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Hablemos de aprendizajes fundantes. Hablemos del Nivel Inicial. Según la Ley N° 26.206 de Educación Nacional, la Educación Inicial constituye una unidad pedagógica y abarca el conjunto de servicios educativos que se brinda desde los 45 días de edad hasta los 6 años. Comprende al Jardín Maternal hasta los 3 años y a partir de esa edad al Jardín de Infantes. Primer espacio fuera del hogar donde se generan aprendizajes en un escenario en el que el encuentro con el otro se entrelaza con la historia personal de cada uno, sentando las bases de sus futuros aprendizajes y trayectorias escolares reales. Nada más y nada menos.
En este encuentro intergeneracional se articulan contenidos, espacios y contextos que remiten a múltiples campos de conocimiento para lograr una educación integral.
Había una vez un Jardín. Un espacio donde se ofrecen oportunidades de aprendizaje para el desarrollo cognitivo, afectivo, ético, estético, lúdico, motor y social. En el cual los niños se inician en el conocimiento y la comprensión del mundo. Donde comienza el proceso de alfabetización que comprende no sólo al área de Lengua, sino una diversidad de lenguajes como el matemático, tecnológico, científico, artístico y corporal, entre otros; todo eso en contextos enriquecedores y mediante la participación medida por el docente, el niño se apropia del mundo y empieza a interactuar en él.
Sostener, mirar y acompañar a las infancias en su proceso de socialización implica proponerle un abanico de experiencias que le permitan apropiarse de la cultura en un particular momento histórico. Experiencias que involucran al juego, que invitan a niños y niñas a ampliar sus horizontes, crecer y crear en libertad, expresar su mundo interior, sus emociones, necesidades e intereses poniendo en movimiento deseos, temores, angustias y ansiedades que se manifiestan y elaboran de manera creativa, individual o colectivamente. ¿Todo esto en el Jardín? Sí y más. Mucho más.
Pensemos en futuros ciudadanos, pensemos en su historia en la escuela. Pensemos en las infancias como construcción histórica, social, política y cultural. Estas infancias exigen ser visibilizadas, pensar políticas públicas de protección, atención y cuidado reconociendo la diversidad de culturas, etnias, lenguas que las configuran y todo esto nos compete como Estado, sociedad, familia, escuela. Hoy constituye una prioridad en la agenda político-educativa de nuestro país, tanto por su función social como por la necesidad de garantizar el cumplimiento del derecho de niños y niñas a la educación desde su nacimiento.
Hablemos de alfabetización. Alfabetizar implica aprender a usar la lectura y escritura para poder participar en la vida comunicativa como lectores y escritores protagonistas de los propios aprendizajes. Es un proceso de apropiación de la lengua escrita en relación con sus distintos usos sociales que permite incorporar a las chicas y los chicos como miembros plenos de la cultura escrita.
La alfabetización inicial en el Jardín sienta las bases para el aprendizaje futuro. Un enfoque positivo y lúdico hacia la lectura y la escritura en esta etapa puede fomentar una actitud favorable hacia el aprendizaje y desarrollar habilidades fundamentales que los niños llevarán consigo a lo largo de su vida escolar y más allá.
Es en las salas del jardín donde comienzan a expresar confianza y seguridad en sus capacidades para actuar con iniciativa, comunicando pensamientos, sentimientos y emociones, en relación consigo mismo, con los otros y con el ambiente social, cultural y tecnológico. Donde utilizan y amplían su vocabulario, narran experiencias personales o de ficción, describen, argumentan. Donde comienzan a apropiarse de la lengua escrita en relación con sus distintos usos sociales.
Es cierto que al observar mayores índices de fracaso escolar que se presentan en los primeros años de la escolaridad primaria, la Alfabetización Inicial pasó a ser una preocupación central de las políticas y decisiones educativas. La campaña Nacional de Alfabetización puso de manifiesto lo que ocurre con la comprensión lectora en la Argentina, situación que nos convoca a ponernos en acción.
Por lo tanto, uno de los mayores desafíos a mi entender, y desde mi práctica lo digo, es el de la articulación entre niveles. Articulación entendida como la necesidad de conocer el trabajo que se inicia en el Nivel Inicial y que muchas veces es poco visibilizado y reconocido.
Mejorar la articulación entre el Nivel Inicial y el Nivel Primario requiere un enfoque integral que incluya la coordinación curricular, la formación docente, el apoyo psicoemocional, la participación de las familias y el respaldo de políticas educativas claras. Transformar la mirada que aparece como única, abriendo otros espacios, otras formas de apropiarse de la lectura y la escritura, como una posibilidad para ingresar a mundos posibles, a la cultura escrita.
La falta de continuidad en los contenidos y enfoques pedagógicos entre los niveles inicial y primario puede generar dificultades en el aprendizaje. La transición de un nivel a otro debe apoyar el desarrollo de la identidad y la autonomía de los niños, reconociendo y respetando sus tiempos y necesidades individuales teniendo en cuenta que la adaptación emocional y social contribuyen a que se sientan seguros y capaces de enfrentar los nuevos desafíos. Crear proyectos institucionales que incluyan a ambos niveles, establecer sistemas de evaluación y seguimiento que permitan monitorear el progreso de los niños y ajustar las estrategias de enseñanza según sea necesario.
Transitamos un tiempo histórico que plantea desafíos educativos que influyen en las prácticas pedagógicas, desafíos que implican resignificar la identidad del Nivel Inicial. Por el futuro que imaginamos posible y porque necesitamos encontrar denominadores comunes que permitan lograr un pasaje fluido y coherente entre los trayectos de formación escolar.
Sigamos tejiendo realidades, comprometiéndonos en el hacer garantizando el derecho a la alfabetización de todos los niños.