Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
29 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Peleas mezquinas en torno de una tragedia

Sabado, 01 de marzo de 2025 01:49
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El cruce de acusaciones entre el presidente Javier Milei y el gobernador bonaerense Axel Kicillof en torno de las responsabilidades por los crímenes es el indicador más claro de que el país se encuentra en un callejón sin salida.

No es cierto que Kicillof sea el responsable de un "baño de sangre" en su jurisdicción. El problema es que el gobernador y su ministro de seguridad Javier Alonso se ven acorralados por hechos que se suceden días tras día, no explican nada, están a la defensiva y tratan de convencer a una ciudadanía indignada de que todo es una exageración de los otros con fines políticos.

Las víctimas son otros, no los políticos.

Kicillof tiró la cuerda al extremo al desentenderse de casos de alto impacto, como el de la niña de siete años asesinada por dos adolescentes, los dos chicos de Bosques muertos en un parque que, en los hechos, es un espacio desguarnecido y que habría que demostrar que no es zona liberada, además una sucesión de casos que demuestran que los delincuentes se desenvuelven con total impunidad en los barrios.

La decadencia

Es la realidad del conurbano. Una realidad que la gente padece y que los gobernantes parecen empeñados en tomar como una parte del cálculo electoral. Es cierto que cada crimen y cada asalto tienen un efecto multiplicador en la percepción de la inseguridad.

Argentina no es, ni remotamente, uno de los países con mayor índice de criminalidad en Latinoamérica, pero el deterioro de la economía a lo largo de cuatro décadas, junto con la destrucción de la calidad educativa y la disolución de la cultura del empleo son letales y hacen sentir sus efectos.

El kirchnerismo, que ha prevalecido en el poder durante veinte años, nunca se tomó en serio el problema de la seguridad, probablemente, porque detrás de las pequeñas bandas que se despliegan en los grandes núcleos humanos, hay funcionarios, magistrados, policías y punteros (de cualquier signo) que lucran con la marginalización creciente de la economía y de las personas.

La ley y la bronca

El asesinato de la niña Kim a manos de dos adolescentes fue el detonante del cruce político. Hay indignación por la impunidad, pero pedir la baja de la imputabilidad es un simplismo. Lo mismo que la reacción visceral reclamando mano dura y pena de muerte.

Por eso, la ofensiva del presidente contra el gobernador se maneja en la misma sintonía. Le formula a Kicillof un pedido de renuncia para intervenir la provincia. Un disparate por donde se lo mire. Los crímenes no van a mermar con una intervención. Lo que hace falta es asumir, en primer lugar, la degradante situación del inmenso conurbano, con más de 12 millones de habitantes, pero también la de todos los conurbanos del país donde los padres reclaman que la policía termine con las bandas (y que detenga a sus mandantes) pero, también y especialmente, que haya escuelas con salida laboral, que funcionen todo el año y sin paros, con docentes idóneos y, claro que haya trabajo estable y en blanco.

Por eso es erróneo que el presidente haya escrito ayer: "… no se puede trabajar con alguien como Ud…. su doctrina prodelincuentes con raíces en el pensamiento atroz de Zaffaroni está en las antípodas de la tolerancia cero de Becker-Giuliani a la que nosotros en Nación suscribimos".

Milei también ha manifestado en su momento simpatía por el método de Nayib Bukele, el presidente de Ecuador que terminó con las pandillas criminales que asolaban al país, pasando por alto todas las convenciones en materia de Derechos Humanos.

El deber del acuerdo

Milei, Kicillof, incluso Jorge Macri, están obligados a trabajar colaborativamente por la seguridad en el AMBA, porque, aunque la Argentina no sufra flagelos como Primer Comando Capital, de San Pablo, el Comando Vermelho, de Río o del Tren de Aragua, de Venezuela, el clima social del mayor núcleo urbano del país es una bomba de tiempo.

Porque las fugas de presos de innumerables comisarías es el fruto de la superpoblación carcelaria, un tema en el cual Kicillof, Jorge Macri, Patricia Bullrich y sus entornos han protagonizados controversias injustificables buscando culpables.

Por ese camino, solo llegaremos al abismo. Un ambiente social donde abundan hogares (el 30% del conurbano) en los que el trabajo formal, la contención escolar, la confianza en la autoridad y la fe en la propia vida se han esfumado de la cultura popular, el paco y robo son demasiado atractivo para adolescentes y jóvenes sin horizontes.

El desafío más profundo

Por supuesto que se necesitan cárceles dignas, policías y agentes penitenciarios incorruptibles, pero eso será posible cuando los intendentes y las autoridades nacionales y provinciales sean personas idóneas y capaces de formular un proyecto serio. Y sin compromisos con el hampa.

De nada servirá mandar a los asesinos de Kim a su casa. Volverán a las andadas. Tampoco a la mejor cárcel del mundo si no se los toma como lo que son: adolescentes sin preparación para trabajar, que desprecian la vida, empezando por la propia. Estos delincuentes precoces deben ser contenidos por instituciones idóneas, manejadas por educadores.

Ni la teoría del abogado abolicionista Eugenio Zaffaroni, ni la "tolerancia cero" del ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani resuelven los problemas de una criminalidad generada por la crisis social y la falta de un proyecto compartido de Nación.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD