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Pongamos en la mesa de debate una realidad que atraviesan las escuelas. El uso del celular. El jueves pasado el gobierno de la ciudad de Buenos Aires presentó una resolución que afectará a jardines, primarias y secundarias, con limitaciones para cada nivel. La resolución establece que en primaria los alumnos no utilizarán su teléfono en el aula ni en el recreo, y en secundaria lo harán cuando el docente lo solicite.
La tecnología ha invadido nuestras vidas y la de los chicos también. Permitirla o prohibirla en la escuela debe considerarse desde varios puntos de vista.
En la realidad de muchos niños y adolescentes, el mundo virtual es cosa de todos los días. Navegan en las redes, miran, leen, van y vienen, comparten fotos.
El uso de las redes sociales, en todas las edades, está relacionado con la dopamina, la hormona del placer, de la confianza. El celular está diseñado para captar nuestra atención y estimular la liberación de dopamina en el cerebro. Recibir un "me gusta" provoca una sensación de recompensa que queremos volver a experimentar.
Mientras, en la escuela las notificaciones interrumpen la clase, afectan la vuelta a la concentración y el hacer. Sabemos que la atención es clave en el aprendizaje, si estamos acostumbrados a cambiar de estímulo constantemente será muy difícil enfocarse en un tema o resolver una tarea en un tiempo prolongado. Y esto es un problema que se viene agudizando. La constante estimulación digital a la que se ven expuestos nuestros alumnos, no solo afecta la capacidad de atención, sino también la memoria y la capacidad de reflexión profunda.
Frente a la pantalla los niños pequeños se quedan maravillados. Lo que ocurre en las edades tempranas es fascinación, no atención sostenida. Porque la atención se desarrolla a partir de experiencias, donde se ofrece la oportunidad de descubrir, formular preguntas, encontrar respuestas. Ninguna evidencia científica apoya la introducción de las pantallas en la infancia, sobre todo antes de los dos años. Se trata de evitar daños. Es una cuestión, diría, hasta de salud pública. Los pediatras asocian la exposición a las pantallas en edades tempranas, entre otras cosas, con impulsividad y problemas del lenguaje. Los niños que permanecen mucho tiempo conectados pierden contacto con la realidad. Y ser niño es habitarla desde el juego, los sentidos, la exploración, la interacción con el otro, la mirada sostenida, el encuentro.
La crisis educativa es también una crisis de atención. Prohibido en varios países, el uso excesivo de los celulares puede tener efectos negativos en el desarrollo neuronal, emocional y cognitivo, impacta en la concentración y la socialización, distrae, genera ansiedad, depresión y dificultades para establecer emocional y cognitivo, impacta en la concentración y la socialización, distrae, genera ansiedad, depresión y dificultades para establecer relaciones sociales significativas.
En las aulas muchos alumnos se aburren, no se sienten involucrados, no se motivan frente a las propuestas del docente. Un alumno sobre estimulado convoca al docente a buscar estrategias para sorprender, encender la curiosidad con pasión, sensibilidad. A mi entender, no hay celular ni pantalla que iguale eso.
El celular llena los vacíos que el sistema educativo no puede llenar. Y también llena espacios que, en el hogar, podrían conquistarse de otro modo.
Tenemos que empezar a darnos cuenta de que esta es una pelea que está perdida si solo existe una manera de mirar. Educar ciudadanos digitales responsables también nos convoca como sociedad y escuela. La concientización y educación sobre un uso saludable de la tecnología es necesaria, así como atender a la prudencia, el cuidado de la seguridad y privacidad en línea, entre tantos temas.
Responsabilidad
Una alternativa viable sería establecer pautas claras y educar a los alumnos sobre un uso responsable de los celulares, enseñándoles a gestionar su tiempo y a utilizarlos de manera productiva. No se trata de prohibir por prohibir sino de dar alternativas, de organizar los tiempos y establecer pautas claras sobre su uso.
Desarrollarse para el mundo on line requiere del descubrimiento del mundo real de la mano del docente y de ejercitar la capacidad de atención sostenida. Despertar el asombro se conecta con el deseo de conocer, de aprender. La innovación educativa parte de pensar en la transformación del rol del alumno y el docente. Y eso se puede hacer con o sin tecnología, generando espacios donde el trabajo en equipo y por proyectos, el aprendizaje de forma activa, permitan y avalen las posibilidades de un alumno participe y creativo. Un alumno protagonista, que atiende y aprende más, porque lo hace de forma activa de la mano de un docente facilitador.
La tecnología es maravillosa, pero debemos dosificarla en función de la edad y las circunstancias. Diseñar entornos que respeten cada etapa de la infancia, de la adolescencia. Usarla de forma responsable implica leer, conversar, escuchar, saber mirar, discernir, ejercitar la paciencia, trabajar en equipo. El hilo de coherencia entre lo que vamos a seleccionar para trabajar, el modo y el contexto los pone el docente.
El desafío se instala nuevamente. Educar la atención en un mundo digital. Mientras tanto, comencemos por casa, por el aula, regalemos atención. Y podremos ver la diferencia.