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Diariamente se producen numerosos y variados comportamientos, de los llamados "indebidos" por parte de estudiantes y docentes en las escuelas. Los de menor gravedad, como los insultos, hurtos, amenazas y pequeñas disputas físicas y verbales, así como leves actos de vandalismo son los más abundantes y frecuentes; los de mayor gravedad son las peleas violentas, acosos escolares, etc. Cualquiera de ellos perjudica de una manera u otra y de un grado u otro el clima y la convivencia escolar, afectando física, material y emocionalmente a toda la comunidad educativa: estudiantes, docentes, tutores, educadores, jóvenes, y las familias de manera general.
Para responder a estos actos de violencia, muchas veces las autoridades de las escuelas tienen como única respuesta la sanción para los estudiantes transgresores, que va desde una reprimenda hasta la suspensión de la escuela. Hasta hace poco, las normas permitían inclusive la expulsión definitiva de los/las estudiantes responsables de un hecho violento de la unidad educativa.
Por lo general, los responsables de escuelas no tienen a su alcance mecanismos más positivos y constructivos para prevenir y atender estos comportamientos violentos. A pesar de que están conscientes que las medidas que aplican no resuelven en profundidad, ni a mediano ni a largo plazo, los problemas de violencia, por el contrario, alientan su crecimiento e impacto negativo tanto a nivel individual, interpersonal y colectivo (comunidad escolar).
En la mayoría de los casos, las escuelas siguen respondiendo a las conductas indebidas de sus estudiantes mediante el castigo, alimentado por la falsa expectativa de que este producirá cambios positivos en el comportamiento de estos.
Si fuera así, hace tiempo que la convivencia pacífica escolar sería una realidad. Las consecuencias de los castigos, cualesquiera sean: tareas escritas, asignaciones de escrituras repetitivas, tiempo fuera, prohibición de participación en ciertas actividades, suspensiones y hasta expulsiones de la escuela, terminan estigmatizando a los estudiantes llamados como los "problemáticos" o los "malos" del aula de clase o de la escuela. Estas modalidades tienden a crear un clima creciente de violencia, debido al desarrollo, en la escuela, de una subcultura negativa de parte de estos los estudiantes castigados.
Para contrarrestar este enfoque punitivo existen diversos programas y estrategias alternativas.
Una investigación en América Latina y el Caribe demostró que el programa de Cultura de Paz contribuye a la aceptación positiva de las normas por parte de los estudiantes, docentes y directores. De la misma manera, el programa de Comunicación Asertiva ayuda al cambio de actitud de los estudiantes, logrando la integración y apoyo mutuo entre ellos, lo cual influye en la disminución de las conductas agresivas.
Finalmente, también la Disciplina Positiva tiene como objetivo corregir las conductas inapropiadas a través del autoconocimiento, la autodisciplina, la responsabilidad, la colaboración y el desarrollo de habilidades para resolver problemas. La disciplina positiva busca educar desde la amabilidad, firmeza y respeto.
El cambio duradero
Se ha demostrado que las instituciones educativas que sólo aplican medidas reactivas para responder a los problemas de violencia son menos exitosas en su calidad educativa que las que también se enfocan en lo proactivo (construir, fortalecer y mantener relaciones entre todos los actores).
En este sentido, una de las enseñanzas más importantes de las prácticas restaurativas es la promoción del protagonismo juvenil para la implementación de estas entre los/las estudiantes.
Una reunión restaurativa (círculos), puede ser una mejor opción para abordar incidentes y conflictos, no solo entre estudiantes sino también entre estudiantes y docentes, como, por ejemplo: insultos; burlas y bromas pesadas, chismes y rumores, trampas, conductas desafiantes e irrespetuosas, peleas, amenaza e intimidación, violencia de género, discriminación, racismo, xenofobia, acoso escolar, acoso sexual, ciberbullying, vandalismo y extorsiones.
Las prácticas restaurativas requieren más tiempo y dedicación que un castigo inmediato, pero rinden frutos mucho más duraderos.
Está claro que las conductas incorrectas deben desaparecer y no reproducirse. Sin embargo, lo que debemos cambiar primero, para conseguir un verdadero y duradero cambio de conducta, es el tradicional enfoque punitivo.
Investigaciones realizadas principalmente en países como Nueva Zelanda, Australia y Canadá, donde las prácticas restaurativas se implementan en escuelas y colegios desde varios años, muestran que el enfoque restaurativo ha transformado las actitudes y comportamientos de sus estudiantes, así como ha construido comunidades escolares fuertes y saludables, en las cuales los índices de violencia se han reducido significativamente.
Las prácticas restaurativas han demostrado que la mejor forma para resolver los conflictos es alentar a los estudiantes para reflexionar sobre lo que sucede, asumir la responsabilidad de sus acciones y elaborar planes para reparar daños.
¿Castigo o convivencia?
* En el enfoque punitivo, el comportamiento indebido del estudiante es considerado como un acto que va en contra de la escuela. Es una idea bastante abstracta. Para este tipo de administración de disciplina escolar quien comete un acto indebido debe recibir una sanción por el daño ocasionado. Es el pensamiento del "ojo por ojo, diente por diente".
Para el enfoque restaurativo, el comportamiento indebido es un acto que va en contra de otra persona u otras personas, miembros de la comunidad educativa por lo que provoca una ruptura de las relaciones, afectando la convivencia en la escuela. Entonces, es de vital importancia asumir responsabilidad, reparar los daños causados, restaurar el clima de convivencia que se vio afectado y, siempre que se pueda, lograr la reconciliación entre las partes en conflicto.
* El paradigma punitivo se centra en establecer la culpabilidad del autor para luego castigarlo. El castigo impuesto pretende cambiar la conducta del estudiante y disuadir a los demás. Los estudiantes castigados son en general marginalizados y etiquetados de "malas personas" e irán buscando agruparse, gestando una subcultura de violencia.
La perspectiva restaurativa busca que el autor de los hechos comprenda que su comportamiento ha afectado a otros para luego aceptar y asumir su responsabilidad como individuo. La familia y la comunidad educativa tienen la responsabilidad de apoyar la reintegración del estudiante ofensor (proceso de reintegración). En vez de "culpabilizar para castigar" busca "responsabilizar para reparar los daños y restaurar las relaciones".
* Con el castigo, las víctimas pasan a un segundo plano, o son ignoradas y a veces hasta revictimizadas. Se piensa que castigar al ofensor es una forma de compensación y satisfacción para la víctima. Sin embargo, sus verdaderas necesidades no son satisfechas y, además, se genera el miedo a una represalia.
En cambio, en el enfoque restaurativo, los derechos y las necesidades de todas las partes en conflicto, y especialmente de la víctima, son tomados en cuenta. Las personas que sufrieron el daño tienen voz y su voz será escuchada. Las víctimas tienen oportunidad de plantear sus necesidades y exigir una reparación de los daños ocasionados por el incidente, y sentir que ha sido reconocido y poder seguir su vida adelante, con más tranquilidad.
* No basta solo con el castigo: es fundamental conocer por qué pasó lo que pasó y pensar en el futuro. La participación del ofensor en el enfoque punitivo es totalmente pasiva. No tiene voz y solo espera una sanción. Muchas veces, recibirá esta sanción como algo injusto e inmerecido ya que no habrá tenido la posibilidad de reflexionar sobre los verdaderos daños ocasionados y sus consecuencias. Incluso puede verse como la "víctima del sistema educativo", y sentirse estigmatizado.
El enfoque restaurativo lleva al ofensor a participar activamente en el proceso de resolución del conflicto, responsabilizándose. Hacer frente por sus actos, respondiendo a preguntas y escuchando las respuestas de las personas que fueron afectadas. Y, por ende asumir su responsabilidad por lo ocurrido.
* En el enfoque punitivo, el conflicto está gestionado sólo por los responsables de la disciplina o los directivos. Son ellos quienes toman las decisiones sobre la manera de resolver el conflicto. Por el contrario, el abordaje y la transformación del conflicto se hace con la participación de todas las partes implicadas, directa e indirectamente en el conflicto.
Es necesario, perentorio, implementar en las escuelas una forma distinta de relacionarse, de estar con el otro, de construir convivencia, es por ello por lo que debemos pensar en implementar a la mediación y especialmente mediación educativa con sus modelos restaurativos y transformativos del conflicto.
Es que es sabido que "el hambre más grande del corazón humano es ser entendido".