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Trump y Lula abren el diálogo

Jueves, 23 de octubre de 2025 02:18
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"Adonde vaya Brasil irá América Latina", aquella célebre frase de Henry Kissinger adquiere mayor vigencia que nunca cuando múltiples señales anticipan un inminente acercamiento entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y su colega brasileño, Luis Ignacio "Lula" da Silva, cuya concreción implicaría un cambio cualitativo en el escenario continental.

El diálogo mantenido entre ambos mandatarios cuando tropezaron de una forma aparentemente accidental el 23 de septiembre pasado en un pasillo del majestuoso edificio de las Naciones Unidas, donde se celebraba la asamblea general de la organización, fue el primer síntoma de un descongelamiento en ciernes.

Trump, con su ampulosidad característica, no se privó luego de elogiar calurosamente a Lula: "Lo vi, él me vio y nos abrazamos. Parece un tipo muy agradable. Y sólo hago negocios con gente que me gusta. Cuando no me gustan, no los hago. Durante 39 segundos tuvimos una gran química y eso es una buena señal".

El paso siguiente ocurrió el 6 de octubre, con una llamada telefónica de Trump a Lula, realizada con la excusa de su 80° cumpleaños. La cordial conversación de diez minutos incluyó un intercambio de bromas sobre la edad. Lula comentó que le dijo "yo cumplo 80 años y tú los cumplirás el 14 de junio" (del año próximo) y explicó que "él es más joven que yo, así que tengo edad suficiente para hablarle con más dureza".

Pero ese encuentro en el pasillo de la ONU no fue un episodio casual. Leonardo Paz Neves, analista de Inteligencia Cualitativa del Núcleo de Prospección e Inteligencia Internacional de la Fundación Getulio Vargas, un cargo cuya sola denominación ilustra sobre la relevancia que Brasil asigna a su política exterior, reveló que durante varias semanas hubo un notorio esfuerzo del Palacio de Itamaraty para crear un canal idóneo de comunicación con la Casa Blanca.

Según Paz Neves, "entre los muchos intentos de conversación, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil intentó organizar una reunión de diez minutos entre Lula y Trump en la ONU, antes de su discurso. Pero hubo imprevistos, como uno ocurrido con la escalera mecánica, que generaron retrasos. Por eso no hubo tiempo para una reunión de diez minutos. Lo que tuvieron fueron esos 39 segundos. Al principio, parecía que se habían cruzado casualmente cuando fueron esos 39 segundos y Trump entró para dar su discurso. En realidad, hubo mucho trabajo entre bastidores para que esa conversación de diez minutos creara espacio para conversaciones futuras, como la llamada telefónica". Estos gestos de distensión protagonizados por los dos presidentes posibilitaron que diplomáticos de ambos países establecieran un espacio de conversación para mejorar las enturbiadas relaciones bilaterales. A tal fin, el secretario de Estado, Marcio Rubio, y el canciller brasileño, Mauro Vieira, dialogaron el pasado 16 de octubre para analizar las controversias y avanzar en la concreción de una "reunión cumbre" entre sus respectivos presidentes.

Una escalada de conflictos

Hasta ahora ambos mandatarios venían marchando de contramano. Si el tercer mandato de Lula, iniciado en enero de 2023, se caracterizó por un giro "principista", afín a su origen de izquierda y a la línea tradicional del Partido de los Trabajadores (PT), que modificó el estilo más moderado que había signado sus dos presidencias anteriores, el retorno de Trump a la Casa Blanca, registrado en enero de 2025, también supuso la adopción de un énfasis ultraconservador y de una estrategia mucho más beligerante que en su primer período.

Brasil con Lula profundizó su protagonismo en los BRICS, esa asociación económica que integra junto con China, Rusia, India y Sudáfrica y a la que adhirieron posteriormente Irán, Arabia Saudita y otros países. Desde ese posicionamiento impulsó una propuesta tendiente a la "desdolarización" de la economía mundial, obviamente antagónica con Estados Unidos.

Dilma Rousseff, la correligionaria de Lula que lo sucedió después de su segundo mandato presidencial hasta ser destituida por un juicio político promovido por la derecha brasileña, es actualmente la titular del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), que es el instrumento financiero de un bloque que pretende encarnar el ascenso del llamado "Sur Global" en detrimento de la hegemonía estadounidense.

En la mayoría de los puntos conflictivos del planeta, la postura de Lula confrontó con la de Trump. Brasil nunca condenó la invasión rusa a Ucrania. Aunque tomó una distancia prudencial del "eje bolivariano", tampoco se sumó a la ofensiva estadounidense en Venezuela contra el régimen de Nicolás Maduro. Esas rispideces aumentaron drásticamente con el conflicto de Medio Oriente cuando Lula acusó a Israel de perpetrar un "genocidio" contra la población palestina en Gaza.

Por esas actitudes, Brasil fue identificado por el gobierno republicano como el obstáculo más poderoso para la estrategia estadounidense en América Latina. El mismo Rubio, que ahora dialoga con Vieira, llegó a calificar a Lula de "líder de extrema izquierda que oculta la naturaleza anarco-criminal del narco-régimen de Maduro". En ese contexto, Trump sancionó a Brasil con durísimos aumentos arancelarios que llevaron a un punto cercano a la ruptura entre los dos países.

En la confrontación entre Trump y Lula jugó un papel relevante la identificación del mandatario estadounidense con el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, actualmente bajo arresto domiciliario. Para Trump, Bolsonaro es víctima de persecución política. Estados Unidos revocó la visa de ingreso al país de Alexandre de Moraes, el magistrado de la Corte Suprema de Justicia que ordenó la detención del exmandatario.

Anteriormente, De Moraes había sido motivo de una controversia con Elon Musk, cuando el multimillonario estadounidense todavía vivía su romance con Trump y el juez impuso restricciones al funcionamiento de la red X (ex Twitter). Musk llamó a De Moraes "dictador malvado disfrazado de juez" y en las manifestaciones de protesta de los partidarios de Bolsonaro podían verse carteles con fotos de Musk y de Trump.

Eduardo Bolsonaro renunció entonces a su banca en el Senado y se mudó a Estados Unidos para encarar la defensa de su padre y gestionar la intervención estadounidense. Trump se hizo eco de ese pedido que "es muy parecido a lo que quisieron hacer conmigo". En represalia, la justicia brasileña acusó a Bolsonaro Jr. de "traición" por haber promovido las sanciones comerciales. Lo cierto es que el entredicho con Trump mejoró la golpeada imagen positiva de Lula en la opinión pública brasileña y, consiguientemente, las chances del PT para las elecciones presidenciales de 2026. La derecha, hasta entonces favorita, asignó esa mutación al hijo de Bolsonaro, cuyo comportamiento había herido el orgullo nacional.

Al mismo tiempo, las cifras revelaron que las sanciones arancelarias no tenían todo el efecto esperado. Brasil es la décima economía mundial y presenta solidez macroeconómica. La balanza comercial bilateral muestra que el volumen de las exportaciones estadounidenses a Brasil es superior a las ventas brasileñas a Estados Unidos. El sector agrícola se vio beneficiado por el incremento de las compras de China, que cerró sus puertas a la importación de cereales de Estados Unidos. Lula promovió también un fuerte acercamiento económico con la India, su socio en el BRICS y la quinta economía mundial.

La Casa Blanca comenzó a prestar entonces mayor atención a la solicitud de diálogo manifestada por la diplomacia brasileña - que fue precedida en Washington por un intenso lobby de las más importantes empresas brasileñas - y a revalorizar la posibilidad que supone para Estados Unidos la explotación del potencial de "tierras raras" de Brasil que le permitiría compensar las restricciones impuestas por China.

Esta suerte de "empate estratégico" abrió el camino para la apertura de una negociación a la vez necesaria y difícil para ambas partes. La historia juega a favor del entendimiento. Brasil fue siempre el principal aliado estratégico de Estados Unidos en América Latina, un vínculo estrecho que permaneció inalterable durante las dos primeras presidencias de Lula, quien intentará escapar a la tenaza de la bipolaridad. El pragmatismo de Trump, exhibido en el conflicto de Medio Oriente, está otra vez a prueba.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

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