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Un país sin ciencia es un país sin futuro

Una sociedad sin pensadores, investigadores y científicos es una sociedad sin proyección. En un mundo recargado de mitologías , nuestro país no puede dejar la ciencia en manos inútiles.
Martes, 24 de septiembre de 2024 01:41
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En 1957, cuando la Unión Soviética lanzó el satélite orbital Sputnik, el mundo se cubrió de un manto de temor. Peor; en abril de 1961, Yuri Gagarin se convirtió en el primer ser humano en orbitar el planeta en la cápsula espacial Vostok 1. Estados Unidos comenzaba a quedar rezagado en materia de tecnología espacial; y quién podría asegurar en cuántas otras cosas más. La crisis de los misiles de Cuba fue una prueba tangible de este temor profundo.

El mundo vivía bajo la sombra de la Guerra Fría y el temor de Occidente a quedar por detrás era asfixiante. El deseo -¿la necesidad?- de vencer a los rusos, impulsó una de las proezas tecnológicas más icónicas de la historia de la humanidad.

Salto a la Luna

El "programa Apolo" costó al gobierno de Estados Unidos 28.000 millones de dólares; unos 283.000 millones a dólares de 2020. Insumía el 4% del presupuesto anual estadounidense e involucró a más de cuatrocientos mil trabajadores; entre personal de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés), universidades y contratistas. El costo no importaba; lo único que importaba era el objetivo. Es más; el presupuesto aumentaba año tras año y, para 1962, era de 5.400 millones de dólares anuales. ¿Tendría éxito el programa?; no se sabía. El presidente Robert Kennedy dejó bien claro que la relación entre el dinero invertido y el resultado era por completo incierta: "Me doy cuenta de que en cierta medida esto es un acto de fe e imaginación, porque no sabemos los beneficios que nos esperan".

Todos conocemos -hoy- los beneficios. Estados Unidos puso al primer hombre en la Luna y, desde ese instante, comenzó a desplegar la carrera espacial, tecnológica, armamentística y militar más arrolladora e innovadora de la historia. Las palabras de Kennedy sobre poner en marcha «la aventura más arriesgada, peligrosa y grandiosa en la que se ha embarcado la humanidad"; se habían convertido en realidad.

Saltos de fe

Toda la ciencia es un salto de fe. Investigadores alrededor de todo el mundo llevan adelante décadas enteras de investigaciones sin un resultado cierto; décadas enteras de saltos al vacío y de infinitos y sacrificados "actos de fe". Nadie puede asegurar -a priori-, si una investigación arrojará -o no-, el resultado deseado. Así y todo, miles de investigadores en distintas partes del mundo se levantan todas las mañanas de sus vidas sabiendo que lo que hacen es vital; indispensable. Aun cuando nadie pueda asegurar el resultado. Menos el "éxito"; de cualquier forma que se decida medir esta variable tan tramposa y esquiva.

No hay nada ni nadie que pueda definir qué es "ciencia útil"; mucho menos "exitosa"; pero sí es necesaria. Nadie que pueda anticipar cómo impactará una investigación dada en la sociedad o en nuestras vidas cotidianas, pero toda la sociedad deposita en los investigadores, en los pensadores y en los científicos su cuota-parte personal de "acto de fe"; esperando que -algún día-, esta resulte en nuevas tecnologías que nos conduzcan a algún lugar mejor. No imagino acto de fe mayor.

Fabio Zerpa tenía razón

Tony Milligan, investigador de filosofía de la ética en el King´s College de Londres, muestra cómo una quinta parte de los ciudadanos del Reino Unido creen que el planeta ha sido visitado por «alienígenas ancestrales", y que el 7% cree haber visto un OVNI. El número de personas que en Estados Unidos creen en los avistamientos de OVNIs aumentó del 20% en 1996 al 34% en 2022, y alrededor del 24% de los estadounidenses dicen haber visto uno.

La creencia en un encubrimiento masivo por parte de los gobiernos mundiales es todavía mayor. Hillary Clinton se vio forzada a sugerir que "abriría los archivos (del Pentágono) tanto como pudiera" durante su campaña presidencial contra Donald Trump. El propio Trump dijo que "tendría que pensar" si era posible desclasificar la llamada documentación de Roswell; relacionada con el supuesto choque de un ovni y la recuperación de cuerpos extraterrestres.

History, un canal de YouTube en parte propiedad de Disney, ofrece de manera regular programas sobre «alienígenas ancestrales". El programa va por su vigésima temporada y el canal tiene 13,8 millones de suscriptores. El canal de astrobiología de la NASA tiene menos de 20.000 suscriptores. La ciencia real se ve superada por el entretenimiento engañoso empaquetado como factual.

Todo esto no dejaría de ser un montón de datos pintorescos si no fuera que, en realidad, estas creencias socavan y minan la confianza pública en las instituciones democráticas y, en última instancia, en la propia democracia. El problema es mucho más profundo de lo que parece serlo en la superficie.

No señor; no es así

"El Partido del Estado no se agota en los políticos y en los contratistas, es decir, no solo es la casta política, sino que -también- son los empresarios prebendarios. Pero no, claramente que la casta no termina ahí, pues en esta larga lista podemos encontrar a los periodistas y a los medios de comunicación, que hoy son poco más que un servicio de propaganda en venta al mejor postor. Podemos encontrar a los sindicalistas que entregan a los trabajadores, a cambio de prebendas; a los gerentes de la pobreza, quienes administran asistencia social de los más vulnerables y los obligan a marchar contra sus propios intereses, bajo la amenaza de cortarles el plan. O los supuestos científicos e intelectuales, que creen que -tener una titulación académica- los vuelve seres superiores, y -por ende- todos debemos subsidiarles la vocación. Si tan útiles creen que son sus investigaciones, los invito a salir al mercado -como cualquier hijo del vecino- investiguen, publiquen un libro y vean si la gente le interesa o no, en lugar de esconderse -canallescamente-, detrás de la fuerza coactiva del Estado"; dijo, el presidente de la Nación en su discurso en el Foro Madrid, Edición Río de la Plata, en el "Palacio Libertad". Milei nunca deja de sorprenderme. Tan sagaz que es para detectar falacias en el pensamiento ajeno es sorprendente ver con cuánta frecuencia y con cuánta facilidad cae en falacias propias tanto más graves.

En 1947, Bernardo Houssay recibió el Premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre el papel de la hipófisis en la regulación de la cantidad de azúcar en sangre, elemento clave para comprender la diabetes. Houssay tenía su laboratorio en la Universidad de Buenos Aires donde impartía clases. Más tarde, impulsaría la creación del CONICET; organismo que presidió hasta su muerte. Houssay es un héroe científico; un Messi de la ciencia aunque, a diferencia de Messi, muy poca gente sepa quién fue y qué logró. Bernardo Houssay no era ni se creía un ser superior. Tampoco nosotros le subsidiamos su vocación; por el contrario, él, con su vocación, mejoró nuestra sociedad.

No me puedo imaginar a Houssay "saliendo al mercado" publicando sus trabajos para ver "si a la gente le interesaba o no". ¿Alguien hubiera comprado un ensayo titulado: "Absorption Intestinale des sucres chez le crapaud Bufo Arenarum Hensel en insuffisance hypophysaire ou surrenale"? ¿O, "The sensitivity to hypertensin, adrenalin and renin of unanesthetized normal, adrenalectomized hypophysectomized and nephrectomized dogs"? Ambos trabajos fueron fundacionales para recibir ese premio Nobel.

Umberto Eco, en su libro "De la estupidez a la locura", muestra que el 25% de la población inglesa piensa que Winston Churchill, Mahatma Gandhi y Charles Dickens son personajes de ficción; mientras que muchos de ellos creen que Sherlock Holmes, Robin Hood y Eleanor Rigby fueron personas reales. "En la actualidad millones de personas aún revisan sus signos zodiacales antes de tomar decisiones tan importantes como qué estudiar o con quién casarse. En 2021, el mercado global de la astrología se valoraba en 12.800 millones de dólares", dice Yuval Harari en "Nexus". ¿Esta es la gente que "debería decidir" el mérito de los trabajos científicos? ¿En serio?

La lógica binaria

Era una aberración horrible que el manejo del CONICET y de las universidades públicas -y de varias privadas-, quedaran en manos de «científicos militantes» -oxímoron aberrante como pocos-, o de agrupaciones políticas como La Cámpora pero, si nos duele la cabeza, no es sensato ni aconsejable cortarla. Este es el mayor peligro del binarismo absoluto que propone Milei. Cuando no impera sensatez en el medio y se apuesta a todo o nada, se termina jugando a la ruleta rusa con el tambor lleno de balas.

Era tan malo que la Universidad y el CONICET fueran el centro operativo de la militancia rentada, antes; como acusar al mundo científico de imponer a la sociedad el subsidio de su vocación, hoy. Era tan malo desviar los recursos educativos para hacer política sin cuidado por la pauperización intelectual y la deseducación que esto provocaba; como "cancelar" ideológicamente a la ciencia y a la investigación para ahorrar dinero. La ciencia es necesaria y debe ser manejada por científicos; no por inútiles; de ninguna ideología. Una sociedad sin pensadores, investigadores y científicos es una sociedad sin proyección. Un país sin ciencia es un país sin futuro. Cuando duele la cabeza, se aconseja la aspirina. Nunca la motosierra.

 

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