazgo ya no sólo sobre el 30% de sus votos de la primera vuelta sino sobre el 56% que logró en el balotaje.

La experiencia revela que Milei no descarta nunca los acuerdos, abiertos o subterráneas, sino que en todo caso emplea la confrontación como una herramienta para imponer sus condiciones en la mesa de negociaciones. El león ruge, pero no siempre muerde….

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico y Miembro del Centro de reflexión política Segundo Centenario

 

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